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ARTURO MACÍAS PEDROZA

EL NUEVO AÑO ESCOLAR Y LA CONSTRUCCIÓN DE NUESTRA PERSONALIDAD

Nuevo año escolar, nuevos retos, nuevas responsabilidades. La cuestión del futuro se hace preocupante, incluso para los más valientes. Todo esto provoca una movilización general de energía y de potencialidades en detrimento, a veces, de dimensiones esenciales de la personalidad. Años decisivos en los que es considerable lo que se invierte y definitivo muchas veces lo que se decide… pero son también los años en los que la personalidad se construye y tiene el riesgo de no formarse bien. La ambición y el deseo de lograr el éxito pueden conducir a construir muy alto sin que los cimientos hayan sido suficientemente preparados. Este desequilibrio puede acrecentar el riesgo de "derrumbarse" cuando vengan los terremotos.

El objetivo prioritario es "tener éxito en la vida": éxito profesional y social, con un salario bueno. Pero la distancia puede ser grande entre el objetivo "soñado", e idealizado y la realidad. Los caminos muy planificados (clases, escuelas de prestigio, contratación asegurada al graduarse) son más bien raros. Cada uno sabe que el título en la bolsa no asegura el empleo por el cual se supone se está calificado. Los "trabajos ocasionales" y los diferentes contratos temporales es con lo único que cuentan un número cada vez más numeroso de jóvenes. La incerteza puede ser estresante pero puede también favorecer experiencias enriquecedoras. La imaginación y la inventiva son un activo valioso para la juventud en un mundo donde las empresas conocen las exigencias de la evolución tecnológica rápida, de la competitividad, de la flexibilidad y de las reestructuraciones.

La alegría de vivir, la alegría de existir, sea cual sea el contexto familiar y social, la pobreza o la riqueza, es la gran fuerza que permite avanzar en medio de las dificultades de la formación escolar. Es esta fuerza interior que permite relativizar tanto los fracasos como los éxitos. Un brillante logro puede ser mal explotado y conducir algunos años después a una cuantiosa cantidad de fracasos, y un fracaso, incluso grande, puede ser factor de éxitos ulteriores si se sabe aprender la lección. El éxito de nuestra vida está entre nuestras manos.

Podemos pensar el futuro con probables oportunidades y problemas; los mejores proyectos, los más elaborados pueden naufragar algún día por diversas razones que son imprevisibles; pueden abrirse puertas para un futuro profesional al cual nadie había pensado jamás. El éxito de mi vida no depende pues de lo que yo haré, incluso si la orientación profesional y las elecciones que resulten son importantes, sino de aquello que yo haré en ellas. Las elecciones puede ser reducidas, a veces incluso "no hay elección" y se toma lo que se puede; el éxito está entonces en la manera de asumir cada quien lo que se le presenta, porque es trabajo personal el descubrir el sentido de la vida. Es por esto que la pregunta del futuro no es tanto "¿Qué es lo que yo haré?" Sino "¿Qué es lo que yo seré?" Educarse es construir nuestra personalidad.

La vida profesional puede ser un medio importante de la realización de uno mismo, pero es necesario que ese "uno mismo" tenga una consistencia suficiente para no dejarse absorber por esa única dimensíon, que a veces la puede acaparar a tal punto que las otras dimensiones de la existencia corren el riesgo de ser ocultadas o atrofiadas. Es grande el riesgo de dejarse atrapar por las urgencias sucesivas (estudios, preparación de exámenes, viajes de estudio, cursos extras, encuentros "útiles" para crearse relaciones…), los raros tiempos de descanso son utilizados para el alocado desenfreno. Se termina entonces por encontrarse transportado por la corriente y ya no se controla mas su vida, porque se ha perdido la capacidad de ser el dueño de su tiempo y, por esto mismo, la jerarquía de sus objetivos. Las capacidades de rendimiento pueden ser muy grandes, sin embargo hay que estar preparados para utilizarlas de manera pertinente. Estamos en una sociedad que reclama cada vez más de cada individuo, capacidades de discernimiento y de autodeterminación. Cada uno debe tomar su vida en sus manos, hacer sus elecciones y decidir por sí mismo con conocimiento de causa.

"Conócete a ti mismo", decía Sócrates. La construcción de la personalidad pasa por el conocimiento de sí y la afirmación de sí. Implica necesariamente situarnos como parte de una red de interdependencia familiar. Es necesario asumir lo heredado. Yo soy también un producto de la escuela. Ella me ha modelado tanto positiva como negativamente. He construido y asimilado, refutado o rechazado todo o en parte sus aportes. Me he construido en este trabajo de asimilación y de reacción. De cualquier forma he recibido mucho. Finalmente yo soy, por una parte, el producto de mi medio social con sus gustos, repulsiones, sus miedos, sus conformismos, su estilo de vida…

Pero nadie es un "producto terminado", sino un ser personal en devenir. Llegado a la edad de las elecciones, de necesarios distanciamientos y de opciones personales, toca a cada uno buscar conocerse, comprenderse para descubrir su identidad profunda. Este viaje interior no debe esquivar el reencuentro de ciertas cuestiones que nos inquietan, ni ciertas convulsiones que pueden ser signos de germinación, porque pueden conducirnos hasta la fuente de nuestro ser. Tal trabajo para conocerse mejor y afirmarse mejor, no puede ser egoísta en la medida en que toma en cuenta la necesaria relación con los demás. Incluso pude conducir a la apertura al Otro que está más allá del hombre.

Los jóvenes si tienen puntos de referencia y son principalmente valores: la libertad, la amistad, el amor, la familia, la tolerancia, la responsabilidad, la solidaridad, pero reconocen que los puntos de referencia faltan cuando se trata de pensar en el futuro; de fijarse objetivos o de elaborar proyectos. ¿Mi vida tiene un sentido? Es esencial poder darle una dirección fijándose objetivos. Pero el sentido se hace más preciso si se pueden jerarquizar en relación a los valores. Entonces la dirección dada se carga de significado. Un joven decía: "La vida tiene un sentido cuando se hacen cosas por alguien, cuando se es útil para algo". Nuestra ruta no está predeterminada, el camino no está marcado. En la sociedad en la que estamos, nos toca hacer nosotros mismos nuestra ruta y, como exploradores, necesitamos establecer nuestros puntos de referencia. Es nuestra responsabilidad. Hacer su ruta exige pensar por sí mismo, lo que supone rigor y método, capacidad de análisis y tomar distancia crítica, a fin de no dejarse atrapar por la última idea de moda, ni ser envueltos en una serie de experiencias, que seducen especialmente si son esotéricas. Esto supone un trabajo personal de apertura de espíritu, de curiosidad, de búsqueda de información para que se den los elementos de la reflexión.

Ante las grandes cuestiones que despiertan un nuevo año escolar, es necesario enfrentarnos con nosotros mismos; la construcción de nuestra persona está en juego. ¡Piénsalo!

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