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Crónica Lerdense

Juan N. Flores, empresario visionario y obstinado

Los pizcadores de La Laguna utilizaban las carretas para el traslado del algodón.

Los pizcadores de La Laguna utilizaban las carretas para el traslado del algodón.

JOSÉ JESÚS VARGAS GARZA

El auge de la producción algodonera en La Laguna a partir de 1837 se dio cuando el gobierno mexicano prohibió la importación de algodón en rama y semilla elaborada, con el objeto de impulsar la producción nacional y, junto con ello, proteger y favorecer el desarrollo de la Industria Textil del país. Así fue como en al amparo de esta política proteccionista de la creciente demanda de las fábricas y de los sustanciales rendimientos que podían obtenerse a partir del cultivo del algodón, se incrementó su producción en la entidad duranguense. De tal manera, varios terratenientes y modestos propietarios incursionaron o extendieron sus cultivos de algodón, ello obedeció con la introducción de maquinaria y de las nuevas técnicas de cultivo y la apertura de nuevas áreas de producción algodonera, así como el posterior surgimiento de la industria textil duranguense.

En Durango había cinco fábricas textiles que utilizaban la fuerza hidráulica como energía motriz, dos de ellas estaban ubicadas en Peñón Blanco. Con el tiempo Juan Nepomuceno Flores Alcalde, hacia mediados del siglo XIX constituyó una sociedad en la que participó en conjunto con Basilio Mendarózqueta; estos empresarios iniciaron sus operaciones entre 1840 y 1841. La primera denominada Ojo de Agua, siendo su capital de la empresa poco más de 250 mil pesos; contaba con 40 telares y 2 520 husos para algodón y maquinaria para el "desgrañado" de la materia prima, la planta trabajadora ascendía más o menos a doscientos, entre los que sobresalían mujeres y niños. Los principales productos que se fabricaban eran hilaza, manta trigueña y pabilo para velas. La segunda fábrica, Molino de Guadalupe, era únicamente propiedad de Juan Nepomuceno e inició sus trabajos en medio de graves contratiempos ocasionados: primero, una parte de la maquinaria se encontraba concentrada vario tiempo en la aduana de Matamoros, Tamaulipas, y segundo debido a las dificultades para trasladar el resto de la maquinaria y situarla en Cuencamé.

Respecto al cultivo del Algodón, la referencia más antigua es la que señaló sobre ese particular, el Prof. Amado Illarramendi Fierro, historiador Lerdense, afirma que los indios llamados Tamazultecos que establecieron en La Laguna, fundaron Sapioriz, lugar que en la actualidad existe con igual nombre cerca de la boca del Cañón de Fernández en el Municipio de Lerdo, e indicaba que la palabra Sapioriz quería decir "tierra buena para la agricultura". Sin embargo, los indígenas aparte del algodón sembraban maíz, frijol y chile y para irrigar esos cultivos derivaban agua del Río Nazas. En otra versión que data del siglo XIX, precisamente en los años 1811 a 1827, fue en la Villa de Nazas donde levantaron cosechas de cierta importancia, mientras la contribución en La Laguna era una parte insignificante del volumen total de las cosechas. Fue entonces en que el cultivo se desplazó a nuestra región porque en la zona de Nazas se necesitaban 210 días de acuerdo con la planta de algodón arbóreo que entonces se cultivaba, mientras en La Laguna se tardaba 150 días desde la siembra hasta llegar al capullo. Es así como el lagunero siglo algodonero en la Laguna se inicia en 1852 con 17 mil quintales pluma, que representan a 765 toneladas.

Mientras tanto Juan Nepomuceno Flores, sus ganancias eran excelentes provenientes de los cultivos, pues para 1857 compró la hacienda ganadera de San Miguel Guatimapé y el rancho de los Alisos; al año siguiente el de Santiaguillo (ambos ranchos contiguos a aquélla) y siete años después sumó el rancho de Gigantes, cuyas tierras también eran adyacentes a Guatimapé. No cabe duda que entre las vastísimas propiedades de Juan Nepomuceno Flores Alcalde, Guatimapé y San Juan de Casta en Lerdo, tuvieron un lugar preferente, ésta última fue subdividida en varios predios: San Juan de Avilés (Cd. Juárez) ---sitio en el que fijó su residencia---. Jesús Nazareno, San Carlos, San Fernando. De manera aparte los terrenos del Tlahualilo, en los cuales, impulsó por su espíritu empresarial, realizando grandes proyectos agrícolas e industriales, sembrando algodón en gran escala.

