— Heschel
Advenedizo de la política, extraño en los círculos de Washington, incómodo en la piel de jefe de estado, el presidente de Estados Unidos prefiere seguir en campaña y escuchar las porras de quienes secundan su discurso locuaz y enardecido. Así lo demostró el martes.
Para variar dio un papelón, talentoso para mover las fibras más hondas de esa Norteamérica donde sobra la razón, impera la emoción.
El único sitio donde percibo cómodo a Donald Trump es entre su base dura de votantes e incondicionales. Sí, esos amigos suyos que añoran las promesas de un sueño americano maltrecho, que ven amenazado el "american way of life" culpando a una andanada de inmigrantes, y pretenden regresar a un ayer donde todo les resultaba más plácido.
Antier, quizá fatigado de sus largas y frecuentes vacaciones, hastiado por quienes osan cuestionarlo e incomprendido por una creciente mayoría de estadounidenses, Trump viajó a Arizona. En apariencia, aprovecharía la ocasión para abordar temas migratorios y comerciales, pero se fue de largo y terminó proveyendo a su público de cerillos para atizar el fuego.
Quienes esperaban -los pocos- un mensaje unificador y presidencial se volvieron a dar un frentazo porque el Trump presidencial no existe. Hay uno y uno solo: el hombre locuaz, vanidoso e irascible que busca darle solución a todo sobre la marcha, e improvisando según el ánimo mañanero.
Hubo eso sí, dardos envenenados para el enorme sector de la prensa que se atreve a ser contrapeso ante el absurdo. Sobre los supremacistas blancos y lo ocurrido en Chartlottesville poco o nada. El presidente de Estados Unidos no se ha atrevido a cuestionarlos, temeroso de alienar a su base dura de votantes, entre los que se cuentan miembros del Ku Klux Klan y neonazis.
En lo referente al muro con México, poco nuevo y justo lo que la camarilla de mexicano-fóbicos que lo siguen quisieron oír. Trump juró por enésima vez que el muro va y adelantó que las negociones sobre el TLCAN podrían fracasar, sin embargo, ello obedece más a una estrategia para aventajar y encarecer las conversaciones que a otra cosa. Tan es así que la cancillería mexicana salió a decir que las pláticas van por buen camino, desmintiendo al propio Trump.
Para sus amigos racistas, también tuvo elogios. Donald Trump supo endulzarles el oído al dejar entrever que podría indultar al polémico sheriff Joe Arpaio, célebre por cazar indocumentados en la frontera con México y someterlos a técnicas de intimidación e interrogatorios que violan cualquier cantidad de tratados internacionales de derechos humanos.
"Tampoco es nueva esa costumbre que tiene Trump cada vez que una crisis se presenta de refugiarse en multitudes que le son acríticamente favorables en territorios que domina. El hombre llamado a convocar a la unidad del país prefiere centrarse en fomentar las divisiones como si estuviera en campaña y no apenas a siete meses de haber llegado a la Casa Blanca con la misión de gobernar".
La estadía de Trump en Phoenix dejó como saldo enfrentamientos entre manifestantes de ambos bandos: quienes están con él y quienes no. Baste con observar las fotografías de los disturbios pues son una calca del estado anímico y moral de un Estados Unidos que pierde su liderazgo en la escena global y en el ámbito doméstico se encuentra profundamente dividido, enojado y sin rumbo.
Como timonel de un barco a la deriva, un hombre que de tantos bandazos terminará rompiendo el buque en dos. Siete meses en la Casa Blanca pero Donald Trump sigue en campaña. Bien sabido que gobernar no es lo suyo, él prefiere el show...
Nos leemos en Twitter y nos vemos por Periscope, sin lugar a dudas: @patoloquasto
