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Enfoque

El Periquillo y El Gallo; dos pícaros vigentes

RAÚL MUÑÓZ DE LEÓN

SEGUNDA PARTE

Juan Bautista Morales nació el 29 de agosto de 1788 en la minera, opulenta y colonial Ciudad de Guanajuato. Como los jóvenes de su época recibe clases de filosofía y latín.

En 1809, en la Ciudad de México, inicia estudios de Jurisprudencia en San Ildefonso, donde al mismo tiempo que se distingue por su aplicación, se ve agobiado por la miseria. Desde entonces muestra habilidad extraordinaria para la sátira y el epigrama. Aprende el idioma francés lo que le permite leer las obras políticas de los autores de esa época. En 1820 se titula de abogado y ejerce la profesión defendiendo a los pobres y desamparados.

Al proclamar Iturbide la Independencia ofrece sus servicios al caudillo de Iguala. Participó en la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México, el 27 de septiembre de 1821, como ayudante de Guadalupe Victoria. Fue admirador de Iturbide, pero no su partidario ideológico. Republicano decidido, combatió el Imperio, lo que le produjo persecución política y prisión.

Se declara enemigo de la dictadura de Santa Anna y no cesará de combatirlo hasta su muerte. Se une a Luis de la Rosa y Mariano Otero para fundar y dirigir El Siglo XIX, en 1841, periódico que será decidido vocero del pensamiento liberal y en el que surge El Gallo Pitagórico que marcará un hito no sólo en la historia literaria de esos días, sino en la permanencia de los valores humanos, del decoro y la dignidad, en tiempos en que el periodismo se caracteriza por la zalamería, la lisonja y la adulación al dictador. Zarco al referirse al Gallo afirma que "sus artículos fueron un verdadero acontecimiento por su gracia, su oportunidad y sobre todo por su audacia".

Daniel Moreno en su libro ya mencionado, dice: "En aquellos días, menguados para la historia patria, Morales es de los pocos que ven con claridad. El mismo año de 1842 publica en El Siglo XIX un artículo terrible que provoca la ira del Dictador, quien ordena su detención y lo conduce a la cárcel, no obstante la inmunidad que le daba su calidad de magistrado. Esa prisión revela la fuerza del atropellado: casi en triunfo es llevado a la cárcel y todos los que tácita o expresamente censuraban los desmanes de Santa Anna, realizan una manifestación espontánea y ruidosa en favor de la víctima..."

"De la prisión vuelve al El Siglo XIX; en el van apareciendo los diálogos entre Erasmo Luján (anagrama de Juan Morales) y el Gallo; en 1845 publica en forma de libro la primera edición de su más famosa obra. En los Diálogos, las víctimas de sus sátiras y burlas eran los ministros y favoritos de Santa Anna, provocando la risa de los lectores, porque como decía un escritor de la época: *A veces un epigrama, si es merecido, es un golpe más rudo que un pronunciamiento*.

DIÁLOGO ENTRE ERASMO LUJÁN Y EL GALLO

Ricos Improvisados

"G.- Helo aquí. Es un saco negro, con un cucurucho puntiagudo del propio color, y una varita.

E.- Se parece a los vestidos que sacan en las comedias los mágicos.

G.- Puntualmente es eso: un vestido para los encantadores.

E.- Pues qué, ¿los hay entre nosotros?

G.- Sí, señor, los hay, y a puños y a manojos.

E.- Siempre tú has de manifestar los resabios de las necesidades del paganismo.

G.- Tú y otros como tú son los necios. Se les meten las cosas por los ojos y no las ven. Dime: un hombre sin patrimonio, sin giro o negociación conocida, que no vemos que trabaje en nada, que siempre ha sido un arrancado, que cuando más disfruta de un sueldo que aun estirándolo mucho sólo alcanza para vivir con alguna comodidad, y que de la noche a la mañana aparece con fincas rústicas y urbanas, coches, muebles, vestidos, todo magnífico, y haciendo gastos de un príncipe: ¿no diremos que esto no puede ser sino por vía de encantamiento? Si estamos cansados de ver hombres hábiles y trabajadores que después de muchos años de fatiga apenas consiguen algún descanso para su vejez; ¿de qué manera explicaremos esos fenómenos de riqueza improvisada sino apelando a la magia y a los encantamientos?. . ."

Para comprender mejor la época en la que aparece y contra la que combate El Gallo Pitagórico, leamos la descripción que hace, el también autor de La Musa Callejera: "Lo más granado de la sociedad, lo eminente en el foro y en la Iglesia, en los destinos públicos y en el comercio, se entregaba al culto de Birján. Los curas de almas, con todo y prole, rodeaban la carpeta verde, lo mismo que el padre de familia y el comerciante celoso de su crédito. Había hacendado que se condenaba a privaciones todo el año, para darse el gusto de perder cuarenta o cincuenta mil pesos en la Pascua de San Agustín. El centro de esta orgía era la plaza, en que el grande edificio contenía nevería, fonda, partidas públicas y reservadas, y en el fondo, la gran plaza de gallos, en cuyas peleas se aventuraban cuantiosas sumas".

