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Animales domésticos de la calle

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

Desde hace tiempo los medios de comunicación han difundido noticias acerca de los animales de la calle, particularmente sobre perros en las principales ciudades de la zona metropolitana, situación que se presenta como un problema público que se origina en la escasa cultura de la personas que los adoptan o compran como mascotas, que crían y después desechan de sus viviendas, y éstas una vez en la calle se multiplican: se estima que 7 de cada 10 perros que ingresan a una vivienda por sus dueños son abandonados fuera de ella.

Diversas fuentes como la UNAM y el Sector Salud coinciden en señalar que en México hay alrededor de 23 millones de perros y gatos domésticos, de los cuales 16 millones son considerados de la calle, población que se multiplica en un 20% cada año; nuestro país es el que mayormente enfrenta este problema en Latinoamérica. En la Ciudad de México se estima en medio millón de perros y 150 mil gatos bajo esta condición, mientras que en Torreón la población de perros estimada es de 100 a 150 mil perros, desconociéndose sobre la cantidad de gatos u otras especies con mayor dificultad de cuantificar como las ratas.

Una de las implicaciones que trae esto consigo es el impacto en la salud pública derivado de la proliferación de las heces fecales y las enfermedades que estos animales domésticos transmiten a la población; se estima que un perro defeca alrededor de 750 gramos de heces al día, que contribuyen en la contaminación del aire y que provocan diversas enfermedades zoonóticas que transmiten a los humanos, aunado al lamentable hecho de que estos animales circulan por las calles en condiciones de deterioro en su higiene y salud, buscando alimentación y refugio donde les es posible ante la mirada indiferente y evasiva de las personas.

Este asunto se ha convertido en un problema público, y la proliferación de animales en la calle no es sino una de las expresiones desafortunadas con las que algunas gentes, no pocas por las cifras mencionadas, vemos y tratamos a otras especies domésticas que conviven en nuestras viviendas, o en las calles, lo que ha motivado la promulgación de leyes de protección de animales domésticos que también son insuficientes porque no se aplican debidamente, sea por la falta de denuncia, omisión o ignorancia sobre ellas.

Como en otros asuntos de la agenda pública de los diferentes niveles de gobierno, éste ya rebasó las capacidades de atención y solución, limitándose a capturarlos, concentrarlos en centros caninos, esperando que sus dueños los recuperen o promover su adopción con nuevos dueños, y en dado caso que esto no ocurra se les sacrifica. A la par se realizan campañas de esterilización para reducir su multiplicación, o incluso hay propuestas como la de una universidad local, la UAAAN, de utilizar los animales muertos para elaborar composta que se utilice en la fertilización de árboles en espacios públicos.

Ante esta limitación en las capacidades institucionales, grupos animalistas de las ciudades han emprendido acciones particualres en coordinación con los gobiernos locales o por iniciativa propia para atender este problema público, medidas que, sin embargo, al igual que las acciones gubernamentales resultan insuficientes para dar solución a dicho problema. Aunque quizás el primer problema que se enfrenta es reconocerlo como tal y pensar seriamente en resolverlo, y no sólo sobrellevarlo como ha sucedido hasta ahora.

Tal vez requiramos, a la par de continuar y multiplicar las acciones descritas, revisar a fondo el problema y diseñar un programa viable que aplique un esquema integral de alternativas, tarea en la que se involucren no sólo las instituciones de gobierno, sino las universidades, los grupos animalistas cuyo esfuerzo también debe ser reconocido y, sobre todo a la población ya que es en ésta donde se origina. Finalmente, si no opera un cambio en la percepción y conducta de todos aquellos que ingresan mascotas en sus viviendas, particularmente entre quienes las abandonan en la calle, sea por coacción o persuasión, no alcanzarán los recursos para resolverlo y éste continuará indefinidamente.

Es evidente que si bien es un problema que surge a nivel particular por las personas irresponsables que abandonan sus mascotas, debemos insistir en que ya es un problema público, que ya afecta la salud de la población humana de las ciudades y comunidades rurales (donde por cierto no se consideran las estimaciones de poblaciones de animales domésticos), es un tema que debe ser parte de la agenda pública de los gobiernos, particularmente de los locales porque involucra y afecta directamente a sus gobernados (municipales y estatales).

No creo haber visto en algún programa de campaña, ahora que éstas están desarrollándose, donde los candidatos o partidos políticos lo planteen como problema y menos que propongan alguna solución, aunado a la forma en que se minimiza por los gobiernos municipales. Creo que debería de haberlo.

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