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Verdades y rumores

EL AGENTE 007

Tras los mareos y el dolor cabeza ocasionados por las calificaciones repartidas a las autoridades duranguenses, y a punto de entrar en modo “cena de Fin de Año”, la invencible Pony viaja hasta la capital coahuilense para repasar lo hecho y deshecho por las autoridades provinciales y municipales. Antes de comenzar, valga una aclaración: este año hubo relevo en el Palacio Rosa de la Urbe de Adobe, tras unas peleadas elecciones, y como el cambio se dio apenas el 1 de diciembre, pues las autoridades estatales a calificar son las que se fueron (aunque algunas se quedan), por lo que las que llegan están exentas por considerar la Pony que un mes es poco tiempo para una evaluación. Así que a Miguel Riquelme y su gente les tocará su turno hasta 2018. Dicho lo anterior, comencemos con la administración de Rubén Moreira, flamante operador electoral del tricolor a nivel nacional.

Lo primero que nota la Pony respecto a la labor de don Rubén es que se mantuvo cierto control en los asuntos de seguridad, aunque de pronto parecía que la cosa iba a descomponerse. En materia de empleo, continuó el arribo de empresas, aunque ya a un ritmo menor al de años anteriores. Los malabares respecto a las finanzas continuaron para poder sacar adelante los compromisos a pesar de la megadeuda. Las áreas más oscuras fueron sin duda la rendición de cuentas y la transparencia, con todo y los reconocimientos de ciertos indicadores. Su gabinete se fue sin comparecer ante el Congreso local (que dado el control mayoritario priista hubiera dado igual). El gran pendiente siguió siendo la explicación de la deuda que heredó de su hermano Humberto, a lo cual se sumó la denuncia de la contratación de empresas “fantasma”, que tampoco se aclaró y, como dice don Teofilito... Lo que sí es que, gracias al largo conflicto postelectoral, el gober Rubén Moreira tuvo la oportunidad de romper la norma del relevo anticipado y siguió gobernando casi hasta el último día, incluso “sugiriendo”, dicen, piezas en el futuro gabinete y el sistema anticorrupción. Pero esta situación no la aprovechó para resolver carencias importantes en regiones como La Laguna en donde el pavimento está para llorar, con todo y los anuncios millonarios de inversión. Por eso, la Pony le baja medio punto la calificación del año pasado para dejarlo con un feo SEIS Y MEDIO.

Como secretario de Gobierno, encargado de lo político y lo policial, Víctor Zamora tuvo como puntos a favor la baja de delitos de alto impacto, la mejora de la infraestructura de los penales estatales, así como el avance en procesos de certificación y distribución de internos, y también mantuvo operativos contra el crimen organizado. Pero las quejas contra Fuerza Coahuila por las pasadas de mano se multiplicaron a niveles del desaparecido GATE. Además, algunos delitos del fuero común aumentaron. Y si a lo anterior se agrega que la operación política fue más de control que de diálogo, pues le alcanza apenas para un SEIS Y MEDIO.

En la extinta Procuraduría de Justicia, Homero Ramos avanzó en la disminución del rezago de averiguaciones, mejoró la infraestructura de algunas oficias, aunque no siempre su equipo e insumos, mantuvo la capacitación de elementos, y tuvo el acierto de apoyar a las familias en la búsqueda de sus desaparecidos, no sin algunas quejas y rezagos en la identificación. En contraste, las grandes máculas de la administración siguen ahí: Piedras Negras y Allende, en donde los avances son insuficientes. Además, la impunidad en ciertos delitos sigue siendo alta, incluyendo todo lo relacionado con la megadeuda, lo cual lo coloca en la incómoda posición de SEIS.

En Finanzas, Ismael Ramos siguió haciendo malabares para mantener la operación del gobierno con el pesado lastre de la deuda a cuestas. Y aunque logró que varias asociaciones certificadoras le dieran buenas notas al estado en materia de transparencia presupuestaria, el asunto de las empresas “fantasma” y el endeudamiento inexplicable no le permiten rebasar la zona reprobatoria: CINCO Y MEDIO.

