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Frases hechas; lugares comunes

RAÚL MÚÑOZ DE LEÓN

Frecuentemente incurrimos en ellas; las usamos con mucha facilidad; las escuchamos y las decimos; de manera reiterada las aplicamos a situaciones cotidianas.

Elementos nocivos en la arquitectura de la comunicación, en los andamios de la construcción lingüística, son las frases hechas y los lugares comunes, de los que difícilmente escapan las personas, por lo que tenemos que ser muy cuidadosos al momento de establecer comunicación con un individuo, con un grupo o con un auditorio.

Los políticos hacen uso de estos vicios, utilizando un tipo de lenguaje folclórico, que demuestra pobreza, ausencia de ideas, debilidad en la concepción gramatical. Fijémonos en el siguiente párrafo: "Asumo esta candidatura con plena conciencia de la responsabilidad contraída. Tenemos al frente un panorama de retos y compromisos; juntos vamos a cumplir esta tarea; el país nos necesita y lo necesitamos a él. Con esfuerzo, voluntad y decisión saldremos adelante y alcanzaremos el triunfo. La victoria nos espera, vamos por ella...".

Es un fragmento de discurso político que puede ser adjudicado o atribuido a cualquiera persona, de cualquier partido, de cualquier ideología. ¿Por qué? Porque está plagado de frases hechas, de lugares comunes; frases huecas que nada dicen; muchas palabras y pocas ideas. Es lo que en el argot de la política se conoce como demagogia: engaño, vistiendo la mentira con el ropaje de la verdad. Tenemos que ponernos a salvo de estos vicios o defectos para que nuestra comunicación sea clara y transparente.

Son frases hechas y lugares comunes, porque ya las han hecho otros con anterioridad, porque los han citado antes que nosotros. Lugar común es ese sitio al que acudimos todos; por ejemplo, si hablamos de Don Quijote, inmediatamente lo asociamos con Sancho Panza, y a éste con el ingenio y con la ingenuidad, a veces irónica, pero siempre mordaz y aleccionadora; si aludimos a la Odisea, de manera automática pensamos en la Isla de Ítaca; si nos referimos a la Novela de la Revolución Mexicana, traemos a la mente "Los de Abajo", de Mariano Azuela, o "Ulises Criollo", de José Vasconcelos.

Lugares comunes de los que pretendemos escapar, son los que seguramente encontraremos al momento de iniciar la aventura literaria. Dicen los maestros de literatura que la ruta lógica del escritor es la del poema, el cuento y la novela: nos llega el amor y sentimos la necesidad de hacer poemas, de versificar; si esta "enfermedad" se hace incurable y pegadiza, como bien decía Cervantes de Saavedra, ella nos lleva al ensayo, y de ensayo en ensayo, experimentamos el placer del artículo periodístico, y de éste a la novela, a la obra teatral, hasta el libreto para radio y televisión, y todo lo que se nos viene a la imaginación o a la oportunidad.

Si tenemos la mala costumbre de hacer "refritos literarios", usemos nuevos aceites para "refreír"; es decir, insistamos en lo que estructura nuestro pensamiento, tomemos el mismo tema todas las veces que creamos necesarias, pero presentémoslo con diferente "ropaje". Una vez, utilicémoslo en un poema; otro, en un epigrama; ahora en un discurso, después en una conferencia; luego en un ensayo. Vistámoslo de mil disfraces: hoy como metáfora, mañana como alegoría, pero siempre expresando nuestra convicción.

Para ejemplificar lo anterior, citemos las diferentes formas en que Homero nos presenta la muerte; no las muchas maneras de morir, sino una sola muerte, la que llega en la batalla, o sea morir peleando. Sus elementos son escasos: piedras, espadas, lanzas y flechas; pero con ellos ¡qué calidad dramática logra...! Nadie puede escapar a la intensidad sentimental que Homero narra y trasmite.

Escapar de los lugares comunes no es evadir determinada temática, sino evitar esas frases hechas que se ponen de moda o se repiten de igual manera "desde la oscuridad de los tiempos", "desde que Adán fue seducido por la serpiente al probar la manzana que le ofreció Eva".

Desde la oscuridad de los tiempos, y desde que Adán probó la manzana, son frases comunes que intencional y deliberadamente manejamos, para señalar que también esas frases pueden sernos útiles. Pudimos haber dicho de manera natural "desde hace mucho tiempo", pero si decimos "desde tiempo inmemorial", hay cierta atracción en la frase que "obliga" al lector a sentir lo que decimos. La prueba está en que cuando citamos a Adán, sin que ello sea un chiste o chascarrillo, como que se provoca cierta sonrisa interior.

