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Torreón y sus debilidades

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ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

El informe sobre el Índice Básico de las Ciudades Prósperas (CPI, por sus siglas en inglés), elaborado por el programa ONU-Hábitat en coordinación con el Infonavit y la Sedatu, y presentado la semana pasada en el Implan, es una herramienta de enorme utilidad para conocer las fortalezas y debilidades de Torreón y su zona metropolitana en distintas dimensiones, e identificar en qué deben trabajar más gobierno y sociedad civil. El CPI, como otros índices, es un instrumento de medición numérica de una realidad que tiene como fin la estandarización de evaluaciones que reduce los elementos de subjetividad y permite comparaciones razonables y precisas. Como tal, puede servir de gran ayuda a los gobiernos locales y estatales para tomar decisiones con el objetivo de revertir los efectos de malas prácticas y omisiones del pasado y comenzar a construir urbes y metrópolis más prósperas, incluyentes, equitativas y sostenibles.

Es importante saber que las seis dimensiones que abarca el concepto de prosperidad que mide ONU-Hábitat son: productividad, es decir, todo lo que tiene que ver con la generación de riqueza y su distribución; infraestructura de desarrollo, que incluye vivienda, servicios públicos y comunicaciones; calidad de vida, que se traduce en servicios sociales como educación, salud, seguridad, etcétera; equidad e inclusión social, es decir, los grados de pobreza, marginación y desigualdad; sostenibilidad ambiental, y, por último, gobernanza y legislación urbana, que tiene que ver con planeación, reglamentación, administración pública y participación ciudadana. Son 40 indicadores los que están distribuidos en estas seis dimensiones y sus 22 subdimensiones, que al final arrojan un dato sobre una base de 100 puntos que permite ver cómo andamos en prosperidad urbana.

El CPI de Torreón (55.51) y de su aglomeración urbana (53.33) ubican a ambas en un nivel moderadamente débil en la escala de prosperidad de ONU-Hábitat. Esto permite establecer una primera conclusión: que es necesario fortalecer las políticas públicas de impacto urbano en toda la zona metropolitana, es decir, no sólo en Torreón sino también en Gómez Palacio, Ciudad Lerdo y Matamoros, aunque hay que reconocer que siendo el primero la cabeza de la zona metropolitana, tiene una mayor responsabilidad como líder y ejemplo. El primer paso para tomar esa ruta es identificar las debilidades que como urbe tenemos, de acuerdo con el informe en cuestión.

Los indicadores más débiles están en la gobernanza y legislación urbana y la sostenibilidad ambiental, con algunos focos rojos también en infraestructura de desarrollo y calidad de vida. Lo primero que resalta es que la zona metropolitana de La Laguna cuenta con muy baja densidad poblacional y un crecimiento físico desordenado. ¿Qué quiere decir esto? Que contrario a las recomendaciones de la ONU, la ciudad y su área conurbada se ha expandido sin control de forma horizontal y que esta expansión no corresponde con el crecimiento demográfico, lo cual hace que los servicios públicos sean cada vez más costosos y menos eficientes a la par de que existe un mayor impacto negativo en el medio ambiente y en la calidad de vida. En este último punto llama la atención el enorme déficit que existe de áreas verdes por habitante. Los laguneros hoy padecemos la falta de visión de las autoridades de los últimos 30 años en cuanto a la planeación urbana y la alta concentración de reservas territoriales en unas cuantas manos que han privilegiado la ganancia fácil del gueto suburbano sobre el crecimiento más ordenado y compacto.

Otro aspecto que sobresale de forma negativa es que los pobladores de la zona metropolitana de La Laguna carecen de buenas comunicaciones y de un transporte eficiente. El acceso público a Internet, fundamental hoy para el desarrollo de cualquier sociedad, es muy limitado no sólo por la cobertura sino también por la velocidad de banda ancha. En Torreón, para estar bien comunicado, hay que desembolsar una cantidad de dinero considerable, lo cual contrasta con ciudades del mundo en donde aunque sus habitantes tienen más ingresos existe mayor cobertura de wifi gratuito y de buena calidad. En cuanto a la movilidad urbana, el sistema de transporte colectivo es por demás deficiente a lo cual se suma la escasa apuesta por modelos de traslado alternativo, como la bicicleta. Ni para qué hablar de los espacios para peatones, que están prácticamente olvidados.

Este último punto tiene que ver con una realidad evidente y que se manifiesta claramente en el informe: en la zona metropolitana de La Laguna se ha privilegiado y fomentado el uso del automóvil particular. Esto trae como consecuencia un aumento de la hostilidad y el estrés en la vía pública, con alto congestionamiento vehicular, pero sobre todo un daño significativo al medio ambiente, principalmente a la calidad del aire. También en esta dimensión de sostenibilidad ambiental llama la atención la ausencia de políticas públicas para la promoción del uso de fuentes renovables de energía, es decir, que se sigue dependiendo demasiado de los combustibles fósiles que son altamente contaminantes y tienen un efecto directo sobre el aumento de la temperatura en el mundo y la región.

En lo que tiene que ver con la administración y el manejo de las finanzas públicas, el foco rojo está en la deuda que, según el informe, no está dentro de los límites recomendados internacionalmente, lo cual "no garantiza la sostenibilidad futura del presupuesto local". Es decir, aquello que los últimos dos gobiernos locales de Torreón han negado sistemáticamente es hoy una de las principales debilidades. A lo anterior hay que sumar que el porcentaje de ingresos propios con relación al total de ingresos es muy bajo, lo que incrementa el nivel de dependencia financiera y la falta de autonomía fiscal. Urge, pues, un saneamiento de las finanzas, acotar el endeudamiento y mejorar la recaudación de impuestos.

Todos estos indicadores y la valoración de las dimensiones estudiadas permiten proyectar una hipótesis. Dada la limitación financiera de los gobiernos locales, si el crecimiento urbano continúa por la vía que ha seguido en las últimas décadas, el modelo metropolitano va a colapsar. Este diagnóstico que ONU-Hábitat hace de la ciudad y su área conurbada es una gran oportunidad para que gobierno y sociedad civil se pongan a trabajar en corregir el rumbo y aplicar las políticas públicas necesarias para tener una urbe menos dispersa y desordenada, con mejores servicios, mayor calidad de vida y desarrollo equilibrado y sostenible.

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