Más allá de las ocurrencias, arranques y exabruptos del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, su gobierno representa un punto de inflexión, no sólo para la superpotencia mundial, también para el mundo y para las relaciones bilaterales con México. Si 2017 dejó en claro que nada estaba escrito en cuanto a la política exterior y comercial de la Unión Americana, 2018 va configurando un nuevo escenario mundial en donde las antiguas alianzas se encuentran en profunda crisis. En cuestión de meses, Trump ha evidenciado cuáles son las nuevas prioridades de Washington, que están por encima de cualquier vínculo histórico por más fuerte que sea.
La guerra comercial contra sus socios tradicionales y contra China; el endurecimiento de la política migratoria; la práctica cancelación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte; la renuencia a volver al Pacto de París por el clima; la reactivación de fuentes contaminantes de energía; la ruptura unilateral del acuerdo nuclear con Irán; la apertura de la embajada estadounidense en Jerusalén; la fisura en el Grupo de los Siete, y las deferencias inexplicables hacia el líder Norcoreano Kim Jong-un, plantean un panorama que dista de ser un mero conjunto de caprichos.
Los Estados Unidos de Trump no creen más en el multilateralismo ni en las instituciones de gobernanza mundial creadas por ellos mismos. Todas las decisiones hoy son unilaterales o, cuando mucho, bilaterales, pero bajo premisas de suma cero. Los Estados Unidos de Trump valoran más hoy el acercamiento con líderes autócratas que con estados democráticos. Han cambiado la bandera del libre comercio internacional por la del proteccionismo a cualquier costo, incluso el de romper la Alianza Atlántica, garante de la llamada “pax americana”.
Los Estados Unidos de Trump, nación de inmigrantes, como nunca le dan la espalda a su pasado al elevar la xenofobia al nivel de política de Estado. El insulto hacia sus principales socios, que son también sus más próximos vecinos, ya no es la excepción, sino la regla. La política exterior, al menos en Oriente Medio, es ahora una copia fiel de la política del Estado de Israel bajo el sionismo radical de Benjamin Netanyahu. En el contexto, decenas de embajadas estadounidenses siguen acéfalas como muestra del abandono de la otrora prestigiosa diplomacia norteamericana.
En el horizonte, se asoman ya los nubarrones. La nueva doctrina nuclear de los Estados Unidos flexibiliza los motivos de una posible respuesta atómica y abre el camino a una nueva carrera armamentista con Rusia y China. Y son precisamente estos dos países los focos principales de la nueva doctrina de seguridad nacional de Washington, que ve en ellos a los principales rivales en el juego geopolítico del siglo XXI. Lo que no queda claro es cómo piensa la potencia americana hacerles frente sin el apoyo de sus aliados tradicionales.
Y en lo económico también hay nubes grises. El Fondo Monetario Internacional acaba de encender sus focos amarillos sobre la economía de Estados Unidos y del mundo entero por tres causas principalmente: la creciente e insostenible deuda pública norteamericana; la imposición de aranceles a las importaciones y el consecuente freno al libre comercio, y los enormes estímulos fiscales a los grandes contribuyentes, pero no así a los de ingreso medio. El agresivo nacionalismo elitista de Trump está cambiando Estados Unidos y el mundo. ¿Estará preparado el próximo presidente de México para hacer frente a los desafíos que la nueva realidad internacional plantea?
