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La naturaleza necesita aliados

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

La relación entre el hombre y la naturaleza no ha sido del todo tersa, particularmente a partir de la revolución industrial en que se intensifica la explotación de recursos naturales para satisfacer la demanda fabril de materias primas y alimentos de la creciente población que se concentraba en las ciudades atraída por el crecimiento económico. Sabemos cuan inevitable es que la actividad humana altere los sistemas naturales, pero también que cuando tales cambios rebasan los umbrales que limiten o impidan el funcionamiento de éstos el disturbio ambiental puede tener impactos irreversibles.

Considerando que las economías actuales se rigen por la búsqueda de ganancias y su permanencia depende de su capacidad competitiva, no puede ser posible que sólo les determine el interés individual del empresario, por ello también es inevitable que la producción de bienes y servicios se someta a regulaciones que eviten la destrucción de los sistemas naturales y del hombre mismo. Hoy en día no hay futuro viable si no se basa en una visión sostenible del desarrollo.

Si deducimos las premisas anteriores y las aplicamos a una región como la nuestra confirmamos esa tensión entre naturaleza y sociedad. Por nuestra corta historia y cultura derivada del escaso tiempo que hemos convivido en el ambiente que nos rodea, la visión que hemos construido ha sido marcadamente antropocéntrica (creemos que el mundo que nos rodea depende de nuestra voluntad y debe someterse a ella), hemos reflexionado poco sobre el privilegio de vivir en una región dotada de importantes recursos naturales, tales como agua abundante, suelos fértiles, biodiversidad, etc., y nos hemos ensañado en sobreexplotarlos como si fueran infinitos.

Para los laguneros es difícil aceptar esta realidad porque en esa corta vida crecimos más que otras regiones menos favorecidas por la naturaleza. Queramos o no somos una población depredadora que, en forma predominante, pero errónea, tenemos la creencia de que nuestra vida depende sólo de una economía boyante sin importar los impactos ambientales que está teniendo; existen evidencias del lamentable estado en que se encuentran esos recursos naturales, sobre todo los tres señalados en el párrafo anterior, o ni siquiera sabemos en el que se encuentran otros como el aire.

No podemos negar los esfuerzos de algunos funcionarios gubernamentales que tratan de acotar esa depredación, pero también debemos aceptar que es frecuente observar las limitaciones institucionales existentes donde tales esfuerzos son vanos, parciales o temporales. Como ejemplo volvemos al problema del agua donde se llega a afirmar que se ha resuelto el problema de abasto y contaminación que sufre la población, a la visión antropocéntrica agregamos la manipulación de información que realizan algunos funcionarios públicos como si los ciudadanos fuéramos menores de edad que no entendemos lo que realmente sucede.

En el fondo la depredación es resultado de nuestra ambición de producir riqueza a cualquier costo y/o de la ausencia de valores ambientales sobre la importancia que tienen los sistemas naturales en nuestra vida, ya que esta depende no sólo de tener dinero en la bolsa para comprar los bienes y servicios que satisfagan nuestras necesidades. Sin un ambiente sano no puede haber calidad de vida.

Los ciudadanos comunes preocupados de informarnos sobre el estado de nuestros sistemas naturales, hoy tan drásticamente reducidos y perturbados, extendemos esa preocupación y la hacemos pública a través de los medios que nos sea posible al ver los discursos de quienes nos gobiernan matizados con esa visión antropocéntrica, su oferta sigue siendo esencialmente la misma. Observamos escasos avances en ellos que reflejen una transición a una visión sostenible del desarrollo local y cuando esto ocurre puede ser retórica porque no siempre corresponde con sus acciones.

Pero esa visión antropocéntrica no sólo permea a los tomadores de decisiones en políticas públicas, también está presente en quienes lo hacen en el ámbito económico, no se trata sólo de producir riqueza por producirla, es importante también ver en qué tipo de actividades se sustenta; hay casos positivos, corporativos privados como Peñoles que han aprendido de sus propias experiencias han tomado decisiones inteligentes como no adquirir predios ni extraer minerales en sitios ubicados en áreas naturales protegidos. Finalmente, unos y otros, los tomadores de decisiones políticas y económicas, deben considerar un horizonte futuro de nuestro desarrollo regional

Entendemos que modificar esa visión y las prácticas que derivan de ella es un proceso que requiere tiempo, falta recuperar las capacidades institucionales de quienes promueven y regulan las actividades económicas y cambiar los valores culturales no sólo de los principales tomadores de decisiones de quienes usan y/o alteran los sistemas naturales, sino de todos los ciudadanos. No basta tener un buen sistema municipal de gestión de residuos sólidos si los ciudadanos no realizamos un consumo sostenible o tiramos basura en cualquier lugar.

Ciertamente, falta mucho por hacer y creemos que aún es tiempo de reorientar el desarrollo de nuestra región, que es posible hacerlo de manera sostenible, pero para ello es indispensable promover y realizar los cambios señalados. La naturaleza no da votos, pero su protección y conservación es indispensable para nuestra vida, por ello necesita aliados, sin ellos no será posible lograrlo.

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