De la mano del torreonense Antonio Gutiérrez Jardón, la secretaría de Desarollo Económico siguió superando las metas de generación de empleo, que se creó afortunadamente ya no sólo en la región Sureste. Con el mismo pecado de la falta de claridad en algunos rubros, como viáticos, este funcionario cierra con una de las calificaciones más decorosas del gobierno moreirista: OCHO.

Tras la penosa salida de la otrora poderosa María Esther Monsiváis, involucrada en las empresas “fantasma”, Marco Antonio Dávila mantuvo un perfil más bien bajo en la Secretaría de Infraestructura y Transporte. Poco hizo, pero también poco deshizo. Queda como herencia maldita, que comparte con el ayuntamiento torreonense, el rezago en el Metrobús Laguna, que dicen que avanza, pero sin pies ni cabeza. La Pony le suelta un CINCO.

La siempre polémica Secretaría de Desarrollo Social quedó a cargo de Inocencio Aguirre en enero, tras la salida del controvertido Rigo Fuentes. En contraste con éste, se mantuvo lejos de escándalos políticos, aunque los panistas lo acusaron de entregar apoyos sociales en el proceso electoral. Falta ver que le den seguimiento a su denuncia. Por lo pronto tiene SIETE.

Un área que este año tuvo muchos problemas fue Salud, bajo la dirección de Jorge Verástegui, quien prácticamente durante todo el año mantuvo a los hospitales sin suministro suficiente de medicamentos e insumos. Palomita por el nuevo nosocomio en Saltillo, aunque inició a medias. Tache porque en La Laguna poco hubo además de quejas. Le va bien con un CUATRO.

Sin pena ni gloria dejó el cargo de fiscalizador Carlos Cabello, dormido en sus laureles de las páginas de transparencia que habilitó, pero sin lograr recuperar la confianza del respetable en su gobierno. Por eso baja a un CINCO.

Las dos funcionarias que brincaron el sexenio con suerte son Eglantina Canales, en Medio Ambiente, y Ana Sofía García, en Cultura. Respecto a la primera, destaca el cumplimiento de su plan de trabajo y los programas de reforestación, pero se le cuestiona su apoyo al basurero tóxico de General Cepeda, lo cual la deja en un SIETE Y MEDIO. De la zarina de Cultura, sobresale que, a pesar del escaso presupuesto, supo mantener a flote las ferias y los festivales artísticos sin mayor contratiempo, y sobretodo tener la mano izquierda para sobrevivir el complicado mundo de los cultureros donde todos son ‘prima donna’, por lo que obtiene un nada despreciable OCHO.

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Y ya de visita en la Urbe de Adobe, la Pony se centra en el alcalde saltillense Isidro López, quien quiere volver a contender en julio de 2018 por el cargo. Sus puntos a favor son: deuda bancaria en ceros, aumento de personal de seguridad pública, consolidación de la modernización del alumbrado a costos razonables, y buenas notas en índices de competitividad y empleo. La parte oscura, que siempre la hay, abarca un pasivo a corto plazo de 120 milloncillos; un aumento de la nómina no muy justificado; un combate a robos que dejó mucho que desear, aún con el mencionado incremento de agentes; más quejas por abusos policiales; la proliferación de baches y hoyancos en las calles, y el siempre antipopular aumento a la tarifa del transporte. Por estos claroscuros, la Pony le quita medio punto de la calificación del año pasado para dejar a don Chilo en un incómodo SEIS.

