El relevo de partido en el gobierno, en el Municipio de Torreón, es resultado de la elección del cuatro de junio pasado, y refleja la voluntad de una mayoría de ciudadanos que votaron por un alcalde al que conocen, porque gobernó con eficiencia y honestidad en el pasado. Ese mismo voto en favor de Zermeño, manda una señal de repudio en contra de las administraciones de Eduardo Olmos y Miguel Riquelme.
Por ello se equivocan las voces que piden que los gobiernos de Riquelme y Zermeño trabajen "en unidad", cuando la voluntad recogida en las urnas exige contraste y contrapeso. Si los ciudadanos de Torreón hubiéramos querido que nuestro Municipio siguiera en manos del Moreirato y del hermanastro impuesto, hubiéramos votado por Miguel Mery para alcalde, cosa que no ocurrió y en consecuencia, la cohabitación de dos fuerzas políticas diferentes, en dos distintos niveles de gobierno, se impone como corresponde a un sistema democrático, en un marco de respeto y coordinación.
Los torreonenses no admitiremos el avasallamiento del Gobierno Municipal al Gobierno de Riquelme, ni deseamos un pleito permanente entre ambos niveles de autoridad. Tampoco queremos que nuestra ciudad vuelva a ser tomada a sangre y fuego con bandas criminales como herramienta de control político, como ocurrió en la administración aciaga de Moreira Humberto.
Las condiciones en que hoy día recibe la ciudad el alcalde Jorge Zermeño son lamentables. Una contabilidad llena de agujeros negros; los servicios públicos colapsados; múltiples inversiones publicitadas que no existen; la nómina municipal cargada de aviadores; el parque vehicular yonqueado; el equipo de oficina robado; la mayoría de parques y plazas convertidos en basureros; el pavimento hecho un lavadero, etcétera, etcétera. Sin embargo a Zermeño el reto no lo asusta, porque ya le tocó presidir otra administración que sacó a Torreón, del hoyo en el que hace veinte años, dejó a nuestra ciudad otro gobierno del PRI.
Es cierto que la actual administración es apenas de un año, tiempo que no será suficiente para corregir tanto entuerto, pero Jorge ya anunció que va por otros tres años. El éxito de su reelección depende de que conserve el apoyo de los ciudadanos que lo llevaron al triunfo la elección pasada, y esto ocurrirá en la medida en que Zermeño mantenga las expectativas de cambio y mejoría en el horizonte, y que su gobierno haga contraste con el estilo de Riquelme que como tal, fue repudiado por la mayoría de los votantes en los pasados comicios.
Por contraste se entiende en este caso, la oposición o diferencia notable entre personas y estilos de gobierno, por lo que en contra del autoritarismo odioso y la corrupción que imperó en los últimos ocho años, el pueblo de Torreón espera de Zermeño transparencia y rendición de cuentas; disciplina financiera; apertura a la participación ciudadana, obras y servicios públicos de calidad. En pocas palabras, un trato decente.
La posibilidad de que Zermeño logre el punto de equilibrio cifrado en conservar la dignidad y eficacia de su gobierno entre los extremos de la confrontación continua o la sumisión a Riquelme, depende en un cincuenta por ciento de su habilidad política y administrativa, y en otro cincuenta por ciento, depende del apoyo que le demos en el día a día, los ciudadanos que lo llevamos al cargo. Del gobierno priísta impuesto a nivel estatal, la experiencia indica que solo es posible esperar zancadillas.
El alcalde Zermeño declaró que no habrá una cacería de brujas y no será necesaria, porque los responsables del saqueo de nuestra ciudad no son seres mitológicos sino personas de carne y hueso, a las que habrá que fincar responsabilidades. En este tema sabemos que la persecución de los delitos que resulten no es competencia del Ayuntamiento, pero de Jorge se espera que rinda una cuenta puntual del estado en que recibió la administración y plantee reclamaciones administrativas y penales, en el tiempo que la ley le concede.
