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Crisis de abasto de agua para la población

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

La ola de calor que enfrentamos en estos días ha generado tensión social y política en la región, particularmente se ha manifestado en Torreón con protestas de colonos, pero también en algunos otros municipios al grado de que se ha tenido que suministrar agua a la población mediante pipas, como ocurre en Tlahualilo. Se habla de una crisis de abasto de agua.

Quizás esta problemática debemos visualizarla en dos dimensiones. La primera, como un asunto coyuntural derivado de la elevación de la temperatura durante los últimos días de Mayo e inicios de junio que incrementaron la demanda de agua para uso doméstico, situación a la que se han atribuido diversas causas: que no se dio mantenimiento a los equipos de bombeo, que hubo apagones provocados por la Comisión Federal de Electricidad, que los volúmenes bombeados no son suficientes para cubrir esa demanda, que las redes de distribución urbana son obsoletas, etc.

Las afirmaciones pueden ser verdades parciales, lo cierto es que el problema rebasó las capacidades de los organismos operadores y, ante la imposibilidad de satisfacer esa demanda, la gente protestó y esta protesta es legítima porque no se le satisfizo un servicio público básico; es posible que ante esta inconformidad genuina se atizara la confrontación electoral con acusaciones entre los partidos políticos y sus candidatos, polémica que debe verse a fondo, ya que la problemática hídrica es un asunto que rebasa cualquier coyuntura electoral.

Dicho conflicto lo que refleja es la existencia de dos rezagos estructurales. Por un lado, el que existe en los sistemas de abasto de agua potable en las áreas urbanas (y rurales) de La Laguna: están obsoletos, tienen niveles de eficiencia física alrededor del 50%, es decir, de cada litro extraído de los pozos de bombeo sale medio litro en las llaves de las viviendas. Pero también existen ineficiencias comerciales: de cada peso que se factura sólo se cobra una parte del mismo; aunado a esto los organismos operadores arrastran pasivos que les dificultan un funcionamiento sano en términos financieros, comúnmente arrastran números rojos.

Tal rezago obedece a la desatención, mala gestión u otras razones que se acumularon durante décadas a que fueron sujetas, por ello resultan obsoletas; la ineficiencia en las redes de distribución urbana se origina en su antigüedad y caducidad, sólo se modernizan parcialmente conforme brotan los problemas puntuales, algo similar a lo que ocurre en los sistemas de saneamiento cuando tenemos lluvias torrenciales que inundan y saturan los sistemas de drenaje sanitario, ya que se carece de drenajes pluviales.

Por otro lado, existe el rezago estructural de sobreexplotación, sobreconcesión y contaminación de los acuíferos de donde nos abastecemos de agua para uso urbano-doméstico, un problema crónico que no se ha atendido debidamente y repercute porque los abatimientos son cada vez mayores, disminuyendo la disponibilidad y calidad del agua bombeada del subsuelo. Mientras los grandes usuarios del agua que extraen volúmenes mayores a los que se recargan no realicen un uso sostenible de este recurso será materialmente imposible asegurar esa mayor disponibilidad y crear reservas de agua para el futuro.

Lo que observamos en la región es que la política pública en materia hídrica ha priorizado la atención de los usos agropecuarios al destinarle, también por muchos años, inversiones para subsidiar la tecnificación del riego en los cultivos como principal apuesta para aumentar la eficiencia en el uso del agua. Las ciudades han crecido y lo han hecho de manera desordenada (como la mayor parte de las áreas urbanas de México, en particular las llamadas zonas metropolitanas), las cuales apenas están realizando sus ordenamientos ecológicos territoriales para regular los usos del suelo y poder planificar mejor su expansión urbana, y con ello la asignación de servicios como los propios de abasto de agua doméstica.

La desatención de ambos rezagos, los deficientes servicios de abasto de agua para la población y la no regulación de las extracciones para uso agrícola, son problemas que se volverán cíclicos cada vez que ocurran situaciones como la actual. Habrá que entender que el aumento en las temperaturas, pronóstico irreversible derivado del cambio climático, inevitablemente incrementará la demanda de agua y la tensión resurgirá, de ahí que la solución planteada por los gobiernos locales de perforar nuevos pozos de los que se extraerá agua para abastecer a la población, es una alternativa que sólo pospone las soluciones de fondo a dichos problemas, trasmitiéndolos a las siguientes administraciones de los gobiernos locales y de las generaciones de laguneros.

Debemos insistir que la no resolución de estos problemas estructurales trunca el desarrollo económico y social de nuestra región, la hace poco atractiva para futuras inversiones y la residencia de la población, por ello debemos apostarle a, primero recuperar el balance hidráulico entre extracción y recarga, y posteriormente crear reservas de agua en los acuíferos que nos abastecen. Creemos que en La Laguna no deben ocurrir crisis de abasto como la que estamos sufriendo, y eso es posible, sólo falta que se atiendan estos problemas como prioridades de la política pública desde los tres niveles de gobierno para asignar los recursos públicos determinando que estos son temas prioritarios del desarrollo local.

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