Si deseamos acentuar esa sonrisa, puede variarse el lugar común y decir "desde que Matusalén era un bebé" o "desde antes que Noé pensara en construir el arca". Claro que todo esto sólo ocurre en una "caricatura oral" y es fácil que se convierta en un lugar común, como cuando se dice "poner los ojos cuadrados" por la sorpresa, el espanto o lo inesperado. Lo conveniente es que nosotros inventemos los lugares comunes, y no los tomemos de otros.

Dicen que el poeta "nace", no se "hace". Si esto es así, ¿cómo podemos saber que un poeta ha nacido? Para saberlo, necesitamos "ver un lucero" como en el caso de los Santos Reyes, que seguían la estrella que los llevó al pesebre en el que nació Jesús. Sólo que ahora se trata de un firmamento interior; cada quien habrá de descubrir su estrella. Consideremos la comunicación desde el punto de vista del emisor; éste tiene que hacer arreglos verbales para enviar su mensaje. La formación o elaboración de esos "arreglos", si están escritos, da como resultado o producto lo que se llama redacción.

Si el fenómeno de la comunicación lo vemos desde el ángulo del receptor, habrá que interpretar los agrupamientos verbales a través de los cuales llega el mensaje; si éste es en forma escrita, su contenido son las palabras y el receptor tiene que leerlas, lo que da otro resultado o producto que es la lectura.

Somos artesanos literarios y nuestras herramientas son las palabras, habladas o escritas, y la tarea que tenemos es interpretar la realidad por medio del lenguaje, el cual debe ser llano, claro, preciso, evitando las frases hechas y los lugares comunes. Aceptamos como válida la afirmación de que el hombre es un ser social por naturaleza; a Aristóteles, filósofo griego, se le atribuye el aforismo de que el hombre es un "zoón politikón", un animal político, de universal aceptación: la tendencia y la necesidad de comunicarse resulta de su esencia misma, pero la preparación del instrumento que le permitiera la comunicación fácil y efectiva, o sea el lenguaje, le llevó muchos años.

Cuando, finalmente, apareció el instrumento adecuado, o sea el lenguaje, el hombre le dio una doble función: como vehículo portador de mensajes, y como medio de interpretación. Entonces podemos concluir que el lenguaje nos sirve como medio para interpretar la realidad.

Con estas apreciaciones hagamos un poco de análisis literario. César Garizurieta, conocido por su humor sarcástico y su apodo de "El Tlacuache" que, según los que lo conocieron, él mismo buscaba propagar en los mentideros literarios, destaca la intención analítica, enjuiciadora del estudio titulado Latitud y Longitud de la Literatura Mexicana, señalando su molestia ante la crítica que atiende más a la forma que al contenido de la obra.

Así expresa su enojo: "A últimas fechas, la crítica literaria ha adquirido sombríos perfiles de portería; luce argumentos basados en rampantes pasioncillas. A menudo, la pobre literatura mexicana adquiere proporciones de epidemia aftosa y empieza a funcionar el rifle sanitario para acabar con los qués, los gerundios y los indefensos verbos auxiliares, que mueren ensangrentados bajo la terrible arma del lápiz rojo; las comas mueren aplastadas por la uña como si fueran pulgas".

"Me parece que fue Pío Baroja quien lo dijo por ahí: tanto en la política como en la literatura existen dos tendencias: derecha e izquierda. La primera es lo clásico y tradicional; la izquierda es lo moderno, lo nuevo, donde se trata de buscar nuevas formas de expresión. Por ejemplo, Cervantes es de izquierda, usa el idioma popular que introdujo el Arcipestre de Talavera en El Corvacho... Quevedo es clásico, el hombre del Renacimiento, el humanista con su cultura grecolatina aprendida en las aulas de la Universidad de Alcalá de Henares, madre de la Biblia Complutense, hecha bajo los auspicios del cardenal Gonzalo Jiménez de Cisneros...

"En México tenemos bien trazadas las líneas fronterizas y los terrenos convenientemente amojonados. Al decir derecha o izquierda, no hablo de ideas políticas, sino del estilo, de la lengua en que se expresan los autores. La izquierda la podemos ejemplificar con Azuela, López y Fuentes, José Revueltas y José María Dávila porque se expresan en lengua popular y la gramática se separa de lo castizo, están pegados al solar patrio y relatan temas que suceden en México, sucedidos naturales del hombre de la calle; repelen los relatos patológicos propias de las historias clínicas. En el otro grupo se enlistan los escritores que usan un lenguaje perfecto en su construcción gramatical, extraído directamente de la novela costumbrista española. Cosa curiosa, dichos autores han ido a España y aprendieron el español, como se dice vulgarmente, al pie de la vaca. Allá vivieron, se familiarizaron con el lenguaje popular que es casi el mismo que escriben los costumbristas. Los ejemplos: Alfonso Reyes, Martín Luis Guzmán, Enrique González Martínez, Rubén Salido Orcillo, José Rubén Romero y Jaime Torres Bodet...".

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