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Naturaleza y poder

Sobreaviso

RENÉ DELGADO

Pueden tomarse precauciones, prever posibles daños y recomendar conductas, pero no más: escapa aun a la voluntad humana, sobre todo a la científica, el control del poder de la naturaleza. No así, el control de la naturaleza del poder. Ahí, sí se pueden tomar decisiones, emprender acciones y asumir conductas antes, no después del desastre. Está en la voluntad, sobre todo en la política, someter y acotar a las fuerzas del poder.

No es lo mismo el poder de la naturaleza que la naturaleza del poder.

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Vale el parangón. Si bien era imposible conjurar el temblor de antenoche generado por el poder de la naturaleza en poco más de tres minutos, sí era posible conjurar el cimbramiento del Congreso de la Unión provocado a todo lo largo de la semana por la naturaleza del poder.

Las dirigencias políticas y parlamentarias de los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional se lavan y frotan las manos frente a la crisis constitucional provocada voluntariamente por ellos, en el Congreso de la Unión. Calculan quién sacó más raja del error, en vez de reparar en su incapacidad o perversión política. Ambas dirigencias humillaron al Poder Legislativo. Unos instando al Poder Judicial, otros rogándole al Ejecutivo meter la mano. Judicialización y presidencialismo de la política, supuestamente abominados por ambos.

¿Qué pretenden, tirar el tablero antes de empezar el juego? ¿Usar como ariete electoral, instituciones y asuntos públicos o lo que sea en pos del poder? ¿Hacer de la elección, eliminación? ¿Convertir los comicios en ruleta rusa ciudadana? Si así arranca la disputa, la naturaleza de esa lucha provocará una catástrofe. El país ya lo ha sufrido.

Una cosa es erguirse ante una calamidad desatada por la naturaleza, otra tropezarse de nuevo frente a una catástrofe provocada por la política.

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Es difícil dilucidar si la crisis salvada a partir del ardid de parar el reloj parlamentario es o era, por un lado, el afán priista de convertir en automático al procurador en fiscal o, por el otro, tender una cortina de humo sobre la fortuna familiar del dirigente panista y el uso personal del partido. Se puede parar el reloj, no el tiempo.

Lo uno o lo otro perfiló como telón de fondo la disputa por el poder presidencial y la ausencia de escrúpulos en la gana de retenerlo o recuperarlo. La naturaleza del poder sembró un huracán político.

La insolencia priista de meterle la mano al PAN y ahondar su posible fractura, operada por Emilio Gamboa en el Senado con apoyo en la pandilla encabezada por Ernesto Cordero, y el propósito de socavar la autoridad de Ricardo Anaya, armado por Enrique Ochoa desde el PRI a partir del vituperio, tuvieron por respuesta la parálisis de la Cámara de Diputados, instrumentada por el dirigente panista en cooperacha con los restos del perredismo.

Si al inicio del sexenio esas tres fuerzas pactaron hacer fortaleza de su debilidad, al cierre del sexenio están dispuestas a romper y fracturar, aun cuando no hayan conseguido recuperarse del todo ni consolidar su fuerza propia o construir un liderazgo en serio. El priismo no conquistó el gobierno, ni restauró el presidencialismo; el panismo en vías de recuperación, pero -aún convaleciente- ahondó su pugna interna; y el perredismo hizo del naufragio su hábitat, de sus posiciones y posturas, un negocio a plazo e interés fijo; y de la alianza con el panismo, un salvavidas.

Las tres fuerzas que pactaron hacer de la política materia cupular de transa y reparto proporcional de cuotas, hoy lamentan no haber pensado y legislado bien las reformas impulsadas con su voto, cuyos beneficios y perjuicios, efectos y defectos, comienzan a sentirse.

Se les fue el punto en el tejido y se enredaron. Hoy, no les importa romper la chambrita.

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Es evidente que al PRI y a Morena les conviene dispersar el voto, no reconcentrarlo en tres frentes o alianzas.

Al priismo, en particular, el tercer frente de panistas, perredistas y la movida ciudadana le rompe la estrategia y el modelo aplicado en el Edomex. Los tricolores entienden la divisa divide y vencerás como una profecía. No advierten que un mal cálculo estratégico en la posibilidad y los recursos puede terminar por agotar y aniquilar el esfuerzo, en vez de coronarlo. Dividir o polarizar sin gobernar puede quebrar instituciones, frágiles de por sí.

Es obvio que a la dirección panista le conviene correr por los carriles de la candidatura propia y la frentista, si implica vulnerar al adversario interno, prorrogar la postulación del abanderado y conservar el mando del partido. Y es obvio que las tribus perredistas hegemónicas requieren aliarse a la izquierda de la derecha así sea título de apéndice, por instinto de sobrevivencia.

Si en esos afanes los partidos van a echar mano de cuanto sea para acomodar sus intereses, más valdría declarar una moratoria legislativa y parlamentaria y sólo sacar los asuntos imprescindibles. Después de las elecciones podría abordarse con mayor perspectiva lo no perentorio y sí importante.

Los partidos ex pactistas ya dejaron ver que el interés superior de la nación es inferior al interés electoral de los partidos. Si antes sonreían entre sí y se afilaban las uñas, ahora muestran las garras. Cuidado.

***

Sectores y grupos activos de la sociedad deben someter a control la naturaleza del poder, evitando ser vencidos en vez de convencidos.

En temporada de huracanes sembrados por el sobrecalentamiento global y temblores generados por el poder de la naturaleza, los partidos andan con la tentación de recalentar el ambiente nacional y dinamitar, a causa de la naturaleza del poder, lo construido.

Una cosa es que se caiga sin querer un edificio, otra tirarlo adrede.

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