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Aranceles, guerra y elecciones

JULIO FAESLER

Son dos los temas que conviene tratar. El primero será sobre las cuestiones de comercio exterior que están en el horno y el segundo se refiere a la estrategia ciudadana en las elecciones presidenciales que se avecinan.

Es obvio que la cuestión de los aranceles de 25 y 10% que impuso el Presidente Trump a los aceros y aluminios mexicanos, canadienses y de otros países justifican las represalias con las muy correctamente ha respondido nuestro país y por su parte Canadá y la Unión Europea.

Dichas medidas bien pueden ser la puerta de entrada a una pesada guerra comercial de dimensión mundial reflejando el clima de desconcierto que existe en el ambiente y que es precisamente el que propicie mayores estragos en la economía internacional y que es, lo que menos favorecería a las mayorías populares.

Desde luego para los Estados Unidos este conflicto que podría verse como menor, salvo sus ventajas electorales, surge con una increíble irracionalidad. Es inexplicable la agresividad de Donald Trump. Resulta una humorada completamente disfuncional ya que se hace en medio de una fase notoriamente positiva del ciclo económico norteamericano: altos rendimientos y bajo desempleo e incluso un PIB en ascenso.

Como se ha dicho y escrito innúmeras veces el imponer las tarifas protectoras tiene por el contrario un efecto destructor. Las importaciones que llegan de países de cosos inferiores a los propios tienen la virtud de enfrentar al productor de casa a la realidad y obligarlo a poner cualquier remedio que haya a la mano.

Haya sido como haya sido, el hecho es que tenemos una verdadera batería de acuerdos comerciales, más de 22, lo que algunos observadores estiman excesivos, que debemos aprovechar para contar con mercados extranjeros para nuestros productos. Habrá que tener cuidado al operar dichos tratados que la "Cláusula de Nación Más Favorecida", que siempre contienen, funcione en nuestro favor abriéndonos los mercados a que esos TLC se refieren. De no tener bien estudiada la estrategia, esos instrumentos podrían seguir teniendo el efecto de abrir nuestro mercado a los productos de nuestros socios sin obtener nada a cambio. Es esto lo que critican los que se manifiestan en contra de firmar más acuerdos.

Por otra parte, hay que tener los pies bien plantados en el suelo para prepararnos para el muy prolongado proceso que hemos iniciado en la OMC en son de queja contra los Estados Unidos. Las quejas en dicha organización internacional, sucesora del viejo GATT, requieren ser examinadas y justificadas por mesas o paneles de revisión y conciliación cuyos miembros son elegidos por las partes, incluyendo la que es acusada, lo que suele trabar hasta por años llegar a la decisión esperada.

Otra faceta que no hay que despreciar, son los efectos de los aranceles impuestos por Trump en el público norteamericano que será afectado adversamente con el alza de precios de los aceros y aluminios recién gravados. Son los consumidores, industriales y demás, los que tienen la posibilidad de presionar a sus diputados y senadores para que frenen o incluso anulen las decisiones del presidente norteamericano por haber aplicado barreras arancelarias sin las necesarias consultas previas. Mas aun por abusar del poder que le confirió el Congreso.

De hecho, el día de ayer fue presentada una iniciativa de ley suscrita por un grupo de legisladores, 4 demócratas y 5 republicanos, con el propósito de detener la acción directa y personal del jefe del ejecutivo que impuso aranceles sin la previa discusión y aprobación legislativa. Quien encabeza la lista de promotores es el presidente de la poderosa comisión de asuntos internacionales del Senado.

La iniciativa mencionada es extremadamente oportuna y refleja las muchas inquietudes que todos comparten en el vecino país y que hacen muy necesaria una acción correctora efectiva en momentos en que el Presidente Trump viene actuando en este asunto, como en muchos otros, de manera impulsiva e inconsulta. Se trata de ponerle límites a Trump y condicionar las facultades que irónicamente le cedió el mismo Congreso, y que están llevando a Estados Unidos a muy graves confrontaciones con los únicos aliados que tienen.

Todo lo anterior confirma que, como teníamos previsto desde hace mucho tiempo, las previsibles arbitrariedades del presidente Trump se verían varadas, tarde o temprano, en las espesas melazas y arenas movedizas del Capitolio. Los gobiernos razonablemente democráticos cuentan con un sinfín de instrumentos político-administrativos, tinglados de disposiciones que, sagazmente empleados impiden el abuso exagerado o prolongado del poder presidencial.

No hay que temer lo que suceda en México en lo que se refiere a la suerte del TLCAN. Pasado el dos de julio, cuando ya deberemos saber quien ganó la justa electoral, podremos ver que en el TLCAN la cosas podrán seguir en su estado actual. Cualquiera decisión que se tome tendrá se regirá por el articulado del propio acuerdo aun en vigor, en paralelo con las gestiones ante la OMC.

Hay la posibilidad de que Donald Trump decida retirar su país del acuerdo trilateral lo que, abrirá un período de varios meses en los que seguiría todavía en vigor su articulado conforme a la letra de su texto. En esta eventualidad podríamos emprender con Canadá acciones para mantener vivo el TLCAN en cuanto a los compromisos entre solo los dos países. De ninguna manera se aceptará la propuesta de Trump de sustituir el Acuerdo con arreglos bilaterales con su país. El multilateralismo prevalecerá como lo ha sido hasta ahora, salvo, naturalmente, lo que disponga el próximo ocupante del despacho presidencial mexicana. Todas estas complicaciones provocadas por el infantil presidente que los estadunidenses se recetaron nos confirman la importancia de fortalecer al máximo, y con urgencia, la producción interna de México, agrícola e industrial, para no seguir débiles y vulnerables a los caprichos de otros.

El segundo gran asunto anunciado al inicio de este artículo tiene una relación directa con la urgencia de fortalecer a México. Si la ciudadanía de veras quiere evitar que AMLO, primer lugar en las preferencias, gane la presidencia, habrá que votar por aquel candidato que se encuentre en segundo lugar en las encuestas. Si la mayor parte del electorado vota así, el segundo pasará a primero y los que no quieren a AMLO ganarán.

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Escrito en: Editorial Julio Faesler

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