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Vulgaridad

Diálogo

YAMIL DARWICH

Empecemos por revisar lo definido por el Gran Diccionario de la Lengua Española como vulgaridad:

"Calidad de vulgar o poco distinguido, refinado. Chabacanería, ordinariez, zafiedad. Cualquier cosa carente de importancia. Acción o palabras impropias de una persona culta y educada".

Como Usted puede leer, bien podemos definir así a nuestros politiqueros; ellos se apoyan en el desprestigio del opositor para tratar de ganar simpatías ciudadanas.

Triste nuestro caso: vivir un intenso bombardeo publicitario, donde los candidatos, entre ellos sobresaliendo los de Presidente de la República Mexicana, exigen toda nuestra atención, a pesar de nuestros esfuerzos por liberarnos; derrochando recursos por miles de millones de pesos, con la desvergüenza de que son capaces y mirando de lado para quitar dineros a la pobreza, falta de educación o atención a la salud de los mexicanos.

Ellos retoman la propuesta del nazismo, aquello enseñado por Joseph Goebbels, Primer Ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich, quien afirmaba: "una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad".

Aún más doloroso: reconocer que nos han enredado con su desvergüenza politiquera, al exhibirse y apoyarse en la vulgaridad, lanzando acusaciones sin fundamentarlas, unos a otros, sin respetar la dignidad de los mexicanos, quienes nos merecemos un mejor trato político, pero … ¿quién podrá defendernos?, según decía aquel famoso Chapulín Colorado.

Las estadísticas poblacionales nos hacen ver nuestra gran debilidad en cuestiones de educación escolarizada; la mayoría de los mexicanos carecemos de una preparación suficiente para dimensionar el agravio del que estamos siendo objeto y, algunos otros, que sí lo comprenden, desvían la mirada para no entorpecer sus propósitos de beneficio económico, político y social, coludidos con los actores de la farsa.

Los clase-medieros, en menor número, quienes sí entienden la desesperante situación política, tampoco tienen los medios para defenderse; la información que recibimos está viciada por la mentira y cábula -palabra coloquial de uso obsoleto y que no aparece registrada en la RAE, que alude como una artimaña, engaño, malicia, encubierta, trampa, ardid, disimulo, añagaza y emboscada. Conjetura e hipótesis de algo o un cálculo de manera supersticioso- que repiten los medios de comunicación, particularmente algunos pseudoperiodistas y pseudoeditorialistas, quienes están coludidos con "la mafia del poder", según los definiera "El Peje", tratando -sin lograrlo- excluirse con tal señalamiento.

Calcule lo que podríamos hacer con el costo desproporcionado que debemos asumir para elegir al Presidente de México, que según nota de Excelsior -2/10/18- "ascenderá a $2000,000,000, sólo en campañas; serían 27% más caras que en 2012".

La cantidad es entendible si consideramos el incremento en el costo de publicidad, el crecimiento del número de ofertantes de servicios publicitarios abonados -a todos hay que "maiziarlos"- y, sobre todo, la necesidad de hacer masivo el bombardeo emocional contra los mexicanos, a fin de que, ya aturdidos, permitamos continúen con el proceso encubierto para esclavizarnos.

El Economista, en noviembre del año anterior, informaba -¿denunciaba?- que el Instituto Nacional Electoral tendría para el presente año un presupuesto de 24,215 millones de pesos. Le pido haga un alto en la lectura y reflexione, apoyándose en el principio mercantil de "costo-beneficio¨ y decida si están, o no, dilapidando nuestro dinero.

En New York Times, hace una grave denuncia: (…) "La mayoría de los medios mexicanos han dependido de la publicidad pública durante tanto tiempo que no sobrevivirían sin los aportes del gobierno, lo que le otorga a los funcionarios una gran influencia para presionar sobre la cobertura de ciertas noticias y dejar a un lado otras informaciones, dicen los analistas, reporteros y dueños de medios" -https://www.nytimes.com/es/2017/12/25/-. Así estamos expuestos a la voluntad del Estado para desinformar o presionar para acallar.

Con todo, tenemos que votar el 1 de julio, ya que de no hacerlo perderemos una de nuestras posibilidades de hacer valer la democracia.

Le propongo una estrategia para cambiar nuestro rumbo: instruirnos y educarnos en temas de política nacional e internacional; instruír y educar a los menores del hogar, con el ejemplo personal; tener participación ciudadana efectiva, involcrándonos en organizaciones sociales, políticas, ONGs, colegios profesionales, etc.; apoyar con nuestra atención responsable a los medios de comunicación honestos y difundir sus contenidos; exigir resultados a servidores públicos y, desde luego, no participar en actos de corrupción; denunciar todo tipo de crimen público-administrativo, desde la mordida hasta el chantaje; evadir todo tipo de ilegalidad; renunciar a la pasividad e indiferencia; combatir el temor personal, familiar o social; ante todo, evitar que nos abata la desesperanza y la parálisis paradigmática.

Le comparto un pensamiento: "Involucrarse en la política es una obligación para un cristiano; no podemos jugar a ser Pilatos, lavarnos las manos. No podemos. Debemos involucrarnos en la política; la política es una de las formas más altas de la caridad, porque busca el bien común". Francisco I.

Usted decide: ¿empezamos? [email protected]

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