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Crónica Lerdense

La lucha por la ampliación del fundo de Lerdo

Una vez más en 1931, el polígono a urbanizar era el que correspondía desde la antigua Cervecería y los lados norte y sur de la carretera Interoceánica.

Una vez más en 1931, el polígono a urbanizar era el que correspondía desde la antigua Cervecería y los lados norte y sur de la carretera Interoceánica.

JOSÉ JESÚS VARGAS GARZA

Tercera y última parte

Es indudable que Lerdo, atravesó en 1930 por uno de los periodos más críticos de su existencia, al grado de que se encontraba amenazada su soberanía e independencia de Municipio al punto de sostenerse como paria dentro de la administración del Estado de Durango, problema que el gobernador del Estado estaba decidido de que el municipio fuera anexado al de Gómez Palacio. Efectivamente Lerdo en ese tiempo no disponía de más elementos económicos sostenibles para su gobierno, razón por la cual tenía dificultades y sacrificios; pero no obstante la gravedad de la situación, los lerdenses no perdían su empeño para demostrar a las autoridades superiores de reconquistar el progreso que los caracterizó en antaño y que tenían el derecho a seguir teniendo su municipio disfrutando de la independencia y libertad que les pudieran conceder sus elementos económicos. Y así fue, que con el apoyo del Gobierno de Durango se creó un comité con el objeto de hacer obras, aunque con dificultades llevan a cabo por los lerdenses.

El gobierno de Durango estaba enterado del porvenir de Lerdo, pero la ayuda económica que le proporcionaba no era suficiente para los gastos de la administración, debido a que el capital rústico que representaban las fincas agrícolas de su jurisdicción y los raquíticos ingresos que produce un capital urbano muy reducido, el Gobierno del Estado de Durango se quedaba con la mayor parte de éstos; aparte de que Lerdo carecía de un comercio, mismo que pudiera decirse que en la práctica no existía.

En tal sentido al gobierno municipal le preocupaba mucho que su zona urbana de la Ciudad no creciera debido al anillo en que estaba rodeada, primero por los terrenos de la hacienda de San Fernando y luego por los ejidatarios, por eso en su gran lucha para obtener el aumento de su fundo legal en 1931 se abre la ventana de la oportunidad, en vista de que algunos ejidatarios habían aprobado que se procediera a gestionar ante la Secretaría de Agricultura y Presidencia de la República, el cambio de terreno con objeto de cooperar al engrandecimiento de la ciudad, aprovechando la importancia que ha venido a darle el paso por el municipio y de la propia Ciudad de la carretera Interoceánica. Esto dio clave para que se agregaran más ejidatarios manifestándose el apoyo y colaboración al alcalde Sr. Benito Reyes, así mismo al ofrecimiento de algunas compañías constructoras en solicitar terrenos suficientes para la construcción de 3 colonias. Todo dependía de que los ejidatarios aprobaran oficialmente en ceder terrenos a cambio de otros ubicados cerca y con positivas cualidades de cultivo.

El asunto de la cesión que harían los ejidatarios a cambio de terrenos cultivables en otros lugares del municipio de Lerdo seguía tramitándose para que la ciudad aumentara su urbanización y pudiera embellecerse, al mismo tiempo que progresara con la comunicación terrestre que vino a facilitarle la carretera Interoceánica que atravesaba una de sus principales calles. Ya en ese entonces las empresas constructoras de la ciudad de Monterrey tenían la intención de que, al ofrecerse los terrenos en venta procederían a fincar chalets especiales, vendidos en abonos y estableciéndose el mismo precio como si se tratara de pago de renta. Ante esas alternativas las autoridades lerdenses se hallaban muy entusiasmadas por el proyecto establecido hace algunos meses, pues ya contaban con la cooperación segura del senador Antonio Gutiérrez, los diputados locales, el gobernador José Ramón Valdés y varios de los representantes durangueños en la cámara de diputados de México.

Para la urbanización en la ciudad de Lerdo los trámites se encontraban muy optimistas se continuaban y parecían no difícil, pues las gestiones ya se hacían oficialmente tratando el asunto en lo particular con los propietarios de las tierras del ejido, pero ahora, el polígono a urbanizar era el que correspondía desde la antigua Cervecería y los lados norte y sur de la carretera Interoceánica. El ofrecimiento positivo de los ejidatarios seguía en pie, y fueron los primeros en reconocer la necesidad de que Lerdo aumentara en valor en prestigio de la Comarca y el beneficio general, máxime cuando existía el propósito de que fueran los mismos ejidatarios los que tengan parte principal en la urbanización. Y como complemento a este proyecto las obras de drenaje se llevaban a cabo en la Ciudad, dejándose la última palabra a la Secretaría de Agricultura y Fomento, ya que los mismos ejidatarios, en su mayoría estaban dispuestos a sacrificarse un poco en beneficio de la población en general.

Mientras tanto, los lerdenses no se desanimaban de este anhelado progreso, quienes aumentaban su caudal de energías y el optimismo de llevar a su terminación de la obra sabiendo que para llegar a su culminación necesitaban muchos elementos y estaban decididos a conseguirlos, por eso trabajaban para dar un ejemplo digno de imitarse en esta región. La comunidad de Ciudad Jardín se esmeraba en mejorar las condiciones en que se encontraba colocada, aceptando desde luego a las necesidades que requerían los tiempos modernos: pavimentando sus calles, estableciendo servicios de drenaje, agua entubada y otros que son dispensables para rodearla de cuantas comodidades para hacerla más atractiva, aumentar la fuerza atrayente del clima saludable, detalles que buscan los que desean vivir en un sitio acogedor, tranquilo, embellecido y lejos de las ciudades modernas.

Teniendo en su mente de que Lerdo seguiría siendo una de las principales ciudades de la comarca, que se distinguía por sus jardines, por su quietud, en que en tiempos pasados sus fábricas y sus almacenes predominaban en la región. Lerdo estaba demostrando que era una ciudad tan lagunera como sus hermanas de la Comarca, que no le quedaba bien el calificativo que algunos mordaces le aplicaban de cuando en cuando, al llamarla la Ciudad Dormida, pues su iniciativa de actividades que desplegaba para engrandecerse indicaba que los lerdenses existían como laguneros, hombres tenaces y progresistas, pues así lo demostraron los antepasados que desarrollaron un primer pueblo que no venció el desierto, si no lo conquistó fundando nuevos asentamientos humanos, abriendo campos a la agricultura, explotación del ganado, haciendo obras hidráulicas para irrigar las plantas.

En ese entonces el porvenir de Lerdo era brillante, había dejado de ser la más importante ciudad de la Laguna, como fuera hace mucho tiempo, pero estaba destinando a seguir siendo la Ciudad Jardín y convertirse en una localidad residencial para todos aquellos laguneros que buscaban descanso, una atmosfera más clara no contaminada como las de ciudades fabriles. Por todo eso, que la comunidad lerdense se había dispuesto a realizar esperaban el estímulo, la ayuda decidida, la protección más amplia del Gobierno de Durango, y no los dejara abandonados como siempre les ha tenido durante tanto tiempo, tiempo que Torreón y Gómez Palacio, aprovecharon muy bien en progresar, en mejorarse, en ampliarse, en enriquecerse, etc.

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Escrito en: crónica lerdense

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