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La sospecha ahoga

FEDERICO REYES HEROLES

Lo vemos trabajando casi todos los días, en ocasiones con apariciones múltiples en escenarios distintos y distantes. Viaja frecuentemente a todas las zonas del país. Pero por algo no convence.

No se puede señalar a EPN por descuidar sus funciones. Las cumple con profesionalismo y con el savoir-faire de cinco años. Igual visitando las zonas de desastre o asistiendo a una elegante cena de estado, el presidente mexicano hace su trabajo y es mucho. Eso es lo que vemos, detrás están las infinitas horas de escritorio. Es sabido que el presidente se desvela trabajando, y los desvelos ya están pagando: educación, telecomunicaciones, energía, sistema financiero, empleo en niveles sorprendentes, turismo, infraestructura. Si bien es cierto que la economía no crece demasiado, también lo es que México ha librado en los últimos años vendavales terribles, desde los que traen demasiada agua, hasta el huracán Trump.

Sin embargo, EPN llega al último año de su gestión con niveles bajos de aprobación y, peor aún, siendo muy impopular en ciertas esferas. Ha habido presidentes, como Ernesto Zedillo, a quienes la baja popularidad no le quitaba un minuto de sueño. Es curioso, Zedillo terminó con 72% de aprobación y el PRI perdió la elección del 2000. La popularidad presidencial sirve de poco al país, peor aún, puede ser un elemento corruptor para quienes detentan el poder: una reforma fiscal nunca será popular. Pero algo dice. Regresemos a EPN. ¿Por qué no logra remontar el mal ambiente que lo ha acompañado durante cinco años? La pregunta pareciera ociosa, pero intriga. La respuesta más frecuente apunta a una mala estrategia de comunicación: no saben vender los logros. Además, han hecho suyos problemas que, en realidad, no correspondían a la presidencia. Ayotzinapa el más concreto, no es el único.

Quizá la respuesta está en otra latitud. Ronda la sospecha de que nos gobierna una pandilla, que el presidente protege a los suyos por arriba de cualquier otra consideración. El "Grupo Atlacomulco", sea esto lo que sea, lo sella en el origen y destino. A eso se agregan afirmaciones siempre corrosivas: "es un hombre del presidente", "es cercano al presidente". Varias designaciones han pasado por ahí. Por eso se piensa que el personaje firme pero afable que vemos en los noticiarios, tiene otras coordenadas de comportamiento. Ese rumor mina su imagen a diario. Es absurdo, reformas estructurales son admiradas en el mundo. Su capacidad para confrontar intereses creados -sindicales, empresariales, de mercado, etc.- podrían situar a EPN en la cima, pero está atrapado por la sospecha.

Hoy la sospecha pesa más que los datos objetivos. Los estándares de exigencia por fortuna se han elevado, "que roben, pero salpiquen", hoy subleva a muchos mexicanos. El cinismo de los dobles raseros provoca un gran enojo. Al asunto de la "casa blanca" puesto en manos de un colaborador y que muchos vieron como un incondicional fue, o un costoso desatino, o una maniobra tonta que abonó a la poderosa sospecha. De poco sirve invertir miles de horas en transporte, visitas, saludos, selfies, si cuando se enfrenta a encrucijadas relacionadas con la integridad se reacciona sospechosamente. ¿Y el socavón? Otra sospecha.

El principio de presunción de inocencia debe acompañar todas nuestras afirmaciones. Es el caso de Emilio Lozoya, ex director de Pemex y señalado como parte de un enorme entramado de corrupción de la tristemente famosa empresa Odebrecht, no debe ser excepción. El simple escándalo -independientemente de los pronunciamientos judiciales- ya perjudicó a la gestión de EPN y de nuevo alimenta la sospecha. En esas estábamos cuando viene la destitución del fiscal especial para delitos electorales justamente por el enredo del caso Lozoya. El incendio cundió: legisladores, centrales empresariales y, en general, para la opinión pública la remoción es inadmisible. Menos aún inmersos en proceso electoral, menos aún después del conflicto en Coahuila, menos aún, cuando la hipótesis de la protección al amigo pareciera evidente. El asunto, visto desde la acumulación de sospechas, inculpa a la autoridad. ¿Por qué provocar esta nueva duda? De verdad la violación a la normatividad justifica la remoción. Si así es, tienen mucho que explicar y están bajo sospecha. Sin Procurador General -¿acaso estará vinculada la renuncia de R. Cervantes a este episodio?- sin Fiscal Anticorrupción, y ahora la abrupta remoción en la FEPADE. Es demasiado sospechoso.

Y ahora, ¿cómo evitar que la gran sospecha reviva en la mente de millones de mexicanos?, ¿cómo contener las especulaciones sobre el financiamiento ilegal al PRI?, de poco sirven todos los millones de promocionales sobre la obra pública, sobre los avances de nuestro país, cuando la sospecha está instalada entre los mexicanos. México está ahogado por la sospecha... ¿o será la realidad?

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Escrito en: Federico Reyes Heroles

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