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Coahuila y los reacomodos partidistas

Periférico

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Difícil ubicar otro momento en la historia reciente del país en el que políticos coahuilenses de diferentes filiaciones se encuentren en posiciones prominentes o puestos clave dentro de sus partidos, sobre todo en un contexto de renovación de liderazgos y reacomodo de grupos. El escenario se antoja inédito. El diputado local torreonense Marcelo Torres es secretario general del conservador Partido Acción Nacional (PAN), y el exgobernador saltillense Rubén Moreira, secretario general del oficialista Partido Revolucionario Institucional (PRI). Ambos han escalado en los últimos meses en la estructura de sus respectivos partidos, en un momento en el que una nueva fuerza, el izquierdista Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), ha irrumpido en la escena estatal, como en todo el país, frente al hartazgo de un amplio sector del electorado que decidió dar un golpe al tradicional bipartidismo.

Los dos hombres fuertes del partido del futuro presidente Andrés Manuel López Obrador son personajes conocidos por panistas y priistas. Armando Guadiana, excandidato a la gubernatura y senador electo por Coahuila, es un empresario minero que tuvo militancia priista hasta que se peleó con la gobernante familia Moreira en los tiempos de Humberto. Reyes Flores, virtual coordinador estatal del Gobierno federal, es un abogado de formación panista que dejó su antiguo partido tras diferencias con Guillermo Anaya, líder de facto de Acción Nacional en Coahuila durante casi el mismo período que gobernaron los Moreira. Dados estos antecedentes, es válido decir que el Moreirato y el Anayato propiciaron los nuevos liderazgos de Morena en la entidad.

Existen otras figuras que algún papel jugarán en los reacomodos que se vienen dentro de los partidos tradicionales toda vez que ocupan cargos en sectores de sus partidos correspondientes. Guillermo Anaya, dos veces excandidato a la gubernatura y excandidato a senador, aún aparece como coordinador de Proyectos Estratégicos del CEN del PAN, y la senadora con licencia y virtual diputada federal Silvia Garza mantiene la coordinación de diputados locales. El problema para Anaya es que viene de perder su tercera elección consecutiva y algunos desde dentro del partido lo responsabilizan de que el PAN se haya estancado en votación en los comicios más recientes, lo cual podría mermar su participación en el proceso de renovación. En el PRI, la senadora Hilda Flores, cercana al exgobernador y actual embajador de México en Cuba, Enrique Martínez, aunque también vinculada al exgobernador y exdirigente nacional del PRI, Humberto Moreira, preside la Organización Nacional de Mujeres Priistas (Onmpri).

El panorama resulta más interesante si observamos el nuevo mapa electoral coahuilense. De las siete ciudades más pobladas de la entidad, el PAN gobernará a partir del 1 de enero de 2019 en tres (Torreón, Monclova y San Pedro); Morena, la sorpresa, en dos (Piedras Negras y Matamoros); la UDC en una (Acuña), y el PRI, inusitadamente, sólo en una (Saltillo); aunque hay que decir que el PRI, pese a todo, en 2017 logró mantener el gobierno del Estado, hoy encabezado por Miguel Riquelme. Este reacomodo no es asunto menor, ya que del control de territorios, electores y presupuestos es de donde los partidos obtienen su fortaleza, y los grupos políticos, sus cuadros. Las figuras con mayor proyección y, por ende, mayor peso en el futuro electoral, serán Jorge Zermeño, alcalde reelecto de Torreón, en el PAN; Manolo Jiménez, alcalde reelecto de Saltillo, en el PRI, y Claudio Bres, alcalde electo de Piedras Negras, en Morena.

Aunado a lo anterior, están los futuros legisladores federales, que también juegan un papel importante dependiendo de su ascendencia y liderazgo dentro de sus institutos. Entre ellos destacan, por el PAN, el virtual diputado federal Luis Fernando Salazar, y la ya mencionada Silvia Garza; por el PRI, los virtuales diputados federales Rubén Moreira y Fernando de las Fuentes, y la senadora electa y exdirigente estatal tricolor, Verónica Martínez; por Morena, el ya citado Armando Guadiana, y el virtual diputado federal José Ángel Pérez, exalcalde de Torreón, quien regresa a los cargos públicos tras dejar el PAN y lanzarse por la gubernatura en 2017.

Este es el escenario en Coahuila en la víspera de los cambios que se vienen dentro de los tres principales partidos políticos. En el PAN, la mayoría de las voces coinciden en que el primer responsable de la derrota del 1 de julio es el excandidato presidencial y exdirigente nacional Ricardo Anaya, por empecinarse en ser el abanderado, usar los tiempos oficiales para promocionarse y dividir al partido. En ese tenor, la gran incógnita es hasta dónde va a llegar la purga y de qué forma Marcelo Torres saldrá bien librado a la hora de la rendición de cuentas de los votos, triunfos y derrotas. En el plano estatal, el interés estará en si el panismo logra por fin sacudirse del liderazgo del otro Anaya, Guillermo, y qué nuevo grupo se hará con el control de las redes partidistas, aunque no es difícil adivinar que los panistas torreonenses continuarán marcando la pauta a la luz de los resultados obtenidos; Luis Fernando Salazar, Jorge Zermeño y el mismo Marcelo Torres serán protagonistas en lo que sigue. ¿Estará el PAN de Coahuila, ahora sí, ante el fin del anayismo?

En el PRI, para unos la responsabilidad se dispersa en todo el instituto, desgastado por los escándalos de corrupción y el desdibujamiento ideológico, aunque para otros el principal culpable es el presidente Enrique Peña Nieto, quien impuso al final a un candidato sin arraigo con las bases. Llama la atención que a pesar del juicio público, quien tendrá la tarea de reestructurar e intentar dar oxígeno al partido es una persona que colaboró con el propio Peña Nieto en su gabinete, Claudia Ruiz Massieu, que ha hablado ya de la posibilidad de cambiarle de nombre al PRI. Otro asunto que ha suscitado interés es el peso que tendrán los gobernadores tricolores con mayor poder, y por ahí se ha mencionado ya a Alfredo del Mazo, del Estado de México, y al propio Miguel Riquelme, de Coahuila, quien por lo visto tendrá que seguir haciendo equipo con su antecesor, Rubén Moreira, en detrimento del esclarecimiento del mayor escándalo financiero que ha afectado a la entidad: la deuda. Parece que el moreirismo se resiste a desaparecer.

La cuestión en Morena es de índole muy distinta, pues el movimiento izquierdista tendrá el doble reto de constituirse como un verdadero partido -hoy no lo es-, y hacerlo a la sombra del futuro presidente, que es quien creó al joven instituto político y sigue mandando dentro de él. Con una figura tan acaparadora como la de López Obrador, en principio se antoja difícil que puedan surgir y brillar otros nombres dentro de Morena, salvo aquellos que se conviertan en leales y eficientes operadores del próximo mandatario. De los coahuilenses, sólo hay que esperar el rol que van a jugar Armando Guadiana y José Ángel Pérez en el Congreso de la Unión, y el duelo de poder que establecerá Reyes Flores como delegado federal plenipotenciario con el gobernador Riquelme. Como quiera que sea, Coahuila tendrá un lugar en los reacomodos partidistas que se vienen, falta ver si ese lugar se traduce en algún beneficio para la entidad. La historia reciente no deja mucho espacio al optimismo.

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