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La paz imperfecta

DAVID PÉREZ

Recuperar distintas, y a veces contradictorias, versiones del mismo hecho. Apostar por la transformación de las relaciones entre victimarios, víctimas y múltiples espectadores. Tejer encuentros donde se pueda pedir perdón honesto y donde se pueda mostrar la capacidad de concederlo. Estos son esfuerzos de largo aliento que se asumieron como compromisos en medio de incertidumbres, miedos, oposiciones, enfrentamientos verbales y armados, y una historia particular de naturalización de la violencia. Eso lo cuenta, en primera persona, Francisco de Roux en el libro "La audacia de la paz imperfecta".

El autor es el presidente de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición. Dicha comisión fue creada por un decreto del Gobierno de Colombia el pasado 5 de abril de 2017. Parece que Francisco de Roux se propone presentar una variedad de los matices que puede tener un proceso de paz. En el libro publicado por Editorial Planeta, con fecha de enero de 2018, recupera algunas de las memorias de la participación de F. de Roux en el proceso de diálogo entre el Gobierno de Colombia y las entonces Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército Popular (FARC-EP).

Los diálogos de La Habana le sirven de coyuntura para hacer presente su experiencia previa de compartir la vida con gente afectada por la guerra; hasta llegar a recuerdos de su infancia y mencionar algunos de sus encuentros con empobrecidos. Al mismo tiempo, se pregunta qué alcance pueden esos acuerdos.

Una paz con muchos matices. Abandonando la idealización y el absolutismo, la reflexión sobre la paz que es posible en un contexto concreto, es acompañada de claras críticas a lo logrado hasta ahora. Lo mismo señala incumplimientos tempranos del Gobierno Colombiano, como la actitud obstaculizadora de la oposición, pasando por señalar la falta de compromiso de la Conferencia del Episcopado de Colombia, mencionando algunos nombres en concreto. Argumenta algunos límites y contradicciones de este proceso de paz, advierte sobre lo vulnerable que pueden ser los valores que están detrás de dicho proceso.

En muchas páginas, de manera reiterada, de Roux señala que, a lo largo de cincuenta años de violencias, los victimarios fueron tanto agentes del Estado, como las FARC, paramilitares, particulares con intereses económicos, y bandas criminales asociadas al negocio de las drogas. A renglón seguido señala que no se puede generalizar. En más de un sentido, hay también víctimas en esos mismos grupos. El autor reconoce, y cuenta su petición de perdón, las generalizaciones que él mismo realizó públicamente. Con tal ejercicio problematiza las concepciones tradicionales de víctima y victimario, al mismo tiempo que señala la necesidad de aclarar los niveles en que se produjo o se recibió la violencia.

Francisco de Roux ofrece testimonios muy importantes sobre las micro paces. Esos pequeños gestos que transforman ligera y significativamente la vida de personas concretas. Fragmentos de la población civil campesina que ahora puede dormir sin la necesidad de tener las cosas listas para salir corriendo como víctimas de desplazamiento forzado. Unos cuantos policías y soldados que experimentan tranquilidad en el ejercicio de sus funciones. Exguerrilleras y exguerrilleros que han alcanzado el reconocimiento de estudios básicos, y otros que estudian posgrados. Algunos victimarios que han reconocido sus actos y piden perdón; algunas víctimas que conceden perdón como forma de plantearse una manera distinta de relacionarse con los demás.

El desarrollo de la esperanza. Así se titula uno de los capítulos más sólidos del libro, donde el autor muestra su análisis desde sus estudios de maestría en economía en el London School of Economics y de doctorado, en la misma área, en la Sorbonne Université de París. En ese apartado se señala la imperfecta e incompleta que puede ser una paz que no pase por el replanteamiento de los procesos económicos basados en la acumulación y explotación irresponsable de recursos. Argumenta a favor de la recuperación de la economía como un valor humano que puede ser una herramienta en servicio de la vida toda.

En algunos apartados, el autor, que también es sacerdote católico desde 1975, reduce su campo de diálogo. Menciona sus convicciones creyentes concretas, para argumentar y proponer desde allí algunos valores. Quizá eso le reste no solo lectores, sino también la posibilidad de llegar a puntos en común con otros que no comparten sus preceptos religiosos. Al mismo tiempo, hace una propuesta interesante para entender la espiritualidad más allá de las religiones.

Con todo, el libro puede tomarse como una invitación a arriesgarse a considerar al otro como valioso, a experimentar el dolor de los demás, a dejarse afectar por el planteamiento de otras posturas, por más contrarias que sean; el contenido del texto puede ser una herramienta para detectar cómo desde muchas posturas se generan diversas formas de exclusión del escenario de la vida.

Twitter: @davidsecular

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Escrito en: David Pérez

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