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LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA

Oficios en vías de extinción

Lo recuerdo con una gran nostalgia. Era un hombre de mediana edad, con su bigotito recortado, su cara de bonachón y llevaba siempre cargando su enorme bolsa de cuero que parecía formar parte de él. Tal vez alguna ocasión me lo crucé en la calle, pero sin su gorra y sin su bolsa llena de cartas, periódicos y revistas, hubiera sido incapaz de reconocerlo. Era el cartero del barrio que se aparecía dos veces por semana tocando su silbato con vigor y entregando los diversos envíos postales que casi todos esperábamos con ansia.

¿Y dónde está el cartero, ese del bigotito recortado o el que lo habría de sustituir? Pues desde que llegó la posibilidad de enviar correo electrónico, el oficio de cartero se redujo a su mínima expresión. Cuando me puse a pensar en ello, me di cuenta de que son muchos los oficios que han desaparecido o están en vías de hacerlo.

Las causas son los avances tecnológicos o la simple evolución natural de nuestros sistemas de vida. Había un globero que pasaba con frecuencia por mi casa, haciendo sonar un horrible silbato que parecía el grito de un perico asmático. Producía un horrible sonido, pero a todos los chamacos nos alborotaba y nos poníamos a rogarle a mamá con insistencia para que nos comprara uno de aquellos globos de vistosos colores y divertidos dibujos.

De vez en cuando, en un atardecer tranquilo, de pronto empezaba a escucharse: tuuut, tuut, tuut, tuuuuuut… las notas de un organillo tocando el vals "Sobre las olas", y salíamos todos en tropel a ver aquel maravilloso aparato que tenía una manivela, accionada por un señor vestido como de indígena y hasta había alguna niña inhibida que se ponía a bailar ahí mismo en la banqueta. Terminaba aquella pieza, y para que no se fuera ahora sí que "con su música a otra parte", había que depositar unas monedas en el botecito que traía ahí para el efecto.

Así como esos, han ido esfumándose muchos otros oficios, como el peluquero que sabía todos los chismes del vecindario y además podía sostener cualquier plática sobre política. Enfrente de mi casa, había un letrerito: "Hospital de medias". Una señora viuda y sus dos hijas se dedicaban a reparar las medias de nylon que eran una novedad y por lo mismo eran carísimas, por lo que, cuando a una media "se le iba un hilo", valía la pena repararla.

En los tiempos actuales, ya quedan muy pocos zapateros de los que nos ponían "medias suelas y tacones", afiladores que pasaban haciendo sonar su silbatito que recorría de ida y vuelta la escala musical, el ropavejero que compraba ropa vieja y de pasadita también "papel periódico, botellas y fierro viejo que vendaaaan".

A todos ellos los extraño, como al señor que nos entregaba el hielo, al que nos vendía ricos dulces de calabaza, de coco y de camote, al verdulero que nos traía hasta la puerta, frutas y legumbres y a tantos más que se van yendo y de los cuales sólo nos queda el recuerdo.

ESCRÍBALE A JUAN RECAREDO: [email protected].

PREGUNTA DEL PÚBLICO:

¿Por qué le llaman a Monterrey la Sultana del Norte? Francisco Gómez Garza.

RESPUESTA:

Entre sus fundadores, había varias familias árabes y para ellos la máxima autoridad son el Sultán y la Sultana. En lugar de ponerle "la Reina del Norte", le pusieron "La Sultana del Norte".

Me retiro con esta reflexión: El poder sólo corrompe a los corruptos, hace golfos a los golfos e inmorales a los que ya lo eran. ¿Cómo dijo? LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA.

Por: Juan Recaredo

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