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Construir desde tierra

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LUIS F. SALAZAR WOOLFOLK

La coincidencia de los comicios para elegir Presidente de la República y renovar el Congreso de la Unión, con las elecciones que corresponden a los Municipios en el Estado de Coahuila, nos obliga a construir gobierno de abajo hacia arriba, con perspectiva desde lo local, para proteger y mejorar el entorno inmediato de nuestra vida pública.

Lo anterior es una exigencia para compensar la ola de aturdimiento a la que nos somete una elección federal, especialmente ruidosa y contaminada, que plantea la amenaza increíble de que un demagogo como López Obrador, llegue a la Presidencia de la República.

Como muestra de lo que representa el Peje en términos de desintegración social y política, basta observar aquí y de cerca, en nuestra propia casa, el comportamiento de las hordas que lo apoyan en nuestro estado, que ha traído como consecuencia que en nueve de los principales municipios de Coahuila, se presenten a las elecciones dos planillas de aspirantes que se atribuyen la representación del Partido Morena, incluido el caso del Municipio de San Pedro, en el que son tres los grupos en pleito.

El fenómeno revela que el personaje que nos ocupa no ha cambiado nada, desde aquellos tiempos en que su caudillaje hizo del Partido de la Revolución Democrática un conjunto de tribus, cuya falta de integración provocó la crisis en el PRD y la salida del Peje para crear un partido a su medida personal, que hoy tiene a López Obrador no como dirigente, sino como dueño absoluto de la marca Morena y de los cuerpos y las mentes de sus cegados seguidores, sean estos ancestrales u ocasionales.

Al espectáculo lamentable que ofrece la disputa múltiple por la representación de la Marca Morena en los diversos municipios del Estado, que no es otra cosa que una verdadera arrebatinga, se agrega la declaración de la dirigente estatal del partido pejista, que sin el menor respeto a la inteligencia de los ciudadanos, les mira la letra pe en la frente y pretende hacer creer que tal fenómeno no implica divisionismo, sino que corresponde a la normalidad de un partido plural y democrático, lo que desde luego está muy lejos de ser el partido del Peje.

En el caso de la elección de Torreón, por la candidatura de Morena campean dos facciones. La encabezada por Enrique Guzmán, de quién se dice es consejero nacional del Partido Morena, y la de Ignacio Corona, tránsfuga que aborda la nave por asalto, mediante formas que denigran el ejercicio de la política.

La fórmula de contradicción es la misma que explica el resto de los casos en comento, porque revela una lucha por el poder que ante la carencia de espacios al interior de Morena, que sean propicios para resolver en una vía institucional la competencia, la reyerta llega a la calle contaminado el ambiente electoral, y estalla en el rostro mismo de la gente, que se ve obligada a soportar un espectáculo de ambición estúpida e improvisación irresponsable.

Hace un año que los ciudadanos de Torreón participamos en unas elecciones, en las que buscamos y encontramos la oportunidad para construir un gobierno de abajo hacia arriba, que nos ha permitido sacudirnos por lo menos a nivel Municipal del nefasto moreirato y ponernos en camino de recuperar nuestra polis y nuestra dignidad ciudadana, ultrajada durante las administraciones de Eduardo Olmos y Miguel Riquelme.

Hoy día el Municipio de Torreón debe refrendar su autonomía enfrentando dos amenazas; la que entraña el regreso del PRI a la alcaldía mediante un candidato títere de los Moreira, y la que supone el arribo de una chusma populista, que trata de llenar el vacío que pudiera dejar un tricolor que va cuesta abajo.

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