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Pienso, luego elijo; elijo, luego exijo tiempo de calor; tiempo de elecciones

RAÚL MUÑÓZ DE LEÓN

Ingenio festivo y mordaz es el del mexicano: afronta las situaciones más difíciles y complicadas que se le presentan con espíritu estoico, con ánimo temerario y se ríe de sus propias desgracias.

Pero en el tema de la política debemos considerar con toda seriedad el proceso electoral y participar en la ya inminente jornada del próximo primero de julio; no lo veamos con indiferencia o despreocupación.

Ejerciendo el derecho a votar, que es al mismo tiempo una obligación, deriva a nuestro favor, como electores que somos, la correlativa facultad de exigir a quienes hayan triunfado que den cumplimiento a los compromisos adquiridos cuando fueron candidatos, o que simplemente lo hayan prometido de manera unilateral.

Así se fortalece la democracia y se enriquece el sistema político, que ya necesita una revisión urgente para hacer los ajustes y modificaciones que la realidad sociopolítica impone. La participación tiene que darse, porque así lo exigen la realidad y la razón. Urge una reforma del Estado.

Afortunadamente pasaron los tiempos, en que no era necesaria la votación popular para que la elección se llevara a cabo y hubiese un triunfador, como lo relata aquel cuento muy conocido de don Ignacio, comisariado ejidal de un poblado rural que lo mismo puede ser del municipio de Tlahualilo, que de San Pedro del Gallo, de Tamazula, de Santa Clara o de cualquier otro municipio, que fungió como presidente de casilla; la ley electoral ordena que las casillas se abran a la 8 horas y se cierren a las 18; salvo que ya hayan votado todos los de la lista.

Pero don Ignacio, presidente de la casilla, "por sus pistolas" la cerró a las 16 horas sin haber sufragado los enlistados, y cuando don Néstor, votante del sector, se presentó a las 17.50 horas a votar, el presidente de la casilla le dijo que ya estaba cerrada, porque ya habían votado todos. Sorprendido don Néstor pregunta: ¿Y yo, también ya voté? También usted, le contesta; se atreve a preguntar otra vez: ¿Y por quién voté? Pero, don Néstor, le dice don Ignacio: ¿Qué no sabe usted que el voto es secreto?

Así se daban las cosas, todavía por los años setenta y ochenta del pasado siglo, cuando no había la participación ciudadana. Hay que votar, para poder exigir. Pero fijémonos bien por quien o por cual vamos a emitir nuestro voto. Examinemos cuáles son sus atributos o cualidades que lo hacen merecedor de nuestra confianza, o cuales sus vicios y defectos que motiven que lo rechacemos. El voto es el arma con la cual pelea y se defiende el ciudadano.

Parafraseando a Renato Descartes, filósofo francés que basó su Sistema de la Duda Metódica en el "Pienso, luego dudo; dudo, luego existo", puede ser aplicable al presente proceso electoral, atribuible al ciudadano que vota, el siguiente pensamiento versificado:

"Pienso, luego elijo;

Elijo, luego exijo;

Pero al votar, me fijo;

Al que votaré no sea "jijo".

Por esta regla me rijo;

Si me equivoco, corrijo;

No es causa de regocijo

Así se lo enseño a mi hijo;

Y le explico quien lo dijo;

Es la "neta", no es acertijo:

Si el asunto es áspero, lo lijo

Como testigo está un crucifijo!

Temperaturas extremadamente elevadas estamos sufriendo los laguneros, como los habitantes de otras partes de la República. Dicen los que saben, que estos intensos "calores" son manifestación del cambio climático. Ojalá que el termómetro político registrara también altas temperaturas, y éstas se manifestaran en propuestas viables de los aspirantes a la presidencia de la República, pues a escasas tres semanas del día de la elección, las campañas se han caracterizado por el ataque y la descalificación entre los candidatos, sin que haya una sola propuesta o simple declaración de cómo resolver la problemática nacional y se busque dar respuesta oportuna y eficaz a la demanda ciudadana.

Que diga un candidato, por ejemplo, qué propone para abatir precisamente esta intensa onda calorífera, o por lo menos, cómo mitigar sus perjudiciales efectos. Cuál es su proyecto para solucionar el desabasto de agua potable; como llevarla a las comunidades, sobre todo las rurales, en los que no hay una gota de agua para satisfacer las necesidades más urgentes y apremiantes: beber para satisfacer la sed, el aseo corporal, el aseo de la vivienda, el lavado de ropa, ya no se diga regar las plantas en maceta o el jardín, si lo tienen.

