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Coahuila nunca tuvo senado

JUAN ANTONIO GARCÍA VILLA

En los estados que forman la Federación mexicana el Poder Legislativo se deposita en una asamblea que se denomina Legislatura o Congreso local. A pesar de que nuestro sistema político tomó de modelo el norteamericano, cuyo legislativo local lo componen dos cámaras, una de representantes (el equivalente a nuestros diputados) y otra de senadores, en México ha prevalecido, abrumadoramente, la forma unicameral.

En efecto, en el pasado en la Unión Americana -según da cuenta Elisur Arteaga Nava en interesante ensayo sobre el tema- sólo tres estados intentaron tener una sola Cámara, no dos, pero terminaron por renunciar al ensayo. Fueron: Pensilvania, en el que la experiencia únicamente duró cuatro años; Georgia que la tuvo vigente doce y Vermont a lo largo de medio siglo. Finalmente estos tres estados adoptaran o regresaron al sistema bicameral, implantado por todos los demás.

(Cabe apuntar, sin embargo, que según K. C. Wheare, autor de la obra clásica "Legislaturas", el único estado de la Unión Americana que abolió su Senado fue Nebraska en 1937).

Pues bien, exactamente lo contrario a lo apuntado por Elisur Arteaga respecto de EUA, ha sucedido históricamente en México. Sólo tres estados en alguna ocasión, y uno de ellos en un par de veces, han depositado su poder Legislativo local en dos Cámaras, una de Diputados y otra de Senadores. Y todos los demás, siempre, en una sola: la de Diputados.

Curiosamente los tres estados mexicanos que adoptaron el sistema bicameral lo hicieron durante la vigencia de la Constitución Federal de 1824: Oaxaca y Veracruz en 1825, cuyas respectivas Constituciones de este último año establecieron -además de una Cámara de diputados- un Senado estatal integrado por siete miembros que duraban dos años y se renovaban por mitad; lo propio hizo Durango en 1826 al prever su Constitución la existencia de un Senado local, también de siete miembros con duración de cuatro años en el cargo y cuya renovación era parcial cada dos años.

Posteriormente, en el estado de Oaxaca por virtud de una reforma hecha a su Constitución en el año de 1870, siendo gobernador el Gral. Félix Díaz, se reimplantó el sistema bicameral en esa entidad, que ya lo había instituido cinco décadas antes. No deja de ser significativo que Oaxaca haya reimplantado su Senado estatal cuando ni siquiera esta segunda cámara existía en el ámbito federal, pues cabe recordar que el Senado de la República, abolido por el Constituyente de 1857, fue restaurado hasta 1874. Pero cuatro años antes lo resucitó Oaxaca.

Coahuila, como la casi totalidad de los demás estados del país, jamás ha tenido un Senado local. Siempre ha contado con una sola Cámara, integrada por diputados. Actualmente está en funciones su legislatura número 61 (LXI). Sin embargo, ello no significa que además de la actual haya habido exactamente sesenta legislaturas anteriores. No, han sido más, como lo veremos en el siguiente artículo.

Es muy significativo que habiendo tenido en su origen el mismo modelo los sistemas políticos de Estados Unidos y de México, en el punto relativo a la conformación de sus respectivos poderes legislativos estatales, a lo largo de su historia han marchado por caminos marcadamente distintos. Los estados de la Unión Americana sólo han aceptado la forma de dos Cámaras y los de México de una sola.

En efecto, los estados de la Federación mexicana han preferido, de manera más que ostensible, tener un Poder Legislativo de una Cámara y no de dos.

La forma bicameral tiene la ventaja de que tiende a evitar, por un lado, tibiezas y omisiones, y por el otro, excesos y radicalismos. El sistema norteamericano, práctico y sabio en más de un sentido, busca siempre establecer frenos y contrapesos en sus instituciones (que en el caso encuentra en el funcionamiento de dos órganos legislativos locales, en lugar de uno) para alcanzar equilibrios, lo cual se ve como algo saludable y positivo.

En cambio, en México los ciudadanos perciben, no sin razón, que este tipo de equilibrios de nada sirve, porque quienes integran los órganos del Poder, en el caso el Legislativo -sean uno o dos, y es mejor que sea uno- de todos modos van no a servir sino a servirse. Lamentable, pero así es.

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Escrito en: Juan Antonio García Villa

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