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Saltar del barco encallado a... lo que sea

Metáfora ciudadana

LUIS ALBERTO VÁZQUEZ ALVAREZ

"Tuve amigos que me buscaron

En sus días de hambre,

Y me desconocieron

En sus horas de abundancia"*

Rubén Romero:

Testamento de Pito Pérez

En 1820, un grupo de ricos peninsulares, enemigos de los cambios radicales que estaba imponiendo al imperio la constitución de Cádiz, conjuraron sus ambiciones en la iglesia de la Profesa; buscaban mantenerse a toda costa en el poder, fuese lo que fuese, incluso, emancipar a la Nueva España de Madrid y hasta negociar con los insurgentes. Constituirían un reino soberano en América; una nueva institución que les permitiera continuar con los privilegios y riquezas que habían acumulado durante 300 años de dominación española. Dispuestos estaban de usar lo permitido y lo no permitido con tal de conservar el poder absoluto.

Eligieron a un joven valiente, inteligente y ambicioso para tal empresa, éste había sido educado, amamantado, criado y educado en el ejército virreinal y había jurado lealtad al imperio español. En febrero de 1821 Agustín de Iturbide, el elegido por los conspiradores emitió el Plan de Iguala que establecía la separación del virreinato de la corona europea e invitaba a que los militares coloniales del ejército del rey se sumaran a su causa. La respuesta fue inmediata y el virrey Juan Ruíz de Apodaca fue destituido por su ineptitud en detener la dispersión castrense y sustituido por el brigadier Pedro Novella; pero ya el viejo barco colonial hacía agua por múltiples agujeros y, además, estaba encallado. Nada lo salvaría.

Iturbide configuró su "nuevo" ejército "Trigarante" con las tropas de importantes jefes antes virreinales, ahora independentistas: Antonio López de Santa Anna; Pedro Celestino Negrete; Anastasio Bustamante; Vicente Filisola entre otros muchos. Sobre ellos se podría repetir la frase que Vicente Guerrero dirigió a sus tropas al presentarles a Iturbide: "¡Soldados! Este mexicano que tenéis presente es… cuya espada ha sido por nueve años funesta a la causa que defendemos. Hoy jura defender los intereses nacionales…" y así, esos antiguos sanguinarios verdugos de los insurgentes, ahora se convertían en amigos, aliados y compañeros de combate.

Esos militares que no habían sido fieles al pecho que los amamantó, a la tropa que los instruyó y armó, menos lo serían al caudillo que los convocaba a nuevas aventuras. Si bien, originalmente festinaron el ascenso de Iturbide al trono, pronto se rebelarían contra él; soñaban, deseaban, buscaban cada uno de ellos llegar al poder; así lo habían deseado largo tiempo, no iban a perder esta oportunidad. Poco después, enemistados entre sí, se enfrentaron en guerras intestinas, sumiendo al México naciente en un caos político y una nación llena de miseria.

Infinidad de políticos mexicanos llevan en su DNA el ser movibles, intercambiables; sustituibles de conciencia y ajenos a la vergüenza. Desesperados por seguir medrando del presupuesto de la nación y ante la carencia de principios éticos, políticos e ideológicos, "chaquetean" a su partido original y se alían con aquella camarilla que creen tendrá más posibilidades de enseñorearse; y, si fuese necesario, cambiarían de plumaje cuantas veces sea indispensable; su metamorfosis obedece sólo a intereses personales, nunca buscan el bien común. Para todos estos políticos no hay cura, son cautivos desahuciados del síndrome del poder eterno; carecen de remedio o terapia alguna y viven en la agonía de no alcanzar el puesto anhelado que les dé la riqueza y el poder que sueñan; imposible ayudarlos. Gimen, suplican y hasta son obsequiosos con aquel que creen tiene respuesta a sus procaces necesidades, se ofrendan a él como única opción para salir del infierno donde mueren sus sueños de dominio y de vivir del erario.

El síndrome de político desfasado de partido confunde a los psicólogos; ¿son oportunistas o son desvergonzados? Lo preocupante es que este tipo de situaciones se está normalizando para muchos políticos y de todos los partidos. Los independientes no cantan mal las rancheras; hasta las entonan con ritmo de cumbia, se "emancipan" porque no les dieron hueso; son licántropos de facciones políticas y crean su propia jauría.

La desesperación toma el poder y abre múltiples coyunturas: empezamos con los PRIMORes que bien podrían ser un maquiavélico enroque; el grupo "atracomucho" ordena la cargada de sus huestes a Morena para seguir gobernando desde ahí; (no olvidar "La Profesa"). Poseen esa corrupción beatificada, tan suya y encarnada en su ser, que les permitirá continuar medrando con el erario; ahora desde otra trinchera. El empecinado jerarca, ilusionado por que, finalmente ahora sí pudiera ganar, los recibe con "todo" abierto; es el cambio que nada cambia.

Existe otro frente; ¿Por qué él no es opción de los chapulines que saltan del barco encallado? ¿Sera que también de él varios camaleones se han escapado? Entonces no se le ve como alternativa segura y repiten aquel canto pirata: "… cuando navegamos por estos mares de la política, ¡ayuda tanto saber dónde están los arrecifes escondidos!"

Una duda que asalta a muchos mexicanos es que estos renegados son autores de muchas de las mentiras que se cuentan como logros del actual sexenio: sí, sí, de esos que se pide por limosna que, dejando la irracionalidad, se festinen; ¿ahora distanciados dirán la verdad de tanta patraña? Lo que no acaban de entender estas gavillas albañales es que "Los buenos políticos son caros, pero los malos son todavía más onerosos"; generalmente, los desechos siempre llevan a la ruina.

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