EDITORIAL Sergio Sarmiento Caricatura Editorial Columna editoriales

La ruptura

FEDERICO REYES HEROLES

Los rituales gravitan. Son parte de nuestra vida. El conocimiento de una secuencia brinda certidumbre. El peso de los rituales no se mide en kilos o toneladas porque escapa a esas dimensiones. La sucesión de gobernantes en México pertenecientes a un mismo partido asombraba a muchos. Pero había siempre un ritual inevitable: la ruptura.

Los nombres de la casa cambiaron, PNR, PRM y PRI. Las visiones políticas también, nada tenía que ver Lázaro Cárdenas con Ávila Camacho. Los estilos iban y venían al extremo, de la sobriedad de Ruiz Cortines o de De la Madrid, al protagonismo de Alemán o López Portillo. Era el mismo partido pero con visiones y estrategias diferentes. Eso facilitó la continuidad. Cada seis años había una nueva puesta en escena y la trama era modificada de acuerdo a las cambiantes circunstancias. Pero una ruptura formal y de fondo siempre estaba incluida: entre Calles y Cárdenas o Salinas y Zedillo. Sólo así el nuevo responsable tenía el espacio para crecer y ser otro. Era un parricidio convenido y conveniente para las partes. Los teóricos se devanaban los sesos tratando de encontrar el eje ideológico: izquierda, derecha o centro de ese raro bicho político. El famoso péndulo se antojaba como explicación. Hubo de todo dependiendo del momento histórico. La flexibilidad era la reina. Resultado: una metamorfosis notable.

Enrique Peña Nieto no tuvo unción, no hubo dedo que desde el poder lo señalara. Él construyó su propia candidatura, algo anómalo, pero manejó la sucesión dentro de los cánones. A José Antonio Meade le toca en suerte el intento de la restauración de la antigua fórmula. Pero su perfil es muy diferente e incluso le da mucho más margen de maniobra: no es miembro del PRI, colaboró con administraciones no priistas, no es una persona troquelada por el actual presidente. Todo eso conducía a pensar que tendría mayor distancia frente a la administración saliente, no le sería difícil puesto que su historia estaba más allá. Pero por lo visto no quiere o no puede cumplir el ritual inexorable: la ruptura.

Por múltiples razones y a pesar de muchos logros, Peña Nieto y su administración sufren de un gran descredito. La palabra lastre merodea. Difícil navegar exitosamente sin deshacerse de ese peso muerto. Meade ha tenido varias oportunidades para el deslinde y nada. La corrupción es el reclamo central. Meade ha enfrentado el tema de manera correcta pero muy aséptica: si hay algo que perseguir, eso deberá de estar más allá de la consideración presidencial. Un fiscal autónomo debería revisar el expediente y, de ser el caso, proceder. Irreprochable, pero no ha sido capaz de vender la idea y anunciar la distancia. Por lo pronto está atrapado por la indecisión. Es allí donde da pie a las interpretaciones. Siendo un hombre estudioso y capaz, debería saber que sin ruptura no tiene oportunidad de llegar.

Le quedan sesenta días, quizá ya sea muy tarde. Pero además de una potencial derrota, hay algo adicional que podría cargar toda su vida, las dudas. Por qué no ha roto con EPN, por qué incorporó a su equipo a personajes de tercer nivel muy cuestionados ligados a la actual gestión, no quiere romper o no puede romper. Conclusión de muchos: lo tienen agarrado. Si los priistas rompían con sus exjefes priistas, cómo explicar que un no priista -que sólo podría ganar convocando a los electores no priistas- no rompa con su exjefe. La potencia de la fórmula radicaba en ofrecer cambio -ruptura controlada- y a la vez continuidad en los aciertos. El peor negocio para EPN sería entregar la presidencia a quien anuncia dar marcha atrás a su herencia. Sin ruptura el fracaso es de ambos, es del proyecto modernizador.

Las relaciones personales no importan en la historia de un país. A nadie le quita el sueño que Salinas odie a Zedillo. Lo relevante para los mexicanos es que Zedillo continuó con la apertura, con la reestructuración financiera, que consolidó la independencia del aparato electoral, que creo las AFORES que son hoy la bolsa de ahorro más importante que ha tenido México y un largo etcétera. Si Meade de verdad desea dar continuidad a las muy importantes reformas impulsadas por EPN, su obligación es cortar el lastre, navegar exitosamente hacia su propio destino. Colosio, que era en algún sentido la criatura de Salinas, lo hizo con bombo y platillo precisamente porque sabía que la única forma de dar continuidad a un proyecto era pasando por la ruptura.

Ese ritual tiene una potente razón de ser. Entre más tiempo pase el rompimiento será más difícil y cuestionado. Entre más tarde llegue menos eficacia tendrá. En la historia las relaciones personales no cuentan. La batalla es definitiva para México. ¿Qué va primero?

Leer más de EDITORIAL

Escrito en: Federico Reyes Heroles

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1456172

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx