EDITORIAL Sergio Sarmiento Caricatura Editorial Columna editoriales

La catástrofe del cianuro

Yo río libre

JULIO CÉSAR RAMÍREZ

Se cumplieron en 2017, ochenta años de la catástrofe minera que involucró a presas de cianuro en la destrucción casi total del pueblo de Tlalpujahua, Michoacán.

La catástrofe. Así le llama la gente de Tlalpujahua al desastre mayor de su historia, describe Carlos Herrejón Pereda.

Era la tarde del 26 de mayo de 1937, vísperas del jueves de Corpus. La temporada de aguas llegaba pronto y una copiosa lluvia se derramaba sobre toda la sierra. El río fue creciendo desmesuradamente y a su paso por la mina Dos Estrellas mordía y mordía los depósitos de lamas que se habían acumulado en su margen derecha. Una parte de aquellos depósitos llegaba hasta la cañada de La Sangría, y ayudaba a contener, junto con una antigua cortina, los otros depósitos, mucho mayores, que se iban superponiendo en la mencionada cañada, en cuyo fondo los escurrimientos del material depositado, el agua de la natural depresión y de las lluvias habían ido cavando subterráneos cauces, apenas supuestos por las pequeñas filtraciones que salían de la cañada.

Mas el río al seguir mordiendo los depósitos de su margen derecha causó un primer desplazamiento de lamas que se confundieron en la poderosa corriente. Esta movilización de masa ocurrió a las seis de la tarde y dejó campo libre para que a las once de la noche se dejaran venir los depósitos que ayudaban a contener la inmensa mole aprisionada en la cañada. No faltó quien se diera cuenta del peligro y dando la voz de alarma hiciera que algunos vecinos de los barrios de El Carmen y de La Cuadrilla no se entregaran a la engañosa tranquilidad del sueño. Otros no fueron avisados o no hicieron caso.

Pero el agua, signo eficaz de vida y muerte, proseguía su labor: habiendo removido los obstáculos que detenían al monstruo de la cañada, acabó de preparar el fondo de la misma para el deslizamiento fatal: una mole de 35 metros de altura y de más de 10 hectáreas con un volumen mayor de 4 millones de toneladas ya carecía de apoyo firme en su base y de retén seguro en el frente. Se lanzó hacia el río y con estruendo inaudito chocó contra la margen izquierda, dividiéndose en dos ramas, corriente arriba y corriente abajo. Esta última alcanzaba una altura hasta de 30 metros, que precipitándose sobre instalaciones de Dos Estrellas y sobre los barrios de El Carmen y La Cuadrilla en poco tiempo los envolvió y sepultó en su ímpetu. Eran las 5:20 de la madrugada del 27 de mayo de 1937.

El espectáculo que esa mañana se contempló fue verdaderamente dantesco, porque al precipitarse el lodo de la presa número uno chocó con pavoroso estruendo contra el flanco sur del cerro inmediato destruyendo con su fuerza ciclópea los tanques y algunas dependencias de El Molino de Dos Estrellas. Al tomar el cauce del río del pastoso lodo corrió vertiginosamente llenando en pocos instantes el cauce del río, y desbordado, dejó sepultados a grandes profundidades muchas vidas y tesoros de los barrios que fueron el orgullo de esta población. La gigantesca masa se enroscaba y desenvolvía como furiosa y colosal serpiente, produciendo truenos semejantes a los de una deshecha tempestad. Las grandes y rojas llamaradas producidas por los gases en combustión del cianuro y por los cortos circuitos de las líneas eléctricas instaladas en las presas para el alumbrado de las mismas y otros servicios de Dos Estrellas, daban un tinte infernal al pavoroso cataclismo.

Los muertos sumaron más de 300. Sólo escaparon de dormir eternamente en el lecho del río aquellas personas que avisadas a tiempo se resolvieron a dejar el suyo. Eran como 183, que subiendo la colina del Señor del Monte, hallaron refugio en aquella iglesia. Las pérdidas materiales se estimaron por millones y aunque la minera Dos Estrellas buscó la manera de reparar daños, el golpe había sido demasiado fuerte.

La prensa comentó la catástrofe de mil modos y no faltó la reflexión crítica: Como los habitantes de Tlalpujahua, somos casi todos los mexicanos: el cieno se acumula en nuestra presencia, pero no lo vemos. Se junta, se hace charco, laguna, océano, junto a nosotros, frente a nuestra ventana, sin cautela ni sigilo, descaradamente, con cinismo.

A ochenta años de distancia de aquella catástrofe, mientras la industria minera mantiene la promoción del cianuro con palabras de entonces, como uno de los más modernos avances tecnológicos de la época para la extracción de oro y plata, las comunidades más pobres del país sufren las fatales consecuencias.

@kardenche

Leer más de EDITORIAL

Escrito en: Yo Río Libre

Noticias relacionadas

Siglo Plus

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1405641

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx