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El debate ideológico sobre el ambiente (I)

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

Los temas ambientales siguen sin ser una prioridad en la agenda del desarrollo y de las políticas públicas que implementan los gobiernos, o si lo son es en forma más declarativa que real; tal parece que diversos factores inciden para que esta situación ocurra. En esencia lo que observamos es una relación nada armónica entre la naturaleza y la sociedad, de la cual resultan eventos y procesos que expresan un deterioro del ambiente, donde quizás el ejemplo más emblemático lo sea el calentamiento de la tierra por la alteración del sistema climático global.

Este fenómeno al que se le ha llamado cambio climático, actualmente se reconoce que es provocado principalmente por actividades humanas, particularmente por emisiones de gases de efecto de invernadero (dióxido de carbono y metano) derivadas del uso de combustibles fósiles y biomasa como fuente energética que moviliza la industria, la agricultura, los transportes, otras actividades productivas y las domésticas de las personas.

Pero aun cuando ya son múltiples las formas y escalas en que se expresa el deterioro ambiental, desde niveles planetarios como el citado cambio climático hasta aquellos que ocurren en la colonia, barrio o comunidad donde vivimos, los cuales se vienen documentando por científicos, hoy en día la mayor parte de los ciudadanos desconocemos en qué consisten esas expresiones y, peor que eso, hay quienes las niegan. Un ejemplo emblemático de esto último es la opinión de Donal Trump sobre la existencia del cambio climático.

El problema reside en que, desde el presidente de Estados Unidos hasta cualquier ciudadano común, diariamente todos estamos tomando decisiones o realizamos simples acciones que contribuyen a que los procesos de deterioro ambiental se acentúen: Trump se negó a ratificar los Acuerdos de París que suscribieron las naciones del orbe para reducir el calentamiento de la tierra, o cuando vemos que la gente desecha una botella de plástico y la tira en la calle.

¿Qué está sucediendo? Es obvio y así debemos reconocerlo, que formamos parte de una sociedad carente de la cultura ambiental que oriente y rija nuestras acciones, desde usar el agua en gran escala para actividades que provocan su escasez y pérdida de calidad como sucede en La Laguna, hasta decidir depositar esa botella de plástico en un sitio que no contamine.

Pero si Trump, el presidente de la nación más poderosa del orbe tiene ese nivel de cultura y toma decisiones trascendentales como rechazar los Acuerdos de París, desconoce y niega el cambio climático, o el ciudadano que tira esa botella sin saber el impacto contaminante de la misma, enfrentamos una situación preocupante que nos conduce a inducir un debate de ideas sobre la forma en que se gestionan, manejan o usan los recursos naturales y los procesos que esto implica.

El debate mencionado se ubica en el campo del discurso o la narrativa del desarrollo sostenible, que no es otra cosa que la búsqueda de opciones que hagan compatibles los procesos que ocurren en la naturaleza con los que se presentan en la sociedad. Finalmente, sostenibilidad o sustentabilidad es un concepto creado con fines éticos por Naciones Unidas o con fines científicos en la academia, cuyo fin es evitar que las acciones humanas inevitables como producir alimentos o materias primas, u otros bienes procesados de los que depende la vida de las personas, no provoquen impactos o alteraciones graves e irreversibles en el ambiente.

De ahí deriva la forma en que concebimos los recursos naturales, el agua, el aire, el suelo, la biodiversidad y la energía, y en sí todo el entorno que nos rodea al que se define como ambiente. Son bienes que la naturaleza nos provee para satisfacer nuestras necesidades de vida y, por tanto, no son bienes particulares sujetos a un uso indiscriminado por las personas sino bienes comunes que, además de satisfacer demandas de un proceso productivo o económico, satisfacen las necesidades vitales de la población humana y de otras especies.

Esta definición conceptual es clave para entender porque el dueño de un predio donde existe vegetación nativa no puede deforestarla, cambiar el uso del suelo sólo porque es su propietario, o extraer agua de la superficie o el subsuelo sólo porque la fuente donde mana se ubica dentro del predio que es de su propiedad, o cazar alguna especie silvestre o incluso manejar una especie doméstica de manera furtiva o arbitraria, cualquier uso que realice de esos recursos naturales debe sujetarse a una regulación que reduzca o mitigue los impactos ambientales.

Desconocer ese impacto no le acredita para realizar alguna actividad que lo provoca, y si ocurre un daño directo o colateral es responsable y por tanto debe ser sujeto de una sanción. Concebir los recursos naturales como bienes comunes es un principio fundamental para que las sociedades transiten de los estados actuales de disturbio ambiental que vivimos en una gran cantidad de casos, de una condición insostenible del desarrollo a otra que haga viable éste para el presente y el futuro de la población que habitamos en este planeta.

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