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Por la insufrible autopista Saltillo-Torreón llegamos a los municipios periféricos laguneros, en donde también 2017 fue el último año de gestión. Empezamos con Francisco I. Madero, de David Flores Lavenant, en donde el común denominador son proyectos inclusos, como la planta tratadora de aguas residuales; el prometido mejoramiento de la clínica del Seguro Social; la última etapa de construcción del bulevar Luis Donaldo Colosio; el edificio de la Presidencia Municipal, y la modernización del alumbrado público. Lo que sí se reconoce es que al menos durante los primeros tres años logró un cambio de imagen y servicios en el municipio, principalmente en pavimentación en colonias y ejidos, nuevas rúas, agua potable, drenaje y electrificación, además de que se concretaron (estos sí) proyectos como la infoteca, el mejoramiento de espacios públicos y las condiciones laborales de los policías. El centro luce un poco más ordenado y se concretaron algunas inversiones privadas importantes como cines, tiendas de conveniencia y departamentales. Pero como que en 2017 no hubo “broche de oro”, además de que el problema de don David fueron siempre las formas poco amables de gobernar. Porque hizo pero pudo haber hecho más, pasa de panzazo con SEIS.

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En Matamoros, donde Raúl Onofre nuevamente faltó a su palabra y no terminó su gestión luego de dos administraciones anteriores truncas, las cosas no fueron muy diferentes. En la ciudad que promete ser el “futuro de La Laguna” también se quedaron en el camino algunos proyectos y otros sólo en el papel: la ampliación de la clínica del Seguro Social, la terminación del centro cultural, un nuevo panteón municipal, el mejoramiento del Centro Histórico, el rastro TIF y la consolidación del centro de acopio de los meloneros. Pero el verdadero talón de Aquiles de Matamoros es la red de drenaje, y no hubo inversión importante que permitiera corregir sus deficiencias... y malos olores. La nómina municipal, otro tache por compromisos políticos que la engordaron. Como positivo destaca un mejor abastecimiento de agua potable en la zona urbana y parte de la rural; el saneamiento de las finanzas, sobre todo el pago de deudas; mejoras en seguridad, y la modernización del alumbrado público. Otro punto a favor fue el haber amarrado la empresa Lear Corporation, el parque solar Coahuila y otro parque solar por iniciar, además de los cines y una que otra rehabilitación de carreteras. Por todo eso y por saltar del barco antes de tiempo, otra vez, la Pony le suelta un seis que tira más a CINCO Y MEDIO.

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A otro que tampoco le fue bien es a Juan González, quien recibió un San Pedro con serios problemas financieros, lo cual causó que tuviera poco margen de maniobra para obras y proyectos importantes, aunque él dice que hizo lo que pudo. El rezago más importante que no quiso o supo resolver es el agua potable, que en 2017 vio agudizar la crisis, con pozos tronados, desabastecimiento en verano y bloqueos de calles en protesta. El drenaje fue otra bronca y la falta de inversión más el deterioro gradual hizo que en varios tramos desapareciera la tubería; y donde sí pudo invertir para reponer, como en el Centro, lo hizo causando malestar de los ciudadanos. Entre los pendientes se deja el alumbrado público; la modernización del transporte, en donde abunda la chatarra, y la creación del fondo de pensiones. Un panorama negro que sólo se compensa un poco con la construcción de la infoteca, el estadio de beisbol y dos unidades deportivas, el Auditorio Municipal, una clínica para adicciones, pavimentación en algunos ejidos, mejoramiento de algunos planteles educativos, electrificación y la atracción de algunas inversiones como dos fraccionamientos, cines y una plaza comercial. En seguridad, hubo mejora y, sobre todo, la disposición de que en el municipio se instalara uno de los cuarteles militares más grandes del norte del país. Con todo, le alcanza para un CINCO Y MEDIO.

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Llegamos a Torreón bailando, en donde Jorge Luis Morán tomó la estafeta de Miguel Riquelme quien se fue en pos de la gubernatura. Tras fungir como secretario del Ayuntamiento y desempeñar un papel regular tirándole a “aguanta” en el control político, ya como alcalde su trabajo se enturbió por los conflictos que tuvo con el equipo, que no su equipo, que se tradujeron al final en desobediencia y soledad, sobre todo en el segundo semestre. Varios asuntos se quedaron pendientes: la pavimentación, la atención a algunos espacios públicos, el galimatías del Metrobús Laguna y en general la imagen urbana, que está muy desmejorada. En el plano financiero batalló para ajustar las cifras a lo proyectado, aunque más o menos se ha logrado, falta ver qué reporta el gobierno entrante. En la seguridad la situación se contuvo sobre alfileres aunque al final hubo repuntes en algunos delitos. Y en lo político, hay quienes lo responsabilizan de la debacle del PRI en Torreón, que volverá a manos panistas tras 8 años de control tricolor. Del siete de secretario del año anterior pasa a un feo CINCO Y MEDIO como alcalde.