Ya puede uno imaginarse la situación que se vive en muchos hogares laguneros: familias hacinadas en cuartos estrechos, con este fuerte calor y con absoluta falta de agua, tan necesaria e indispensable, que por algo la llamamos el vital elemento, o decimos "el agua es vida". Y ningún candidato haciendo una oferta para solucionar el problema. ¿A poco no? Y así quieren que votes por ellos. ¡Sólo porque posan en fotografías sonriendo, y quieren hacerse los simpáticos, o hacen ofrecimientos descabellados e inviables, o cuentan un chiste soso y estúpido! Porque hasta para contar chistes hay que tener gracia y talento.

No queremos un presidente fotogénico, ni que sea cómico, con ofertas demagógicas, o que sea bien parecido. México necesita un presidente de la República, valiente, talentoso, honesto, patriota, no "patriotero" comprometido y cumplidor. Que vea los problemas en su exacta dimensión y aplique el tratamiento, la medicina o la cirugía adecuada. Como dice la sabia filosofía popular: "según el sapo es la pedrada" y "a grandes males, grandes remedios". ¡Que no quiera curar con aspirinas, una enfermedad social que requiere de cirugía, y a veces cirugía mayor!

Aceptemos que nuestra Comarca Lagunera, históricamente ha sido calurosa: de temperatura extremosa: ardiente en verano y gélida en invierno. Y sin embargo, aquí hemos vivido los laguneros trabajando y construyendo. En nuestra época escolar asistíamos a clases en dos turnos: matutino, de nueve de la mañana a una de la tarde; y vespertino, de tres a 6 de la tarde. Después de comer, regresábamos a la escuela a las tres de la tarde, con un calor insoportable, en aulas que no contaban con refrigeración de ningún tipo. Y estudiábamos, hacíamos tareas y aprendíamos. Así fue en la primaria, en la secundaria y aún en la preparatoria. Y no había quejas, ni de alumnos, ni de profesores. Y, si las había, en eso quedaban: ¡en simples quejas!

Por eso dije al inicio de este Enfoque que enfrentamos las adversidades con estoicismo y salimos adelante.

Laguna caliente es y ha sido, pues, nuestra tierra. En mis años estudiantiles de secundaria y bachillerato tuve un gran amigo: Hilario López Aguirre. En reunión de amigos, por aquellos días de verano ardiente, cuando en la plática salía el tema del calor, que entonces como ahora sufríamos, Hilario comentaba que en cierta ocasión un famoso escritor y poeta hizo una visita en el mes de junio, mes caluroso, a la Comarca Lagunera con el propósito de dictar una conferencia y realizar otras actividades de carácter literario. Al terminar su visita y despedirse de sus anfitriones, éstos le pidieron que expresara en un verso rimado, la impresión que le produjo esta tierra, y entre broma y seriedad, provocando la risa de los concurrentes, así se expresó el distinguido poeta:

"Cerros secos y pelones,

Tajos llenos de cagada;

Una bola de cabrones

Y un calor de la chingada".*

Hilario López Aguirre fue uno de los más finos y elegantes oradores que han tenido y dado Gómez Palacio, La Laguna y Durango. Un verdadero tribuno, de oratoria candente en contra del imperialismo norteamearicano y del sistema capitalista; fustigaba en sus discursos las injusticias de los poderosos sobre los débiles y los abusos del gobierno sobre el pueblo. Brillante, talentoso, a quien se le auguraba un futuro exitoso en el campo de la política y el ejercicio de la abogacía. En la Universidad Juárez del Estado de Durango hizo su carrera de Licenciado en Derecho. Contrajo matrimonio en aquella ciudad con una dama de la sociedad duranguense, quien fuera Reyna de los Festejos del IV Centenario en 1962, hija de un General, Comandante de la Zona Militar; fue Agente del Ministerio Público Federal y apuntaba para una exitosa carrera política.

Algo sucedió en la vida de este connotado gomezpalatino, que después de triunfar en la ciudad capital del Estado, regresó a su tierra natal en 1970, aproximadamente, desempeñando algunos cargos modestos; a él le escuché decir en un discurso, refiriéndose a Gómez Palacio, motivado quizá por la nostalgia: "Nada ha cambiado: tus mujeres morenas y esbeltas como espigas maduras, y tu tierra, generosa y fecunda, casi siempre bañada por los rayos del sol, tampoco han cambiado. . ."; lamentablemente, cayó en las redes del alcoholismo, enfermedad que terminó con su vida. ¡Qué pena! Pero fue brillante y destacado; tenía prolongadas etapas de sobriedad, en las que demostraba su inteligencia y talento.

*Ignoro si la materia de tal anécdota es real o ficticia; la describo como la escuché, sin sustituir los adjetivos que algunos pueden considerar vulgares o groseros, para no quitarle sustancia al verso.

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