En ese tiempo Juan N. Flores era considerado uno de los principales dueños de capital y de fincas rústicas en el estado de Durango y entre los empresarios que promovieron la industria textil y a la vez el principal productor y comerciante de algodón, ya que gracias a su gran inteligencia y perseverancia aplicó métodos de siembra y tecnificación en las tierras de sus haciendas que poseía, las cuales estaban parcialmente destinadas a la producción de algodón, como la de Santa Bárbara, San Antonio, San José de Ramos, San Juan de Avilés (Cd. Juárez), San Juan de Casta, Guatimapé y Santa Rosa, que sumadas a otras fincas rústicas que poseían la familia Flores en una forma estimativa de las propiedades superaban el millón de hectáreas. De ahí que la producción de las haciendas de Flores estuviera destinada a surtir, en primer término, el algodón de sus haciendas, con las que surtía esta materia prima a sus propios establecimientos y el excedente al resto a las demás fábricas durangueñas y de otras regiones del país.

En el concepto de fletes del algodón en la Laguna y el abastecimiento de las fábricas de hilados y tejidos en el Norte, no representaba gran dificultad dadas las cercanías de las distancias, como Santiago Papasquiaro, Cuencamé, Mapimí, Peñón Blanco, Durango, Parras Saltillo y Monterrey, estos lugares no consistía mayor problema de transportación del algodón, las que si significaban eran las del interior del País, a las zonas como: Querétaro, Puebla Valle de México y Veracruz, lugares donde se habían desarrollado considerablemente la industria hilandera y textil, las cuales de por si decirlo absorbían ya totalmente lo que empezó a ser la importante producción de fibra de la Laguna.

Los vehículos de transportación por excelencia eran las carretas primitivas, con ruedas de "panocha"; otras con ruedas de rayos sin llanta metálica, y la fuerza de tracción consistía en la del tardo buey, que poco a poco se fue sustituyendo por la transportación de carros de mulas de tipo americano. Estos vehículos recorrían distancias de doscientas leguas y de aún más por los difíciles caminos primitivos sin puentes, muchas veces con tramos desérticos carentes de agua y frecuentemente asolados por algunas partidas de indios y gavillas de bandoleros, muy peligrosos, se requería por parte de quienes tenían que cubrir esta actividad espíritu, valor y tenacidad para desempeñar este trabajo tan difícil para transportar el oro blanco regional.

Las carretas tiradas por animales, éstas se fabricaban aquí en tierras laguneras, pues la materia prima la adquirían de los bosques milenarios que habían cubierto estos lugares con grandes extensiones de mezquites, obteniendo así el material especial para la construcción de carretas del tipo antiguo; pero si, se batallaba con la mano de obra artesanal, para ella utilizaban trabajadores de otros estados, como: cerrajeros, carreteros, carpinteros, y de otros oficios para la transformación de las tareas urgentes de la construcción de carromatos. Es así como los grandes empresarios de la transportación tomaban a su cargo los traslados de la cosecha algodonera, que en muy pocos años alcanzó cifras en sus cosechas muy alto. Ya para ese entonces se contrataban artesanos en gran cantidad, los cuales eran de las ciudades importantes como Saltillo, Monterrey, Zacatecas y San Luis Potosí.

Juan Nepomuceno Flores y Alcalde, tenía la ventaja de ser productor, pues evitó, por una parte, que aquel terrateniente y empresario padeciera la escasez y las frecuentes alzas que se registraban en el precio del llamado oro blanco, y por otra parte, posibilitó que mediante prácticas de acaparamiento y especulación, pudiera obtener ventajosas ganancias manteniendo a raya a sus competidores.

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Escrito en: crónica lerdense

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