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Es posible evaluar actitudes y valores

ROLANDO CRUZ GARCÍA
"El talento consiste en el cómo vive uno la vida"

— E. Hemingway

Una de las dimensiones del quehacer educativo que más incertidumbres y resistencias provocan, en todos y cada uno de los actores que intervienen en los procesos de enseñanza y aprendizaje, es la formación de actitudes y valores; huelga decir lo difícil que resulta su correspondiente evaluación.

Y es que la evaluación es un proceso que busca proporcionar información útil, para realizar ajustes necesarios en el proceso de enseñanza y buscar apoyo para el progreso educativo. Es además un compromiso que exige revisar colegiadamente la práctica educativa, compartiendo valores y actitudes que se convierten en referente de la acción educativa y de la propia evaluación del progreso en los alumnos y alumnas.

Todos sabemos que evaluar es una tarea muy delicada y por demás compleja, ya que al evaluar, se pone en juego un conjunto de actitudes, predisposiciones e inclusive prejuicios que deben ser considerados con el mayor equilibrio posible.

La complejidad de la evaluación reside en el conjunto de factores personales, familiares y ambientales que inciden en el rendimiento escolar y en el conjunto de componentes personales y profesionales del profesorado, que contribuye a que su tarea evaluadora sea equilibrada. Esto es más importante al evaluar los aprendizajes de actitudes, valores y normas.

Si reconocemos que la evaluación ha de ser motivadora y debe generar actitudes de superación y aumento progresivo de autoestima, entonces deberá contribuir a que el educando conozca sus limitaciones y debe ofrecer pautas para superarlas.

Si se educa en valores es porque se espera que puedan ser modificados, como consecuencia de la acción educativa. La evaluación entonces, implica juzgar en qué medida están siendo incorporados los valores y actitudes que se promueven, no para calificar, sino para planificar y decidir qué nuevas acciones educativas se han de adoptar. Como sabemos, existe una triple concepción de los contenidos que se deben evaluar: conceptual, procedimental y actitudinal. En los contenidos conceptuales, como hechos, conceptos y principios, se espera lograr aprendizajes memorísticos, de relación y comprensión. El criterio de evaluación es el saber saber.

En los contenidos procedimentales, es decir, uso de distintas acciones y estrategias para alcanzar metas, se busca el aprendizaje en conocimientos y uso de habilidades. Se evalúa el saber hacer.

En los contenidos actitudinales, como actitudes, valores y normas, se busca lograr una predisposición a actuar de una forma aceptada socialmente. Se evalúa el saber actitudinal y valoral.

Una de las mayores dificultades de la evaluación en la educación en valores es el desconcierto que plantea la imposibilidad de evaluarlos, debido a que los valores se entienden como personales y, además, por el temor a los efectos de una evaluación negativa en ausencia de medidas de optimización.

Los criterios de aprendizaje de valores, normas y actitudes se pueden explicitar: aprender un valor significa que se es capaz de regular el propio comportamiento de acuerdo con el principio normativo que dicho valor estipula; aprender una norma significa que se es capaz de comportarse de acuerdo con la misma; aprender una actitud significa mostrar una tendencia consistente y persistente a comportarse de una determinada manera ante diferentes clases de situaciones, objetos, sucesos o personas.

El proceso de evaluación, en esta dimensión tan importante, debe tener presente que el desarrollo de las dimensiones de la personalidad moral, como autoconocimiento, autonomía y autorregulación, capacidades de diálogo, capacidad para transformar el entorno, comprensión crítica, empatía y perspectiva social, habilidades sociales y razonamiento moral, lo que requiere considerar la capacidad cognitiva de los alumnos y alumnas.

"Obviamente es más fácil evaluar conductas que rasgos, debido a que en éstas es posible introducir indicadores que hagan más eficaz la evaluación" (Eliana Aldea López, Consejera en formación valorar, Municipalidad de Chile).

La evaluación requiere un proceso sistemático que implica aplicar principios, métodos e instrumentos que permitan aumentar la objetividad. Los métodos y técnicas de evaluación dependen del sentido y la forma que se dé a la evaluación, deben ser fiables y válidos, deben reunir el punto de vista del profesor, alumnos y alumnas y otros profesores y debe contribuir al mejoramiento de la práctica docente, considerada como el verdadero contexto formativo en actitudes y valores, por ejemplo, las metodologías observacionales y narrativas.

La observación sistemática es el instrumento fundamental para evaluar las actitudes. No sólo es observar, sino crear situaciones que sean educativas en sí para los valores que se quiere promover, las principales técnicas son: Registro anecdótico, escalas de observación, listas de control, pautas de observación, observador externo, diario de clase.

Existen también técnicas no observacionales, ya que las escalas de actitudes y de valores son instrumentos de carácter cuantitativo, en sí son insuficientes y requieren ser complementadas con otros medios. Son sofisticadas y no siempre útiles para proporcionar información, por ejemplo: Intercambios orales con alumnos y alumnas, entrevistas, debates y asambleas.

Como podemos observar, evaluar actitudes y valores requiere de una profunda actualización y capacitación, para poder dar perfecta cuenta de lo que nuestros alumnos en la realidad están logrando en su formación, sobre todo en esta importante dimensión de sus procesos educativos.

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Escrito en: ROLANDO CRUZ GARCÍA

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