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PEQUEÑAS ESPECIES

TAMBIÉN SOY MÉDICO

Me encontraba solo en la clínica sin asistentes y el día pronosticaba algo de trabajo, el primer paciente que recibí a escasos minutos de abrir, fue a "Rocky" un enorme labrador de 50 kilogramos de peso, tenía unos minutos que lo había golpeado un automóvil, ingresó caminando con una abundante hemorragia en el hocico, lo llevaba el jardinero de la casa, se veía a simple vista que presentaba una gran herida en la lengua, lo primero que hice fue sedarlo para canalizarlo y tener una vía directa al torrente sanguíneo, para la aplicación del suero intravenoso y contrarrestar el shock en que se encontraba y así poder evaluarlo detenidamente.

No había transcurrido cinco minutos cuando se presenta el dueño de "Rocky", y me hace la pregunta obligada, ¿Qué tiene doctor? No lo sé aún, lo estoy sedando para evaluarlo, por lo pronto voy a canalizarlo. ¿Me permite un estetoscopio?, creo que notó mi expresión y se justificó, también soy médico cirujano, pero de personas, me dijo, se lo facilité y muy concentrado escuchaba los pulmones de "Rocky" que se encontraba profundamente dormido, después muy amable se ofreció ayudarme a suturar la lengua de su perro mientras yo lo canalizaba, observó que dudé un momento y me dijo, no se preocupe doctor, yo le ayudo mientras usted se encarga de lo demás, se lo agradecí, también le dije que me encontraba solo, pero no era necesario que lo hiciera, me pidió guantes y un crómico para suturar, demostraba seguridad en sus palabras, con cierta suspicacia le facilité lo que solicitó, se despojó de su corbata y empezó a suturar la lengua de "Rocky", mientras yo le aplicaba algunos medicamentos a través de la venoclisis.

Al terminar de suturar el doctor y parar la hemorragia, me pregunta una vez más sobre el estado de su perro, sólo me faltaba evaluar precisamente la región en donde estaba usted trabajando, al abrir el hocico de "Rocky" me percaté que le faltaban varias piezas dentarias, una de ellas era precisamente un canino superior, al inspeccionar su mandíbula me percaté que presentaba dos fracturas, y la parte interna de sus belfos se encontraba expuesta con varias heridas ocasionadas por sus mismos molares al momento del impacto.

Al parecer todo el traumatismo lo había recibido en el hocico, aparentemente no presentaba lesiones en otros órganos o alguna fractura en sus extremidades, todo me indicaba que la lesión de más consideración eran las fracturas del maxilar inferior.

Se consternó un poco al darle a conocer las fracturas, no se había dado cuenta al estar suturando la lengua de "Rocky". Al preguntarme sobre lo que haría, probablemente un cerclaje con acero, le contesté, si gusta yo le ayudo doctor, me preguntó, no gracias le contesté de inmediato, su perro se encuentra estable, fuera de peligro gracias a usted, así que el resto lo haría con calma, no le dije que solicitaría la ayuda de un colega.

Como en toda profesión no hay como intercambiar opiniones, estar en confianza y sobre todo apoyarme con un experto en traumatología, así que le hablé a mi colega especialista, entre más complicados sean los casos, más le atraen, al explicarle el problema del paciente, sólo alcanzaba a escuchar que decía, qué bien, y al seguirle exponiendo la siguiente lesión del perro, me contestaba, fantástico, mira ahorita tengo mucho trabajo y ando fuera de la clínica, pero en dos horas estoy contigo y se despidió.

Al estar haciendo los orificios en el hueso con el taladro para colocar el alambre de acero para la primera fijación de la mandíbula, me decía, si taladras en este lugar creo que tendremos mayor fuerza en la fijación, y así fue. En la segunda fractura del hueso, yo pensaba utilizar también un alambre, y me dijo, el alambre quedaría perfecto, pero a mí me gustaría fijar la fractura con un pequeño clavo, y sobre todo ganamos tiempo y ya no abrimos tanto tejido, muy bien le dije, todo parecía que iba saliendo a la perfección, nos daba tiempo de recordar anécdotas de otras cirugías y nos reíamos a la vez que trabajábamos en volver a reconstituir todos los tejidos internos de los belfos que se encontraban desechos.

Desde que tomó el hilo para suturar no lo volvió a soltar, noté que lo disfrutaba, aunque eso me correspondía hacerlo a mí por ser mi paciente, pero lo dejé hacerlo porque independientemente que se divertía, lo hacía muy bien.

Al momento de revisar la lengua me dijo muy serio, no te vayas a sentir conmigo, pero voy a deshacer la sutura que hiciste en la lengua, te quedó un poquito desalineada, la voy a volver suturar casi imperceptible para que se dé cuenta tu cliente el doctor, que los veterinarios también sabemos hacer las cosas tan bien como ellos.

  Por: M.V.Z. Francisco Núñez González

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