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AMLO y la publicidad oficial

SIN LUGAR A DUDAS...

PATRICIO DE LA FUENTE
“La mejor forma de vender algo es no vender nada. Ganarse la confianza y el respeto de aquellos que podrían comprar”.— Rand Fishkin

Percibo un cierto grado de nerviosismo y expectación en el ambiente, aún en aquellos que apoyaron el proyecto de Andrés Manuel López Obrador y confían en él. Es natural y entendible, así ocurre en vísperas de un nuevo sexenio.

A López Obrador lo conocemos desde hace mucho como líder político y presencia habitual en campaña, pero salvo el tiempo en que gobernó la capital, de su verdadero estilo como mandatario poco sabremos hasta que asuma el poder y comience a marcar la pauta. Sin embargo, tanto él como su equipo ya dieron probaditas de lo que podríamos esperar en distintos ámbitos.

Entre los lineamientos planteados bajo el tenor de la austeridad republicana, el próximo Gobierno anunció la eliminación de las oficinas de prensa de las secretarías dependientes del Poder Ejecutivo Federal, y la reducción de 50 % en publicidad oficial.

Lo último ha puesto tensos, con justa razón, a diversos actores de los medios de comunicación. Pero vayamos por partes. En primera instancia, es importante destacar que el actual Gobierno se irá habiendo gastado alrededor de 60 mil millones de pesos en promocionarse.

Ello, además de ser escandaloso e insultante en un país con preocupantes índices de pobreza, no se tradujo en una mejora en la imagen de nuestros gobernantes. A muy poco de abandonar Los Pinos, Enrique Peña Nieto se sitúa como el presidente peor evaluado de la historia moderna de México: 79 % de los ciudadanos desaprueban su gestión. Para mí, la publicidad oficial es válida y perfectamente legal siempre y cuando no sea condicionante de la línea editorial de los medios de comunicación. Es decir, que por anunciarse en un medio de comunicación, equis actor político, económico, eclesiástico o social quiera o pretenda imponer condiciones de cómo debe conducirse determinado periodista o medio.

Históricamente, la publicidad oficial funciona como premio o castigo según sea el caso. Quizá algunos no lo recuerden, querido lector, pero durante muchos años la distribución y venta de papel periódico estuvo a cargo de una empresa llamada PIPSA, dependiente del gobierno. Cuando a determinado actor no le gustaban las críticas de algún medio, misteriosamente a PIPSA se le acababa el papel o retrasaba la entrega y así, los ejemplos de coerción se pueden contar por millones.

Al ser expulsado de la dirección de Excélsior por intromisión de Echeverría, Julio Scherer se dio a la tarea de fundar la revista Proceso. Su nacimiento supuso una empresa a todas luces titánica no sólo desde lo periodístico, sino también en el aspecto económico. Comenzar un medio de comunicación, lo sé por experiencia propia, es algo muy complicado.

Sabedor de las tribulaciones que enfrentaba Scherer, José López Portillo dispuso que en las páginas de Proceso se anunciaran distintas dependencias del Gobierno Federal. Don Julio, desde siempre un periodista crítico e independiente, no permitió que dicha publicidad fuese condicionante de la línea editorial de la revista y señaló los excesos gubernamentales cuando así se precisaba. Un día, molesto, el presidente lo convocó a Los Pinos y espetó la frase que en gran medida define el acto de malabarismo entre el poder político y los medios de comunicación. “No pago para que me pegues”, le dijo López Portillo a Scherer.

Como pocos, el Gobierno de Peña Nieto cooptó a miles de medios y periodistas a través del chayote y la publicidad oficial. No los juzgo pero sí señalo: ya sea por miedo, comodidad, temor a que se les retiran concesiones o las razones particulares de cada caso, muchos de nuestros colegas callaron o terminaron doblados y a merced de la línea editorial que les impuso este Gobierno. Ahora, muchos de ellos tiemblan ante la posibilidad del recorte anunciado por el presidente electo López Obrador.

Cualquier medio no debe de depender de la publicidad oficial para subsistir, ya que existen otras maneras, todas lícitas, de hacerse de recursos. Bajo el entendido de que son un negocio, a lo que debemos apostar es al buen periodismo, a saber contar historias, a generar contenidos atrayentes para los lectores, a ser un contrapeso a los poderes, a señalar el absurdo y plasmar la verdad. En tiempos de acecho, la prensa cobra un rol importante y necesario.

Desde hace tiempo, los medios viven momentos complicados. Las crisis no se afrontan con nerviosismo sino con inteligencia, propuestas y mejores ofertas para el mercado de lectores. Seguramente algunos medios desapareciendo. A la larga, estoy seguro, subsistirán los mejores, los que valgan la pena y tal vez, en este nuevo camino, volvemos a esa sana distancia, tan urgente, entre el periodismo y los factores de poder.

Son simbióticos, pero no pueden estar supeditados uno del otro. Punto.

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Escrito en: sin lugar a dudas

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