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Paz en las Coreas, un nuevo comienzo

NUESTRO CONCEPTO

“Paz, un nuevo comienzo” fue el eslogan del encuentro ocurrido el pasado 27 de abril entre Jim Jong Un, líder supremo de Corea del Norte y Moon Jae-in, presidente de Corea del Sur. Ante los ojos del mundo occidental pudiera parecer sólo una reunión entre mandatarios, sin embargo, tiene una importancia clave para cerrar, por fin, una de las heridas aún abiertas de la Guerra Fría, que simbólicamente acabó en 1991 cuando colapsó la otrora poderosa Unión Soviética.

De 1950 a 1953 la pequeña península coreana sufrió uno de los conflictos bélicos más sanguinarios de la historia, donde se estima que más de tres millones de civiles fallecieron. Corea había sido dividida en dos en 1945 de manera arbitraria por Estados Unidos (a cargo del sur) y los soviéticos (controlando el norte) por cuestiones de estrategia militar. Debido a que durante décadas el país había sido dominado por los japoneses, que perdieron la Segunda Guerra Mundial, el desgobierno en que cayeron los coreanos fue propicio para que las nuevas potencias hicieran con él lo que quisieran. La expansión del socialismo fue la motivación del gobierno norcoreano para invadir el sur en 1950 y ello propició que fuerzas militares de ambos lados intervinieran inmediatamente. Tres años después se firmó un armisticio, que es un alto a la lucha armada mas no un fin a la guerra, y hasta el presente ese es el estatus, por lo tanto Corea del Norte y Corea del Sur aún tienen un conflicto militar abierto.

Durante décadas el conflicto se mantuvo en pausa y la dos Coreas desarrollaron gobiernos, ideologías, economías, un estilo de vida y hasta un habla diferente que las ha distanciado. Se sabe que las generaciones de jóvenes surcoreanos nacidos en las últimas tres décadas incluso tienen problemas para entender la forma en que se comunican sus vecinos del norte. Es relevante que por vez primera en 65 años un líder de Corea del Norte haya visitado, aunque sea por unas horas, la otra Corea y que se reuniera de manera cordial con su homólogo. El ver a ambos saludarse de mano en la frontera, caminar juntos, sentarse en una banca a charlar y hasta abrazarse son señales alentadoras que llevan a pensar que existe un interés genuino de ambas partes por trabajar en un proyecto de paz, el cual tiene como primera parte desmilitarizar ambas fronteras, un tema que ha sido de suma preocupación para la comunidad internacional porque si se llega a desatar de nuevo el conflicto coreano las consecuencias serían fatales, no sólo para ellos. En un mundo globalizado, donde el entramado de negociaciones y acuerdos entre naciones es en ocasiones tan frágil, esta parece ser una buena noticia.

Nuestro país jamás ha sufrido un conflicto de esa envergadura, sin embargo, en tiempos de agitación política debido a las cercanas elecciones presidenciales vale la pena reflexionar sobre lo que sucede en las Coreas. Sus líderes políticos y seguramente una gran parte de sus sociedades desean dejar atrás el encono de odio y radicalización porque comprenden que la polarización y los discursos maniqueos han sido la llama que desde 1950 ha mantenido encendido el fuego de una dolorosa separación de familias, amigos y de una nación que hubiese preferido mantenerse como una sola. México debería voltear al lejano oriente.

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