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AMLO, Trump y las cartas de amor

SIN LUGAR A DUDAS...

PATRICIO DE LA FUENTE
El fracaso es, a veces, más fructífero que el éxito”.

— Henry Ford

Dentro de sus admiradores, el virtual presidente electo Andrés Manuel López Obrador tiene uno que ha comenzado a mandarle cartas y está a poco de las flores y los bombones. En reciprocidad, Don Andrés contesta tales misivas en el mismo tono conciliador y amoroso.

Están en la etapa del cortejo, ambos se miran como una suerte de redentores de sus pueblos y su atribulada circunstancia. En el más amplio sentido, los dos son disruptivos, perseverantes y exitosos a partir de un sentido de la terquedad y la constancia que los ha llevado lejos.

Sabiéndolo, López Obrador se anima a las comparaciones con tan particular interlocutor. Algo ha de tener en común con el personaje, imagino piensa, y aventurándose en el terreno de las coincidencias, escribe: “En cuanto a lo político, me anima el hecho de que ambos sabemos cumplir lo que decimos y hemos enfrentado la adversidad con éxito. Conseguimos poner a nuestros votantes y ciudadanos al centro y desplazar al establishment o régimen dominante”.

Cual toda relación cuando inicia, la pareja muestra sus encantos y busca esconder defectos que irremediablemente saltarán a la vista conforme avance el noviazgo. Y es que dicho fan de nuestro presidente electo, cabe decir, da visos de padecer un cuadro de brotes psicóticos, ciclotimia y tintes megalómanos. Se llama Donald Trump y representa lo más parecido a un niño cuando hace berrinche.

Por extraño que parezca, Trump se identifica con López Obrador y así lo ha manifestado en lo que anticipo como un intercambio epistolar y el inicio de una relación que se adivina intensa y con enormes grados de dificultad. El futuro de tal affaire es por ponerlo amablemente, de pronóstico reservado y todo apunta a que estaremos asistiendo a un auténtico cañaveral de pasiones.

“Una persona estupenda que ha hecho un gran trabajo”, piensa Trump de AMLO, qué bueno, pero bien sabemos que eso puede cambiar de cara a los siguientes meses porque el presidente de Estados Unidos es todo menos constante en la interlocución con sus homólogos.

Apunta el periodista Carlos Puig, conocedor de los avatares de la relación bilateral y los vaivenes en el ánimo del mandamás de la Casa Blanca, que Trump ha sido en principio generoso con varios mandatarios. “Los madrazos vienen luego. Pregúntenle a Theresa May o Angela Merkel o a Emmanuel Macron”, sostiene.

Habilidoso, López Obrador y su equipo buscan ganar tiempo y terreno para que las negociaciones del TLCAN lleguen a buen puerto, sin embargo, fiarse de Trump sería un error garrafal.

Recordemos que so pretexto de los contactos entre Videgaray y el primer círculo de la familia presidencial, siendo todavía candidato a Donald Trump se le dio tratamiento de jefe de estado en su primer visita a México.

Fue recibido por Peña Nieto en Los Pinos y, durante cierta conferencia de prensa que muchos quisiéramos olvidar, se mostró ofensivo e injurioso con su anfitrión. Trump, quien al asumir el mandato habló maravillas de Peña Nieto, no hizo sino ofenderlo en lo personal, en lo colectivo y también a la hora de endurecer sus políticas respecto a México.

Como es previsible, Trump buscará reelegirse y, de nueva cuenta, gran parte de la campaña se centrará en culpar a los inmigrantes de los problemas que aquejan a Estados Unidos. También, seguramente dirigirá su retórica incendiaria señalando a sus vecinos del sur. En parte así ganó la primera campaña y buscará repetir la fórmula.

Trump es implacable, desde siempre ha sido un durísimo negociador que cree y utiliza técnicas poco ortodoxas para conseguir sus objetivos. Tal fue su estilo como empresario, tal es su tónica en la Casa Blanca. Una suerte de premio y castigo, palo y zanahoria.

Así se lo hace ver a su nuevo “mejor amigo”, Andrés al término de una epístola cargada de flores, bombones, elogios, y una advertencia muy al final. “Considero que una renegociación exitosa del TLCAN nos guiará a aún más empleos y mejor pagados para los empleados mexicanos y estadounidenses que tan duro trabajan, pero solo si lo podemos hacer rápido”, escribe.

Con Donald Trump, más vale que Andrés Manuel López Obrador se arme de paciencia y no termine calentándosele la sangre, hombre de pasiones como es. Con Trump no sirven los apasionamientos, resultan contraproducentes, lo equiparo a ponerse a discutir con un niño berrinchudo.

Mejor dejarlo en manos de asesores, que sean ellos quienes hagan el hilado fino y el trabajo sucio. Entre nosotros, Trump y López Obrador, mejor escribámonos epístolas de amor y recemos porque la luna de miel sea larga. Sin duda, el próximo sexenio lo será…

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