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Vinculaciones inevitables

JULIO FAESLER

Dedicamos largos años en reconstruir e instaurar condiciones electorales aceptables. Esta tarea llegó a figurar durante los noventa como una alta prioridad en la política nacional.

Todas las fuerzas democráticas del país contribuyeron a este esfuerzo hasta el grado de cambiar leyes para lograr este objetivo. Mejoramos las condiciones de manera que los comicios que se sucedieron se realizaran en un marco más confiable.

Se insistió igualmente en cambiar la mentalidad del típico elector ya que la eficacia de las instituciones electorales depende de ella.

Hasta aquí llegaron las reformas. Sin embargo, la actualidad exhibe cómo, a pesar de ellas, siguen las imposiciones electorales especialmente los que aparecen en los sectores menos preparados de la sociedad. El cuadro electoral sigue marcado en nuestros días por un alto índice de corrupción.

Estamos en una etapa crítica en nuestra evolución democrática. En 1997 gozamos los triunfos de la alternancia y en 2000 el cambio de insignias políticas en Los Pinos. En un caso el rompimiento del rumbo legislativo y en el otro invertimos la historia política de la nación. Los años transcurridos desde entonces han visto altibajos en presidencias municipales y gubernaturas.

Ahora, en 2017, nos encontramos nuevamente en el quicio de una importante coyuntura que debería incorporar a todos los mexicanos en una oleada de cambios. Una gran porción del electorado, sin embargo, no se toma el tiempo para pensar en que su voto, individual más que el colectivo, es el elemento determinante para desechar viejas inercias y realizar el cambio hacia una nación fuerte y confiada en sus capacidades.

Realizar esta meta implica entender no sólo la complejidad de impulsar el desarrollo interno de México sino involucrar el interés y la pasión del electorado del país.

Es aquí donde la evolución política interna se enlaza con el desempeño del país en el escenario mundial. No estamos acostumbrados a ver las cosas en esta perspectiva internacional, pero insistir en ignorarlo puede resultar muy costoso a la luz de lo que está sucediendo en el mundo donde las fuerzas que se desatan pueden arrastrarnos a resultados indeseables para nuestro bienestar y orgullo nacional.

La complejidad de las circunstancias actuales se ejemplifican con la suerte de las negociaciones en puerta del TLCAN o las implicaciones de las turbulencias venezolanas de las que no podemos segregarnos.

Las decisiones en Europa también nos afectan. Hace dos días la canciller Ángela Merkel se reunió con los líderes de Francia, Bélgica, Italia, España, Noruega y Holanda y con la Comisión y el Consejo Europeo para presentar una estrategia común que refuerce el peso político de Europa en el mundo frente al "nuevo amigo norteamericano". La declaración propuesta por ella confirma la vocación y el compromiso de Europa con un comercio mundial libre y justo basado en un entendimiento entre socios paritarios hacia esas metas.

La expresión abarca una relación renovada con África que inspire nuevas inversiones en infraestructura y en el desarrollo de la región. Hay un compromiso inalienable para lograr el cambio climático previsto en el Acuerdo de París que el presidente Macron, al que Peña Nieto verá antes del G20, considera irreversible y no negociable.

No todos los países podrían estar enteramente en consonancia con los amplios conceptos que unen a Europa con China e India. Rusia y Estados Unidos tienen perspectivas enteramente divergentes a ese respecto. La reunión del G-20 la semana entrante en Hamburgo, que los incluye, habrá de ser significativa.

México tiene un papel que cumplir como miembro del G20 y en cuanto componente muy relevante de la familia latinoamericana en una estrategia mundial para la solución de los principales problemas.

Es precisamente por estas razones que nuestras elecciones presidenciales cobran importancia. La visión que tenga nuestro siguiente presidente definirá la forma en que vayamos a contribuir al desarrollo y a la paz mundial.

Su actitud hacia tal tarea influirá en las relaciones de América Latina con el mundo y ¿hasta qué grado se actuará con independencia de lo que se decida en Washington?

Este punto es crucial.

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