Tras la salida de Morán, la Secretaría del Ayuntamiento fue al garete. Primero con el expanista José Ignacio Máynez, quien pasó con más pena que gloria... y oficina vacía, dicen. Luego vino Jorge Maldonado Rivas, quien a favor tuvo que sirvió para agilizar diversos trámites, pero en los últimos meses desaparecieron las reuniones de comisiones del Cabildo y la productividad quedó en los niveles más bajos. Promediados ambos quedan en un espantoso TRES.

Desde 2016 el servicio de Atención Ciudadana, a cargo de Martha Rodríguez, comenzó a perder sentido primero por la concesión de alumbrado, que se encargó de sus propias quejas, y luego por el call center de Simas, que hizo lo propio. Así, sólo le quedó atender las crecientes quejas por pavimento y basura, que al cierre de administración son los principales dolores de cabeza de la ciudad. Como excusa le queda que el presupuesto se fue reduciendo y que las quejas se multiplicaron, por lo que la Pony, comprensiva, le manda un SEIS.

En Obras Privadas -perdón, Públicas-, el polémico Gerardo Berlanga saltó del municipio al gobierno provincial sin cambiar de jefe. De coordinar en años anteriores obras plausibles como la Línea Verde, La Jabonera y el Paseo Morelos, cerró con la controversia del tardado Teleférico y el rezagado Metrobús, que ahora como secretario tendrá una segunda oportunidad de darle un poco de orden. Durante la elección, fue blanco de señalamientos por enjuagues y travesuras, y de dardos emponzoñados de organismos colegiados que se sintieron ignorados en su petición de transparencia, a la par que varios de sus colegas directores terminaron distanciados de él. Por todo eso no aprueba y queda en CINCO Y MEDIO.

El tesorero Enrique Mota llegó a la administración municipal como “la carta fuerte” en materia de finanzas, por su habilidad, pero al final la carta se ablandó, en parte por la competencia que le pusieron con Javier Lechuga como director de Egresos. Sus pecados principales fueron revivir la “licuadora” de Rossique, endeudarse con Pensiones, ser selectivo en el pago a proveedores, retener cuotas partidistas a trabajadores, y no aprovechar la modernización catastral. Como virtudes, al final pudo contener la nómina, con calzador, y dejar un pasivo menos grande que el que recibió, falta ver si así queda. Le va un SEIS, de panzazo.

En la Policía Municipal, el teniente Adelaido Flores se mantuvo al pie del cañón hasta el final de la administración, no sin problemillas de repunte en algunos rubros en varios meses. Como aspectos negativos figuran las travesuras que hicieron algunos de sus muchachos y que no fueron debidamente sancionadas. Los años aciagos de la violencia lo obligaron a construir un feudo en el oriente de la ciudad en donde prácticamente él era el único señor. Con todo, se salva con un OCHO.

En Protección Civil, Alberto Porragas siempre estuvo rodeado de rumores por supuestos enjuagues de sus inspectores para aprobar trámites en comercios e industrias y hasta puestos de tacos. No obstante, se mantuvo en la dependencia teniendo a su cargo también el departamento de Bomberos, que a veces mostró falta de apoyo. Sus logros: impulsar la creación del nuevo Reglamento de Protección Civil tras 12 años de vigencia del anterior y el Atlas de Riesgo certificado por el Cenapred. Le alcanza para un SIETE.

