ESCUCHAR, DISCERNIR, VIVIR LA LLAMADA DEL SEÑOR
Desarrollar un discernimiento válido es fundamental para ejercer nuestra libertad y con ella poner en acción nuestro ser de personas. La vida y las decisiones que la implican directamente tienen un valor central. Discernir es decidir con la voluntad lo que se va a hacer, después de analizar las diversas opciones. Esto se aplica a las diversas áreas de nuestra vida, simplemente porque es vida humana, vida de personas libres que actúan y se hace persona al ejercer su libertad. Así la elección de una vocación, de un estado de vida, de una profesión o carrera, deben ser frutos de un correcto discernimiento. Una mala elección hecha sin libertad, sin consulta, sin pensar, sería de consecuencias funestas. Ése mismo cuidado debe ser usado para la elección de representantes políticos o para decisiones económicas y financieras.
Es cierto que hay muchas limitaciones a nuestra libertad y muchas influencias e intereses que pueden llevarnos a elecciones erróneas. La formación de la conciencia no consiste sólo en un "silogismo en bárbara" (Premisa mayor, premisa menor, conclusión), sino que requiere muchos elementos y variables a considerar para la valoración de los diversos elementos que en cada situación concreta entran en juego.
Hoy los mexicanos estamos por tomar una decisión electoral muy importante y equivocarnos será un error de cuyos efectos seremos responsables.
Tener una visión plena del mundo y valorar sabiamente no será fácil, deberá estar libre de criterios egoístas, mezquinos o parciales; libre de arrebatos, resentimientos o venganzas. Para discernir necesitamos información, pero lo que está detrás de las opiniones, noticias y declaraciones en vez de ayudar, obstaculizan la búsqueda de la verdad tergiversándola, escondiéndola o manipulándola. ¿Cuáles fuentes son verdaderamente confiables? La información oficial y los medios de comunicación no son imparciales como deberían, por lo que habrá que leer entre líneas con sabiduría y sagacidad lo que se nos ofrece. La conciencia decide por sí misma, es parte de su dignidad, pero no ha hacerlo sin formarse e informarse. Conciencia viene de los vocablos latinos: "cum" y "scire" que significa "conocer" "con"; un conciencia que decide sin abrirse a los demás es errónea en sí misma.
Para un creyente, hay una ayuda extra para poder ejercer su elección libre: la fe vivida en la comunión eclesial es determinante para tener una visión plena del mundo y del hombre, y valorar los diversos elementos que se presentan. Sólo Cristo revela al hombre el sentido pleno de su existencia. Su vocación sobrenatural le revela la grandeza y el gran valor que tiene la vida humana, incluso en su fase temporal. No hay duda que la cultura cristiana es una verdadera fuente de sabiduría muy útil para el discernimiento, pero Cristo nos da algo más: su propio Espíritu.
La ley fundamental y exigente del amor al prójimo, necesita saber cómo proceder en concreto y en la práctica, para salvar y asegurar los principios irrenunciables de un comportamiento que pretenda ser auténticamente humano y coherente con las exigencias de la fe. La respuesta es el discernimiento personal para saber cuál es la voluntad de Dios, que representa a un tiempo la más completa liberación interior y la exigencia más radical: la actitud del verdadero amor a los demás.
Un cristiano es, en principio, un hombre con opciones a favor del hombre. Una presencia de actitudes básicas que lo llaman a vivir el amor. Si carece de estas actitudes, (cosa que por desgracia sucede), la decisión que tome será basada en otras motivaciones, tal vez egoístas; manipulará todos los medios del discernimiento (normas, leyes, principios, datos, procedimientos, estadísticas, etc.) hacia esos intereses carentes de amor. La elección adecuada, aún basados en normas concretas, será viciada desde el origen, aún incluso tomadas con la etiqueta de "cristianas". En este sentido el Espíritu de Cristo actúa mejor en cristianos anónimos o ignorantes que se dejan guiar por él, movidos por el Espíritu de Cristo, el Espíritu de su Amor. Precisamente la elección de cosas personales, sociales o políticas será resuelta en la alegría de quien tiene a Dios en él.
Es verdad. Muchas veces se decide mal, por la falta de una formación e información que ayude a emplear correctamente los medios para discernir, o no se comprende la gravedad de cada decisión. Es por eso que hay que desenmascarar los engaños y mentiras y emplear todos los medios posibles ante las encrucijadas que comportan la responsabilidad de discernir. Formar nuestra conciencia ayudados de los demás y ayudar a los demás a formar la suya; no para decidir por otros o que otros decidan por mi, sino para que cada uno decida por sí mismo lo mejor posible (aunque no coincida con la decisión de quien lo ayuda), conservando su dignidad y respetando su conciencia. El relativismo e individualismo se cierran a la verdad.
Una toma de conciencia de los valores trascendentes son el origen del discernimiento concreto que, poco a poco, a medida que más se acerca a Dios, va adquiriendo su dignidad. Se realiza una experiencia espiritual única e irrepetible; personal pero también del otro y del Otro. La persona, aún sin saber tantas cosas, toma decisiones verdaderamente sabias porque tiene esa experiencia espiritual. La conciencia de su existencia y la de los otros determina las decisiones, basadas en el amor al otro. En resumen: el discernimiento cristiano es fruto de la experiencia del amor hacia los demás, que se traduce en conocimiento práctico y en sensibilidad para descubrir lo que agrada a Dios.
Necesitamos escuchar, discernir y vivir esa llamada a ser protagonistas de la historia única y original que Dios quiere escribir con nosotros; necesitamos superar las tentaciones de la ideología y del fatalismo y descubrir desde dentro hacia dónde ir, asumiendo el riesgo de hacer una elección.
Por: Arturo Macías Pedroza
