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¿Por qué AMLO es el mesías esperado?

DAVID PÉREZ

En un México apocalíptico, donde jóvenes son disueltos en ácido, donde no se conoce el paradero de por lo menos 37 mil personas, con investigaciones periodísticas sobre corrupción que son premiadas en el extranjero y que a nivel nacional no tienen mayor impacto; y en la región, a pesar del cambio de partido político en la administración municipal se gastaron 2 millones de pesos en una pintura que se borró en días, y en días de más de 40 grados se mantiene a sectores de la población sin agua, todo sin que pase "nada", y la vida ordinaria transcurre "normal", entonces es posible la necesidad de un mesías.

La actual versión de AMLO como mesías nacional es en buena medida resultado de las pésimas prácticas de la función pública de sus opositores políticos. De forma inmediata se puede responsabilizar a esos que lo atacan, élites políticas y económicas, por lo que hicieron con su capacidad de influencia en el país durante décadas, de formar tal que un canto de sirenas morenas se convirtiera en la única esperanza de salvación. Sin pasar eso por alto, es necesario llevar el análisis más al fondo. El peje-mesianismo también responde a una forma histórica de articular el poder y de organización social.

Entre la década de 1910 y 1920 se vivió una serie de conflictos armados internos que posteriormente conocimos como movimiento de la revolución mexicana. Uno de los orígenes del conflicto responde al ámbito político. Porfirio Díaz ejerció el poder bajo la forma de una democracia simulada durante treinta y un años. A partir de 1911 se realizan elecciones sin la participación de Díaz, sin embargo, no existió una mediana estabilidad política hasta la promulgación de la Constitución de 1917.

Como resultado del proceso de estabilización surgió el periodo de setenta y un años de gobierno del PRI. Sin embargo, este periodo no es homogéneo. Una serie de actores y factores nacionales e internacionales se correlacionan creando un proceso lleno de matices. La interacción de estos elementos es sintetizada por Lorenzo Meyer de la siguiente forma: "Históricamente, el Estado mexicano había contado con un alto grado de autonomía porque las sociedades civil y política habían permanecido relativamente débiles desde la consolidación de la sociedad colonial. Un Estado económicamente poderoso había desempeñado el papel histórico central en el siglo XX mexicano. En contraste, después de 1982, ese Estado empezó a transferir sus responsabilidades económicas -y también sus privilegios- a la empresa privada. Obviamente esta transformación de ninguna manera fue original; simplemente puso a México a tono con el ambiente internacional que le rodeaba. El nacionalismo económico mexicano comenzó a ser reemplazado por la idea de interdependencia, que culminó en 1990 con una propuesta de los Estados Unidos que unos años antes hubiera sido impensable: un tratado de libre comercio entre los dos países y Canadá" (La prolongada transición mexicana ¿Del autoritarismo hacia dónde?, 1991, pág. 366).

Como afirma Meyer, en México existe una continuidad desde la colonia hasta la mayoría del Siglo XX, que es un aparato Estatal como actor dominante, que independientemente del proceso que lo origina o de la forma que adopte, conserva una concentración de poder sin oposición significativa. Hay una continuidad histórica en la forma de articulación social: una cultura política con valores autoritarios, una sociedad con conciencia política muy débil, y una élite autoritaria, conservadora y poco democrática. A un Estado de tales características, que se le adiciona el poder económico, se convierte en el eje que articula, centraliza y administra el capital político del país. Esta manera de ser Estado y de concentración de poder permanece en las estructuras sociales al margen de la democratización de los procesos políticos, de las instituciones o de alternancias partidistas.

Si el mesías tabasqueño gana, solamente se habrían cambiado unas formas por otras, de cumplir el programa de nación que anuncia en campaña, las formas de morenas de gobernar responderían más a necesidades sociales que son urgentes de atender. Sin embargo, las esperanzas mesiánicas puedan ser cumplidas gracias a una estructura estatal concentradora de poder y poco democrática. A cualquier forma autoritaria de poder le es más fácil satisfacer demandas de salud, educación y alimentación. No le es tan fácil promover una democratización de la vida pública. Las opciones que aparecerán en la boleta electoral el próximo primero de julio son formulas políticas que van en la línea de dar continuidad a las formas de estructurar el poder en México: centralista, élites poderosas y autoritaria.

Si el mesías moreno no triunfa en el proceso electoral, habrá que esperar otros seis años para salir en busca de otro mesías; otra posibilidad, más sinuosa, es pensar y ensayar otras formas de estructurar el poder.

Twitter: @davidsecular

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