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Los dos en transición

JULIO FAESLER

Son tiempos de transición. La Democracia tiene sus costos y también lo tiene el sistema económico que se elija. Ni una ni el otro maduran fácilmente. Demandan reflexión y constancia para lograrlo. El ciudadano mexicano lo está aprendiendo ahora que su país se encuentra en plena etapa de transición hacia nuevos modos de ejercer su poder producir bienestar.

La transición no significa ni promete que se arribe a un puerto ideal. Solo significa que se necesita abandonar la manera ya gastada pero todavía vigente de conducir la política para entrar a un terreno de ensayos más prometedores.

Los riesgos son claros pero hay que tomarlos. Las últimas decisiones de las autoridades electorales encargadas de conducir el proceso electoral dejan más interrogantes y dudas que respuestas. El que se haya caído en un desaliño tal en las reglas de operación que una autoridad, el IFE, tome una decisión que es diametralmente contradicha por la otra, TEPJ, y que a la vez ambas estén pendientes de conocer el resultado de la investigación de la entidad revisora de delitos electorales, FEPADE, que podría echar abajo a ambas, exhibe la incapacidad del sistema electoral de producir resultados nítidos para el ciudadano que necesita saber con certeza quienes tienen derecho a pedir su voto para ocupar un puesto en el gobierno.

Pero lo anterior es solo un incidente dentro del panorama actual de la Democracia en México. Los hechos demuestran lo vulnerable que se está frente a los intereses personales o económicos que encuentran la forma de ocultarse y maniobrar a sus anchas dentro de formalidades y vericuetos legales.

Juzgadores culpables como los de Coahuila o de nivel federal, candidatos sospechosos que usan articulados de las leyes fáciles escapatorias combinadas con las laxitudes de jueces obedientes al poder ejecutivo donde a su vez prevalece el concepto patrimonialista del quehacer político, que advierte la artimañas de la justicia en el caso de Chihuahua, son la explicación del desánimo cívico actual.

Para completar tan triste cuadro, el Congreso encarnación del Poder Legislativo, actúa con celeridad solo según los intereses de la Presidencia de la República como en el caso de las reformas estructurales, pero frena la evolución de la Democracia como con los nombramientos en el área de combate a la corrupción.

Visto en su totalidad, el sistema político de México se encuentra en aguda urgencia de ser limpiado y reacondicionado para ponerlo a la altura de las necesidades de una ciudadanía más advertida y exigente de un rendimiento tangible en términos de beneficios, respeto y calidad de vida.

La tarea no es solo poner al día el aparato operativo de la Democracia. Hay que estar conscientes de que ésta, por indispensable que es, no define el grado de desarrollo socioeconómico de una comunidad sino solo el marco en que este último ha de desenvolverse mediante una estrecha simbiosis entrambas áreas. Por eso no debe pensarse que el desarrollo depende solo del perfeccionamiento de la Democracia como rectora del sistema político.

Las relaciones entre los actores económicos, como entre los operadores políticos, son los que determinan si la articulación capital-trabajo, la de productor-consumidor, son eficientes, justas y estables.

La evolución social en nuestro país, como la de muchos otros, no es satisfactoria puesto que los actores económicos ni logran el mejor aprovechamiento de los recursos humanos y materiales a su disposición ni tampoco que la distribución del producto nacional asegure estabilidad social. Por el contrario el reparto de los resultados de los esfuerzos es fuertemente inequitativo. Esta sistémica deficiencia se agudiza día a día por su misma inercia que no tiene freno propio. La modernización y el tránsito hacia los servicios acentúan la urgencia del problema e indican no seguir por misma senda. El insustituible factor financiero ha resultado ser un elemento que contribuye al desequilibrio.

Los cambios que tienen que operarse en los dos grandes ámbitos del desarrollo nacional son los que tienen que estar presentes en los que aspiran a la presidencia de la República.

Ninguno de los candidatos puede estar ajeno a las transformaciones íntimas que México requiere. La ciudadanía no debe aceptar que el que se pretendan regresar ni a fórmulas que dejaron atrás su eficacia ni que se vea con miedo los pasos que hay que dar en el interminable ensayo del progreso social.

Hacer realidad la Democracia es tan importante como dar equilibrio, justicia y sentido humano al aparato económico. En los dos campos hay que aplicar un firme propósito de no continuar con lo que nos está dañando.

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Escrito en: Editorial Julio Faesler

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