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Democracia en riesgo

Con/sinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

Síntoma inequívoco de que no comprendemos de qué trata la democracia es que estamos muy convencidos de que implica una competencia tras la que debe haber ganadores y perdedores. Los adversarios políticos no pueden perder esa condición. El triunfo sobre ellos no es un medio sino el único fin. Y se vale utilizar cualquier instrumento para lograrlo.

Inmersos en esa dinámica, los electores se afanan por estar en el lado ganador. Su participación no intenta encontrar la mejor opción sino demostrar lo buena que es su decisión previamente tomada. No se buscan argumentos para elegir; en general se usan para promover la preferencia personal. Los procesos electorales se viven con gran pasión y emotivismo, en algo que se parece más a un espectáculo deportivo que a un asunto relacionado con el bienestar común.

No nos es fácil pensar en resultados que resulten benéficos para todos. Se celebran los triunfos electorales tanto como las derrotas de quienes apostaban por una opción distinta. La victoria se lee más en términos de "haber tenido la razón" que en función de las consecuencias para el país. El triunfo se experimenta como propio y la democracia queda reducida a eso: al acto de ganar una elección.

En un escenario así es difícil pensar en que la credibilidad de las instituciones relacionadas con los procesos electorales se pueda sostener. Su papel queda reducido al de ser un árbitro cuyas decisiones siempre serán susceptibles de ser cuestionadas, aunque no se cuente con los elementos necesarios para hacerlo. Además, como sus funciones las desempeñarán personas que fueron educadas bajo las mismas lógicas que el resto de la ciudadanía, no será difícil que algunas de ellas caigan en la tentación de intentar favorecer a "sus colores", bajo una idea de legitimidad que, en otras condiciones, sería inaceptable.

Por su parte, los partidos políticos y sus candidatos no ven otra vía que la del descaro. Son capaces de cualquier cosa que, según sus cálculos, los conduzca a la victoria. En el intento, se dan cuenta que la competencia por sí misma es un negocio. Las toneladas de recursos que reciben se multiplican y crecen en la medida en que se generaliza la idea de que, lo único que hace a la democracia ser, son los procesos electorales.

Es altamente probable que mi descripción no encaje del todo con la realidad mexicana. Pero en tanto aproximación debería preocuparnos, porque el debilitamiento del sistema democrático supone consecuencias indeseables que estamos comenzando a vivir. Los 114 candidatos a cargos de elección asesinados; el hecho de que en distintas zonas del país sea el crimen organizado el que dicta las reglas y; la normalización de los insultos y las agresiones contra quienes piensan distinto, son señales que deberían prender las alertas y que nos deberían llevar a reflexionar, seriamente, sobre el sentido de nuestra democracia en riesgo.

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