Antes de llegar a Egresos, Javier Lechuga fue contralor, en donde poco se ocupó por dar respuesta o fincar responsabilidades en infinidad de auditorías que realizó en áreas como Catastro, Parquímetros, en Pensiones o en la Tesorería Municipal. Eso sí, las críticas, por más duras que fueran, siempre las enfrentó sereno, sin engancharse. Con su chamba en la Tesorería, en donde le achacan el retraso del pago a algunos acreedores, termina con un agrio CINCO.

Jorge Jiménez Favela “El Puma” levantó un poco la siempre golpeada Dirección de Vialidad. Estableció una buena estrategia en cuanto a operativos de vigilancia vial y con mano dura mantuvo el Alcoholímetro, necesario ante el incremento de accidentes causados por beodos. El problema fue que no se aplicó tanto en meter en cintura a los agentes traviesos que anduvieron solicitando ayudas a conductores, y tampoco con los mandos medios que supuestamente pedían sus cuotas a sus subordinados. Los despidos de este año no se sabe si fueron por esto o por falta de recursos. La Pony le da un OCHO.

El gran misterio de la administración fue Servicios Públicos, en donde el equipo encabezado por David Fernández se mantuvo intacto con Érick Ruvalcaba, en Limpieza; Jesús Orozco, en Parques y Jardines; y Jesús Gómez, en Alumbrado. Salvo la Marea Roja, que también tuvo sus denuncias por aviadores, poco hay que apuntar en el renglón de actividades. Las concesionarias de alumbrado y de limpieza operaron por su cuenta, sin supervisión, y en las áreas verdes el mantenimiento fue regular, cuando no malo. Reprueban los cuatro con TRES.

Otra área con problemas fue Movilidad y Transporte, en donde los pleitos entre el director Fernando García y el jefe Marco Antonio Mora fueron la constante. Aunque pusieron algo de orden con el asunto de los Uber e intentaron frenar el servicio de los llamados cinqueros, en general el caos en el llamado pulpo camionero persiste, sobre todo en las rutas y el sistema de prepago. A esto hay que sumarle el poco avance en movilidad alternativa y lo suelto que sigue el proyecto del transporte metro. Se van con un CUATRO.

En Urbanismo, la labor de Gabriel Calvillo lució poco y esto se tradujo en el aumento del desorden urbano al no respetarse el uso de suelo marcado en el Plan Director de Desarrollo. A la par, algunos fraccionadores siguieron haciendo de las suyas, saltándose el reglamento y hasta se dieron casos de instalación, sin justificación, estudios ni permisos, de bordos y boyas; amiguismo puro. El atorón sin razón de trámites fue una queja recurrente, lo cual no le permite mejorar el tres del año pasado o, si lo pensamos bien, quizás baja a DOS Y MEDIO.

La oficina de Jaime Russek, Desarrollo Económico, siguió colgada de los logros de la secretaría estatal, y salvo la pujanza de los antros y restaurantes en el Distrito Colón y el Paseo Morelos, en donde el funcionario anduvo bastante activo, poco se vio de trabajo, por lo que repite el CUATRO.

En Simas, Xavier Herrera puede presumir haber sacado al organismo de los números rojos, de mejorar el abastecimiento de agua con la perforación de 27 pozos, instalar el sistema de telemetría, crear el call center (aunque a veces sólo “toman el recado” sin que pase nada más) y casi concretar el amarre de la planta tratadora tras años de litigio por un contrato nocivo firmado hace dos décadas. Como pecadillos está el hecho de no meterle a la inversión en redes de agua potable y drenaje, por lo que las fugas en ambos casos se han multiplicado. También deja una cartera vencida considerable aún y miles de medidores pendientes de instalar. Con todo, se va con un SIETE Y MEDIO.

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Exhausta y con estertores, la Pony concluye así su complicada e ingrata labor de calificar a las autoridades bajo la consigna de siempre: ni son todos los que están, ni están todos los que son, y al final, quien tiene la última palabra y calificación es usted, amable y paciente lector. ¡Felicidades y lo mejor para 2018! Vamos a poner los tamales.

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