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Dos Pepes y la cargada

SIN LUGAR A DUDAS...

PATRICIO DE LA FUENTE
“La sumisión a un hombre débil es disciplina. La sumisión a un hombre fuerte es sólo servilismo”.

— Chesterton

“Ya escucho el tropel de búfalos”, le confesó José López Portillo al periodista Julio Scherer García, dos días antes de ser destapado como candidato del PRI a la Presidencia de la República.

Después vendría el ritual de siempre: todos y cada uno de los sectores del partido se agruparon en torno a su persona. Disciplinados, serviles, queriendo acomodarse donde hubiera, los fieles priistas exaltaban a Don José sin amor por las palabras. Confiriéndole cualidades y virtudes propias de un dios del Olimpo, los búfalos hicieron su aparición como por arte de magia. Desde Los Pinos había luz verde para que ocurriera.

También en ese momento, la estrella de Luis Echeverría comenzó a apagarse. Otro era el protagonista y representaba al futuro. Ahí, quizá, la ingratitud más grande que supone la política: es la única profesión donde a la propia muerte se asiste en vida.

En aquél entonces, no hubo lugar a la interpretación: el ungido del PRI que se convertía, por obra y gracia del gran dedo elector, en el próximo presidente de México. Sumido en la peor crisis de su historia, hacia 1976 Acción Nacional no presentó candidato. Los otros participantes o no estaban legalmente reconocidos, o resultaron testimoniales.

Hace cuarenta años, sabiéndose representante máximo de la cargada tricolor, Fidel Velázquez secundó el destape con toda la grandilocuencia y lisonjas propias del momento. Tras él, miles lo siguieron y así, el ritual que data desde tiempos de Lázaro Cárdenas se consumó sin mayor problema. Mal que bien, el rito funcionaba. Los mexicanos no están listos para la democracia, por ello la métrica del PRI nos viene como anillo al dedo, justificaban.

Salvadas las distancias y los doce años de “transición” en Los Pinos, este lunes los mexicanos fuimos testigos de un evento muy similar, con diferentes protagonistas quizá, pero apegado a formas y prácticas caducas que ya no le sirven a un mundo y mucho menos a un país hastiado de que el poder permanezca en manos de los de siempre.

Especialmente, dicho ritual les es desconocido, ajeno y un tanto ridículo a los jóvenes, quienes podrían ser determinantes en la elección del 2018, si así lo deciden.

Por desgracia, los milennials no tendrán que consultar desde sus celulares qué significa un destape a la vieja usanza priista. Esta semana lo vivieron y fueron testigos del regreso abrupto de algo que se resiste a morir no obstante los tiempos.

Como en toda campaña, al candidato (eso de llamarlo “pre” es mero formulismo que aquí evitaremos) se le venderá como si fuera un producto, porque en términos de marketing político, en realidad lo es.

Nos lo cacarearán como el tipo bueno de la cuadra, el funcionario experimentado que tiende puentes y ha sido capaz de trabajar bajo las siglas de diferentes gobiernos porque él, nos dirán, antes que partidista es un demócrata consumado que antepone el interés superior de la Patria.

También habrán de mencionar que pese a tratarse de un tecnócrata con fuertes vínculos y evidentes ligas con los que hoy están, en realidad es también un político consumado.

Prueba de ello, afirmarán, es que al candidato todo el mundo lo quiere. Hombre bueno, con una sarta de rufianes rondándolo pero él, cual flor de loto, ha sabido posarse sobre el fango sin mancharse, nos recordarán.

Y como además saben que el todavía Presidente de México es tóxico en las urnas, el candidato y el presidente jugarán a ser vecinos distantes y se comportarán, bien dice aquél tango, “Como dos extraños”. El sistema priista, exitoso pero predecible en sus formas y estrategia, sabe también que el candidato no puede mencionar la marca que lo impulsó pues dicho membrete se encuentra más quemado que el demonio.

Mírenlo, lo postuló el PRI pero no es priista. Proviene del mismo grupo político que el presidente, es íntimo del virrey pero hará las cosas de manera distinta. Eso sí, será leal y habrá de velar por la supervivencia del legado de Enrique Peña Nieto y del Grupo Atlacomulco pues, como ya lo hemos mencionado, el candidato es un tipazo, un bonachón de primera. Eso de romper es de gente ingrata, aseverarán.

Cuatro décadas de por medio separándolos, los dos Pepes, candidatos, escuchando el “tropel de búfalos”…

Vaya que hay cosas que no cambian. Es una lástima, pero los búfalos siguen ahí…

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Escrito en: sin lugar a dudas

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