"Santa Anna era el alma de este emporio del desbarajuste y de la licencia. Era de verlo en la partida rodeado de los potentados del agio, dibujando el albur, tomado del dinero ajeno, confundido con empleados del tres al cuarto y aun de oficiales subalternos; pedía y no pagaba, se le celebraban como gracias trampas indignas, y cuando se creía que languidecía el juego, el bello sexo concedía sus sonrisas y acompañaba a Birján en sus torerías", expone Daniel Moreno, citando a Guillermo Prieto en sus Memorias.

El Gallo Pitagórico sigue teniendo un valor primordial para conocer una época tan agitada, a veces tan bochornosa, pero en la que Morales supo decir su terrible verdad., como cuando describe a ciertos funcionarios y profesionistas. Hay que leer el Gallo, releerlo con cuidado para revivir y conocer plenamente a los militares, a los famélicos empleados de gobierno de entonces; para no olvidar las asonadas vergonzantes y bochornosas, la vida social de una época en decadencia. Juan Bautista Morales es un testigo insobornable y en sus páginas habremos de ver la mejor descripción de aquellos galleros gobernantes, de aquellos curas sicofantes, de aquellas niñas casaderas o "viuderas" y, sobre todo ello, una opinión no menos sugestiva sobre ingleses, franceses, angloamericanos, (yanquis diríamos hoy), y mexicanos de la época.

La reedición de 1991, de la Biblioteca del Estudiante Universitario de la Universidad Nacional Autónoma de México, contiene un estudio preliminar de Mauricio Magdaleno, sobre la obra tema de este Enfoque, en el que expresa: "Yo no sé hasta qué punto deba pronunciarme por la calidad mexicana de las esencias del Gallo Pitagórico, pero si debo asegurar que se trata de lo más garrudo y lo más fibroso que ha producido en México la protesta contra el deshonor nacional. En las patrias corroídas por el abuso repugnante de todos los fraudes, no es de extrañar que la voz del que ame realmente a su suelo se cargue de esta feroz requisitoria del Gallo Pitagórico, latigazo de lumbre aplicado como un cauterio a la sustancia enferma de México. Grito de patriota, si los hay, y documento irremplazable de una hora aciaga cuyos alcances no han caducado aun".

"El Gallo Pitagórico es el panfleto más brillante y original que se ha escrito en la república. Juan Bautista Morales lo echó, como una tea, en lo más hondo, en lo más terrible de su época, entre la huida de Santa Anna en diciembre de 1844 y su público vituperio y la invasión norteamericana. Muy pocas veces como entonces ha hervido a una más alta presión el destino de México. Nacía la República entre llamaradas y el puño audaz de los caudillos era la única e indiscutida ley en el bramar de la anarquía y las pasiones desencadenadas... Encarnación magnífica y legítima del caos, Santa Anna -el pillo más mexicano que se haya encaramado a la jineta sobre su país todo y el que más incienso respiró de su pueblo- da el pulso más verdadero de ese cuarto de siglo clamoroso".

La temática del Gallo son los diálogos que Erasmo Luján sostiene con un gallo que se encuentra accidentalmente, el cual compra después de rogar a su dueño que se lo vendiese, pagando por él un buen precio.

Sorprendido Erasmo de oírlo hablar, el altivo rey del corral, le pregunta: ¿Eres tú Erasmo Luján? Yo soy el mismo, un servidor de usted; a lo que me contestó: Yo lo quiero ser tuyo, y aun tu amigo si me lo permites; no te espantes de que me oigas hablar, llévame a tu casa, y cuando aclares este misterio cesará tu sorpresa.

"Lo coloqué en mi propio gabinete, le puse una cazuelita con maíz y otra llena de agua limpia, y me contó su historia en los términos siguientes: *Dentro de este gallo que tienes delante, está encerrada el alma de Pitágoras. . . Ustedes los ignorantes siempre se burlan de lo que no entienden. ¿Pues cómo, le dije, has venido a dar a este país? Te lo diré brevemente, me respondió. Cansado de animar cuerpos de griegos, viéndolos que ya ni aun sombras son de lo que fueron mis contemporáneos, determiné viajar por la Europa culta, habitando en cuerpos de individuos de varias naciones. Oí decir que los ingleses eran los mayores filósofos de estos tiempos modernos. . .*

Esta es una visión parcial, restringida, incompleta, del Gallo; ojalá sea motivo para leer el libro, o releerlo si ya lo hizo; para comprender la grandeza del autor y su obra, tan menospreciado uno, como desdeñada la otra, por historiadores y literatos.

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