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Los candidatos frente a las relaciones internacionales de México

JULIO FAESLER

No sorprende el que a pesar de haberse anunciado, no se haya dicho nada en el debate de la semana pasada entre los cuatro candidatos en relación con el tema de asuntos internacionales y comercio exterior.

Parecería que estos asuntos no son prioritarios y ni siquiera de interés para el grueso público televidente nacional.

Los problemas de pueblos tan lejanos como los latinoamericanos no tocan las fibras del votante mexicano. La tragedia que están viviendo los hermanos venezolanos bajo un dominio férreo de Maduro que se declara presidente aun antes de tiempo no importa. Las violencias en Nicaragua tampoco interesan pese a que no hace demasiados años el gobierno mexicano jugó un papel protagónico en los esfuerzos de paz en la región centroamericana.

Los asuntos internacionales pocos votos cosechan en campañas que deben terminar el próximo primero de julio. A México le basta, si de asuntos exteriores se trata, preocuparse por la salud de su relación con Estados Unidos que es su única ventana al mundo. Punto.

No es tan simple la cuestión. De las buenas y fluidas relaciones internacionales hay muchos temas como turismo o asuntos tan importantes como la cooperación internacional que requerimos para el combate al crimen y el narcotráfico.

De las relaciones que tengamos con todos los países del mundo depende la fluidez con que podamos ajustar la cooperación en un sinnúmero de especialidades entre las que desde luego está la muy importante del desarrollo científico. Los temas de seguridad nacional tampoco pueden dejarse las buenas de Dios expuesta a la astucia de intereses ajenos a los nuestros.

México se resiste a tener una activa y propositiva acción en los foros mundiales donde el peso económico, demográfico y estratégico de nuestro país puede se ser decisivo en temas que afectan la vida y prosperidad de cada mexicano. Otro ejemplo es la ecología.

Liberar a las relaciones internacionales de México de la óptica reduccionista actual es una decisión vital a la que hay que enfrentarnos. Continuar atentos solo a lo que se defina en el eje México-Estados Unidos, en que es evidente cual de los dos tiene mayor peso, tiene el precio que estamos pagando hoy en día al estar el gobierno y el alto empresariado, entregados a buscar merecer el mejor trato que los Estados Unidos nos quieran ofrecer.

El caso más evidente de la precariedad en que nos hemos colocado a lo largo de los años en lo que ha estado vigente el TLCAN es el peligro para todos quedar insertos y encerrados en la vida económica social y política de nuestro vecino sin otra perspectiva que ésa. Aceptarlo sería en sí una definición de estrategia irreversible cuyo primer paso se diría que fue el TLCAN inaugurado en 1994.

Ahora de no negociarse el TLCAN con sentido e inteligencia histórica estaremos cerrando nosotros mismos otras avenidas que puedan convenir a nuestro desarrollo con lo que todos los acuerdos que queramos hacer con otros países tendrían que pasar por el tamiz de congruencia con los compromisos aceptados en mancuerna con los Estado Unidos.

Se comprenderá lo absurdo de esto en términos de la necesidad que tenemos de aprovechar todos los cambios y variaciones de las condiciones internacionales. Atarnos más a los Estados Unidos equivaldría a quedar como casi otro "Estado Libre Asociado" como Puerto Rico.

Tenemos ahondar nuestras relaciones con los países de América Latina y con los asiáticos que coincidan con nosotros en sus planes de desarrollo. La suma de ellos es más extendida que si nos limitásemos al mercado de Estados Unidos.

No estamos interesados solo en mercados. Las combinaciones en las tecnologías más actuales están en puerta y son cientos de jóvenes mexicanos que se encuentran ya en China e India que están trabajando en proyectos del futuro. Nada decir de las relaciones de todo tipo con Europa con la que acabamos de firmar una versión ampliada del Acuerdo que firmamos en 1998.

Las negociaciones en el ámbito del TLCAN se ha estancado en estos días. Es conveniente tomar nuestro tiempo antes de reanudar las sesiones de trabajo, Hay que estar seguros de la calidad del documento que podrá firmarse. Hay que tener visión a largo plazo.

Tampoco debemos alterar nuestra visión de la relación con norteamérica al son de las intemperancias de su presidente que, en realidad, es quien puso en el tapete de .discusión la reconsideración.

Sería una irónica paradoja el que condicionásemos nuestro desarrollo a las imprevisibles ocurrencias de un presidente que no está seguro del apoyo de su propio partido en el Congreso. La visión que tenemos que aplicar es la de largo alcance y no debemos distraernos por consideraciones electorales de momento. El que el ajuste del TLCAN quede como responsabilidad de la siguiente administración aseguraría que ella no se dedicase a deshacer lo que por ansias ahora se aprobase.

Los candidatos del segundo debate nada dijeron de temas internacionales. No expresaron compromisos respecto al TLCAN. Les ha faltado ahora revelar su parecer. Parece que no les interesa lo que va más allá de lo local e inmediato.

Deben corregir esta falla antes del primero de julio para que no se les descalifique para gobernar un país que tiene perspectivas y responsabilidades claras en el tumultuoso y contradictorio mundo que corresponderá al su sexenio.

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Escrito en: Editorial Julio Faesler

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