Lo que es igual se trata igual, lo que es diferente se trata diferente. Eso dice el principio de justicia que rige nuestras relaciones como personas propias de una sociedad occidental del siglo XXI.
Pero los principios se interpretan, no siempre se entienden igual. Las diferencias físicas y fisiológicas entre el hombre y la mujer se utilizaron para configurar las relaciones entre ambos sexos en la tríada "poder, fuerza y violencia" que pensadores como Michel Foucault y Hannah Arendt diseccionaron exhaustivamente hasta disolver el entramado simbólico que modela nuestras relaciones como personas en esta civilización.
Y como se trata de símbolos todo es mucho más complicado. Nadie dice: "Yo soy el opresor tú eres la víctima, debes someterte", bueno, aunque algunas veces sí. Normalmente no se dice, todo funciona de manera mucho más sutil.
Por eso es tan difícil construir relaciones más allá de patrones de dominación, porque en nuestra vida cotidiana todo parece tan normal, se dice: "siempre ha sido así", "aquí las cosas funcionan así", "aquí así nos llevamos".
Establecer relaciones horizontales entre hombres y mujeres es una batalla que han librado ellas y ellos en todas las trincheras. Se trata de un esfuerzo colectivo en el que nadie puede reclamar protagonismo: la academia, las leyes, la oficina, el taller, el hogar, todos son espacios propicios y necesarios para reivindicar y ejercer los derechos y cada quien ha hecho su parte.
El balance en esta lucha, que aún no cumple un siglo, es todavía bastante desfavorable para relaciones equitativas, permanece el reto para trasladar las categorías en que se ha analizado el fenómeno a nuestras vidas de cada día.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de violencia en la vida de las mujeres? El abanico es amplio, porque abarca completos nuestra vida cotidiana y a ese complejo que llamamos sociedad. En México, la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia distingue entre modalidades y tipos de violencia. Por modalidades entiende las formas, manifestaciones o los ámbitos de ocurrencia en que se presenta la violencia contra las mujeres y reconoce ahí la violencia familiar, violencia laboral y docente, violencia en la comunidad, violencia institucional y violencia feminicida. Es decir, todos los ámbitos en los que nos desenvolvemos son espacios donde se ejerce ordinariamente violencia contra las mujeres.
Todavía más, esta ley distingue tipos de violencia, así tenemos violencia psicológica, violencia física, violencia patrimonial, violencia económica, violencia sexual, también reconoce que otras formas análogas son las que lesionen o sean susceptibles de dañar la integridad.
Por eso es de reconocer que la Secretaría de Gobernación, la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres (Conavim), el Instituto Nacional de las Mujeres hayan constituido un grupo de trabajo para el estado de Durango, integrado por reconocidos académicos de universidades nacionales y de la región, que se encargará de estudiar, analizar y emitir recomendaciones para salvaguardar los derechos humanos de las mujeres. Esta iniciativa obedece a la disposición del artículo 36 del Reglamento de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Digna.
El encargo inmediato que atenderá este grupo será elaborar el diagnóstico del procedimiento de alerta de género en diez municipios de Durango. Constituir, por ley, un grupo de trabajo, académico y altamente cualificado para atender la violencia en la vida de las mujeres y no más bien para promover el ejercicio sin cortapisas de las libertades en un Estado liberal contemporáneo, nos dice que aunque esta acción concreta es un gran logro, deconstruir los entramados simbólicos que modulan las relaciones entre hombres y mujeres en nuestras sociedades es un proceso todavía incipiente. La tarea, permanece.
