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La (todavía) pareja presidencial

SIN LUGAR A DUDAS...

PATRICIO DE LA FUENTE
Todo poder excesivo dura poco”

— Séneca

Incomprendida, casi una reclusa, criticada, rota su imagen tras el escándalo de “la casa blanca”, quien fuera tan querida por el público afecto a los culebrones televisivos, hoy se encuentra en Europa sin boleto aparente de retorno.

Tal como lo documentó un periodista que pudo captarla mientras desayunaba en famoso restaurante parisino, la primera dama está o de vacaciones o asimilando el tsunami que supuso la elección. Probablemente ambas cosas.

Dicen los que saben que Angélica Rivera lleva ahí varios meses disfrutando al lado de sus hijas. Quizá el paisaje ayude a mitigar el eclipse anunciado, ese sentimiento de indefensión que es tan implacable, que no perdona porque si algo es celoso en nuestro sistema político y nadie está dispuesto a compartirlo, es el poder. Y hoy, dicho poder prácticamente ha quedado en manos de otros, los que vendrán.

Pero quizá también, la señora Rivera desea con todas sus fuerzas salir de esa jaula -de oro pero al fin jaula- a la que la han confinado prácticamente todo el sexenio. Tal vez añore la relativa normalidad de su vida anterior y hasta extrañe el mundo de la televisión donde participó. A raíz del reportaje de Carmen Aristegui sobre su propiedad en Las Lomas, a Doña Angélica poco se le vio en el panorama. Salvo en viajes oficiales y ceremonias de Estado, nadie sabe exactamente a qué se dedicó todo este tiempo. A labores asistencialistas queda claro que no y si lo hizo, fue desde un espacio de muy bajo perfil.

Sí, “la casa blanca” inevitablemente alteró los ritmos, usos y costumbres de una pareja que de adornar las portadas de las revistas del corazón y ser popular entre las masas, en un abrir y cerrar de ojos pasó casi al ostracismo. Aunado a ello, en México la figura de primera dama no se contempla en ninguna ley, así que las esposas de los mandatarios también habitan en una suerte de limbo, tanto anímico como real.

Por su parte, el presidente Peña Nieto se encuentra solo en Los Pinos, sabedor que los reflectores poco lo alumbran ya. A raíz del triunfo de Andrés Manuel López Obrador, el mandatario optó por alentar una transición lo más tersa posible y prácticamente se apartó de la vida pública. Algunos se lo aplauden y lo llaman demócrata, otros señalan la irresponsabilidad que supone claudicar de tal forma, anticipada, al ejercicio del poder.

Así lo cuenta con toda crudeza el periodista Salvador García Soto en una espléndida columna escrita hace un par de días, y se pregunta cuándo abandonará Los Pinos la familia presidencial. Ejemplos sobran. José López Portillo esperó hasta el último minuto; en sus memorias narra el sentimiento de soledad e indefensión que lo sobrepasaban en aquellos tiempos.

Después de los sucesos de Tlatelolco, Gustavo Díaz Ordaz poco volvió a aparecer. Presa de ataques de pánico, temerosa por la seguridad de su familia, a Doña Guadalupe Borja nunca más se le volvió a ver en un acto público. Luis Echeverría quiso seguir siendo presidente aún después de su mandato, y desde el famoso Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo intentó mantenerse en política activa hasta que lo pararon en seco “invitándolo” a ser embajador itinerante por el mundo. Carlos Salinas, bien sabemos, primero desafió a Zedillo con una huelga de hambre y posteriormente viajó a un exilio autoimpuesto. Cuba e Irlanda fueron los destinos elegidos.

Según cuenta en su último libro, a Margarita Zavala y familia, los Fox le hicieron casi imposible la entrada a Los Pinos, aferrados a las mieles del poder como estaban, especialmente una Marta Sahagún que hasta soñó con ser presidenta de México.

“Quienes han visitado por estos días al presidente en su despacho de Los Pinos, salen impresionados de la soledad en la que se encuentra ya el mandatario saliente y lo tranquilo y desolado que está el ambiente en la residencia oficial. La notoria disminución en la agenda y la actividad del presidente, decidida así por él mismo, ha hecho que se agudice la sensación de que Peña Nieto se está quedando solo y ya hay incluso amigos y asesores que le recomiendan anticipar su mudanza de la casa presidencial en las próximas semanas, tal y como lo han hecho otros presidentes en la recta final de su mandato”, escribe García Soto.

Así las cosas, probablemente veremos por última vez reunida a la familia presidencial tanto en la Ceremonia del Grito de Independencia, como el primero de diciembre cuando ocurra la transmisión de poderes. Mi gran duda es si después de ello volveremos a verlos y, lo más importante, si podrán caminar por las calles con tranquilidad.

Ello, cosa en apariencia tan simple, es algo que muy pocas familias presidenciales han podido lograr en México.

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Escrito en: sin lugar a dudas

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