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ARTURO MACÍAS PEDROZA

MORIR: UN FINAL CON BESO

Apenas hace unos días (26 de agosto), la Suprema Corte de Justicia de la Nación aprobó (por mayoría de 9 votos) la validez del término "el derecho a una muerte digna" en la Constitución de la Ciudad de México, argumentando que "el derecho a una vida digna contiene implícitamente el derecho a una muerte digna", pero aclara que no se refiere a la eutanasia ni al suicidio asistido, prohibidos en la legislación mexicana, sino a conceptos como cuidados paliativos o asistencia psicológica. Ciertamente, la muerte no es sino el coronamiento de la vida en esta tierra. La eutanasia, como eliminación de una vida privada de significado, es impensable, pues toda vida tiene un propósito que realizar; la maravilla de la vida humana exige que no esté a disposición, a capricho o a votación de nadie. Por eso, más que hablar de "muerte digna", es mejor considerarla como el culmen de la vida; el final con beso como las películas de antaño, los acordes finales de una gran sinfonía, el premio después de una gran carrera. Por eso, no se trata de ayudar a "bien morir" (para el hombre, la muerte por sí misma nunca es deseable), sino ayudar a cerrar con broche de oro el proceso de esta etapa de la vida y pasar a su plenitud en la trascendencia. Entendida así, el proceso de morir adquiere una significación totalmente diversa: la prolongación de una agonía se convierte en necedad, lo mismo que exigir como derecho el control de la vida y de la muerte desde el orgullo de quien no reconoce su finitud, su trascendencia y su dependencia del "Señor y dador de vida". Por eso, Santa Teresa de Ávila anhelante exclamaba: "y tan alta vida espero, que muero porque no muero". La cuestión terminológica tiene en este tema una importancia particular, pues el significado etimológico (dulce muerte o buena muerte), se entiende diversamente en los campos médicos y legislativos. Se entiende por eutanasia según varios autores la acción u omisión voluntaria para interrumpir de manera directa una vida, cuando se encuentra en particulares condiciones de sufrimiento, de no curación o de proximidad de la muerte. Un elemento de confusión es la expresión "morir con dignidad", la cual puede significar para algunos la eutanasia o para otros la libertad de tratamientos inútiles y el clima de serenidad y de afecto que deben rodear al paciente. La participación activa de grupos de la sociedad civil a favor de la vida presionaron e influyeron para que en la legislación de la Ciudad de México quedara una ley aceptable, pues no sólo previene el ensañamiento terapéutico, sino también la muerte directa, permitiendo acciones que muchas veces son verdaderos actos de amor, como la suspensión de tratamientos inútiles, el uso de medicamentos para quitar el dolor, acciones que incluyen los diversos aspectos que ayudan en el trance de la muerte como pueden ser el legal, el psicológico, el familiar, el cultura y el religioso (tanatología). Pero hay un resplandor siniestro en la próxima legislación, que ya desde antes de tomar el poder manifiesta una marcada influencia nacional e internacional en favor de la cultura de la muerte. Apoyados con muchos recursos y habiendo ya avanzado mucho en nuestro país, la cultura de la muerte sigue promoviendo abiertamente no sólo que los padres maten a sus hijos (aborto), sino que también los hijos maten a sus padres (eutanasia). La movilización que detuvo los primeros ataques en la legislación de la eutanasia en la Ciudad de México, serán insuficientes ante la mayoría de nuevos legisladores que comparten estas ideologías destructivas, suicidas y deshumanizantes, bajo la bandera de "modernidad", cuando en realidad es una involución. Es por ello que la participación ciudadana necesita ser más fuerte que las grandes fuerzas que enfrenta. El nuevo gobierno debe saber que ha sido elegido para combatir la violencia, la corrupción, la impunidad y la injusta distribución de la riqueza; que la agenda de género, la eutanasia o el aborto son inaceptables para un pueblo que ama la vida; deben saber las autoridades elegidas, que la fuerza que se manifestó en los comicios del pasado 1° de julio superando todo cálculo, espera el cumplimiento de lo prometido, pues ha sabido de lo que es capaz y puede manifestarse nuevamente; la autoridad debe ver a la comunidad organizada y ciudadanizada, que ya no está dispuesta a soportar más violencia ni en las calles, ni en los vientres maternos, ni en los lechos de dolor; deben saber por la participación de todos, quién es el que manda y quién es el mandado; deben saber que representan al pueblo, a sus intereses y a sus valores y no a agendas internacionales o intereses particulares; también deben saber que cuentan con nosotros para lograr esas transformaciones; deben descubrir la fuerza de quienes estamos dispuestos a colaborar con ellos, organizada y fuertemente, en la construcción de un México justo y en paz. ¿Cómo verán a la sociedad ciudadanizada, participativa y organizada? ¿Necesitan ver marchas? ¿Protestas? ¿Acciones coordinadas? ¿Boicots? ¿Resistencia civil? ¿Participación? ¿Colaboración con las autoridades? ¿Propuestas de políticas públicas?… eso y más tiene México: Redes, partidos, iglesias, universidades, organizaciones… ¿Usted ya está participando? 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