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Probabilidad contra certeza

Con/sinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

La diferencia entre probabilidad y certeza es que la segunda sólo se tiene cuando un hecho ha sido consumado, mientras tanto, sólo sabemos que algo podría pasar, pero también podría no hacerlo. Algunas de las situaciones que podrían suceder en el futuro son más probables que otras, por ejemplo, es más probable que termine una maratón aquel que ha recibido un riguroso programa de entrenamiento que alguien que simplemente se levantó con ganas de correr; sin embargo, ninguno tendrá la certeza de acabar, o no hacerlo, hasta que lo hayan intentado.

Hoy las encuestas dicen que hay una elevada probabilidad de que AMLO gane la elección presidencial, pero no pueden garantizar que vaya a suceder así y menos, todavía, por el amplio margen que algunos sondeos vaticinan. Por ese motivo es mejor otorgar su justo valor a ese tipo de ejercicios destinados a medir la percepción y las intenciones de la población, porque hay una gran irresponsabilidad cuando se usan sus resultados probabilísticos como si fueran certezas.

El proceso actual tiene ciertas peculiaridades que dificultan la capacidad para predecir el desenlace de las elecciones con mayor precisión. Por ejemplo, a prácticamente un mes de los comicios, existe todavía un elevado porcentaje de indecisos y no sabemos, siquiera, si finalmente se decidirán a acudir a las urnas. Pero, tampoco es seguro que aquellos que dicen que ya decidieron a la hora de la hora participen, incluso, porque algunas experiencias pasadas nos indican que cuando las encuestas anuncian márgenes muy amplios muchos electores deciden que "su voto no hace falta" y se abstienen de participar. Sin ir más lejos, hace 6 años, las encuestas serias daban una ventaja aproximada de unos 16 puntos porcentuales a Peña Nieto sobre López Obrador, pero sabemos que, una vez contados los votos, la distancia entre primero y segundo lugar se redujo a menos de siete puntos. No es que las encuestas hayan fallado, es que éstas hablan sobre probabilidad y no sobre certeza.

Se entiende que al calor de la campaña se hable de "arroces cocidos" y de "asuntos que ya fueron resueltos", pero, incluso a los que llevan la delantera en las preferencias les convendría más hablar con la verdad en la búsqueda de que sus seguidores no den por hecho algo que todavía no está consumado; menos, cuando el ejercicio de encuesta en el que se basan para cantar su triunfo por adelantado pudiera tener vicios probabilísticos desde su concepción.

Para que una muestra sea válida en términos de su probabilidad, todos los miembros del universo que se va a estudiar tienen que tener la misma posibilidad de ser encuestados, de lo contrario, se está generando un sesgo. Pues bien, resulta que algunas casas encuestadoras deciden, por cuestiones de costos y operatividad, que sólo realizarán sus estudios en determinadas ciudades del país y, al hacerlo, dejan sin posibilidad a parte de la población de ser estudiada. Lo que se sigue, es un muestreo que sólo tiene validez en esas ciudades que sí fueron elegidas para participar. Y, aunque ciertamente existen lugares con mayor peso electoral que otros, y hay métodos probabilísticos que ayudan a compensar los vacíos de información, es mejor no tomar los resultados de las encuestas como si hablaran de certezas.

Más allá de las decisiones metodológicas, que a la mayoría de los mexicanos resultan incomprensibles, queda claro que hace tiempo que las encuestas que se hacen públicas se han convertido más en un medio propagandístico que en un instrumento informativo. Son, además y a todas luces, un negocio lucrativo, ya no sólo para las empresas que se dedican a eso, sino también para algunos medios de comunicación que, al parecer, no se resignan a quedar fuera de la repartición del despilfarro de recursos que significan las campañas.

A pocos parece preocuparles qué ocurrirá el 02 de julio cuando hayamos transitado de la probabilidad a la certeza y descubramos que, lo vaticinado, sobre todo aquello que se "pronosticó" de manera falsa y tendenciosa, no se ha cumplido al pie de la letra. ¿Quién se hará responsable del daño a las instituciones que eso signifique? Porque la evidencia nos dice que, de todas maneras, en 6 años estaremos nuevamente ante una guerra de encuestas y ante irresponsables queriendo hacer pasar la probabilidad como certeza.

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