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Venganza eterna y perdón liberador

Metáfora ciudadana

LUIS ALBERTO VÁZQUEZ ÁLVAREZ PH.D.
No hay futuro sin perdón y reconciliación"

— Nelson Mandela

La mitología griega adopta dioses con pasiones humanas quienes, tras ser traicionados, deciden castigar severamente a los infractores, tomando venganza edificante para imponer terror y dolor; tormentos que sirvan de escarmiento a otros que quieran violar las leyes; trátese de dioses o simples mortales. Sísifo gobernaba Corinto; era tan astuto que logró engañar a los dioses. Cuenta la leyenda que fue testigo del secuestro de la ninfa Egina por Zeus. Sísifo ofreció información al padre de ella, Asopo, a cambio de una fuente de agua dulce para Corinto. Cuando Zeus se enteró montó en cólera y mando a Tánatos, dios de la muerte para que matara a Sísifo; éste logró engañarlo y lo encerró; durante ese tiempo no hubo una sola muerte en el mundo. Enterado de esta estrategia, Zeus mandó a Ares, dios de la guerra para liberar a Tánatos y llevar a Sísifo al inframundo. Aparentemente vencido, Sísifo pide secretamente a su esposa que no realice honras fúnebres a su cadáver; (los griegos creían que un alma cuyo cuerpo era insepulto, vagaría eternamente y nunca encontraría reposo).

Ya en el averno, Sísifo se queja ante Hades de no recibir honras fúnebres y consigue permiso para ir a castigar a su esposa. Cuando sale se esconde y jura jamás regresar ahí. Zeus decide vengarse dándole un castigo ejemplar: "Deberá empujar eternamente una roca, montaña cuesta arriba sin jamás poder colocarla en la cumbre, cuando está a punto de obtener tal hazaña, la piedra se zafa y rueda cuesta abajo; habrá que volver a comenzar a subirla; ese será su eterno suplicio;" Dado que Sísifo burló previamente a los dioses, Zeus deberá vigilar eternamente que Sísifo no escape. ¿Quién estaría más encadenado al castigo?

Esperanza y furor, encono y lisonjas; hasta de charlatanería han sido acusados los "Foros de Pacificación y Reconciliación" que promueve el presidente electo y que se realizan en diversas ciudades del país. El rechazo de muchas personas es totalmente comprensible y hasta justificable; existe temor, duda e incluso repudio de muchos mexicanos (especialmente los grupos dedicados a buscar a sus seres queridos perdidos), a la idea de una amnistía a los delincuentes y hasta un perdón a sus homicidios que rayan ya en holocausto. Se piensa que existe contradicción entre la justicia y el perdón; que ésta debe ser vivida sin falsas esperanzas; que el perdón es el absurdo que jamás debe ser aceptado, por el contrario, demanda ser confrontado con constante rebeldía. Se amparan bajo el popular dicho "Sólo el que carga el cajón sabe lo que pesa el muerto".

Del otro lado, hay pensadores éticos que creen que el perdón no es olvido, no es dejar atrás lo que ocurrió. Es recuperar el amor y volver al cielo. El infierno es pensar cada día en la venganza; el rencor es la savia que recorre ese cuerpo que se envenena continuamente y se hunde en el tártaro de la incertidumbre y desconsuelo. Perdonar no es justificar o excusar actos criminales o comportamientos inmorales; no es resignación enterrando lo pasado, olvidando el dolor y minimizando lo ocurrido. El perdón es para cada persona, para liberarla de ataduras que amargan su alma, le quitan la paz y mantienen enfermo su cuerpo. Ayuda a deshacerse de todos aquellos pensamientos negativos que causan dolor o enojo. es autoliberación del encadenado que renueva incesantemente su dolor.

Perdonar para nada es acercarse o hacer amistad con el agresor; no hay que esperar que cambie, modifique su forma de actuar, o que acepte su error. Realmente a mí no me debe importar tanto esa actitud del agresor; posiblemente nunca cambie, que jamás modifique su actitud, en absoluto acepte su error; es más, probablemente ni siquiera se entere, ni le importe que yo le haya perdonado. Si esperamos alguna de esas reacciones, quizá aún no hayamos perdonado realmente; aún seguimos aferrados al rencor supliciante y a la ingratitud de nuestra memoria que olvida que tras la venganza lo que queda es desdicha, pesadumbre y baja autoestima. Seguimos esperando que el pasado cambie; aún soñamos con el ayer y tememos al mañana, al futuro; a la única esperanza de que nuestra memoria se purifique. Obtiene más el otorgante del perdón que quien lo recibe.

El perdón es generalmente "irracional" para las almas pequeñas; pero para las almas grandes, es el arma mejor para combatir la violencia y el mejor camino para la trascendencia a lo excelso. Perdonar no es dejar sin castigo al delincuente, sino quitarle el castigo al ofendido.

Resulta inestimable la cantidad de fuerza que se utiliza en la lucha contra la violencia; pero hasta hoy; todos los sistemas han fracasado; en buena medida porque están contendiendo contra la mentalidad comercial de la guerra y la violencia como única forma de vivir en este mundo hostil. Pregonan que la violencia es innata al ser humano; casi ningún programa de comunicación masiva se ha preocupado por ofrecer el perdón como alternativa eficaz para lograr una paz estable y duradera; mantienen el camino al absurdo, a un trabajo inútil y sin esperanza, sin fin, sin amanecer, una tormenta que jamás amaina; una roca jamás encumbrada.

¿Cómo educar a las nuevas generaciones? Seguramente en la exigencia del ejercicio de una justicia real, más allá de la "justicia abstracta" que llega a ser tan irracional como la violencia misma. Educar en la empatía; antes de aplicar la misma vara, preguntarse; ¿Qué sabemos del delincuente, de su infancia, de su familia, de su absurda vida, de sus dolores y enfermedades? Seguramente si los viéramos como seres idénticos a nosotros, se borraría el sentimiento de venganza y surgirían el perdón y la reconciliación social.

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