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Palenque, la gran joya maya

Actitudes

JOSÉ SANTIAGO HEALY

Esa mañana fría del 12 de junio salimos de San Cristóbal de las Casas a las 4:30 de la madrugada rumbo a Palenque.

Nos advirtieron que la salida debía ser muy temprano para evitar los bloqueos carreteros de supuestos grupos zapatistas que solicitan a los turistas una "cooperación voluntaria".

Habíamos escuchado también de algunos asaltos a lo largo de la sinuosa carretera, especialmente a visitantes extranjeros que seguramente no entendieron el concepto de la aportación voluntaria.

El camino es lento y lleno de curvas, son apenas 220 kilómetros de distancia, pero imposible correr por el tráfico y lo angosto de la rúa. Por suerte el guía es un diestro conductor que inspira confianza y seguridad.

Sin embargo, no pudimos cerrar los ojos ni un instante al contrario del resto de los pasajeros --seis familiares y cinco más de otra familia mexicana-quienes dormitaron a sus anchas a lo largo del recorrido.

Nuestra mente de periodista no descansaba, mientras cruzábamos los poblados Huixtán y Cuxuljá, sobre la carretera 199, recordamos las andanzas de aquel fatídico 1994 cuando México entero se paralizó por el levantamiento de los rebeldes indígenas chiapanecos que pusieron al gobierno de Carlos Salinas contra la pared.

Imposible olvidar las entrevistas que una tras otra y en un clima entre surrealista y películesco, ofrecía el subcomandante Marcos, quien dejó estas tierras hace algunos años para nunca más volver.

Sebastián Guillén Vicente fue un sociólogo tamaulipeco que estudió en la UNAM y que, bajo un pasamontaña y el seudónimo de Marcos, encontró en Chiapas una personalidad que cautivó al mundo entero. Lo único que se sabe aquí es que recién cumplió sesenta años de vida.

Periodistas y personalidades extranjeras y nacionales cruzaban la intrincada selva chiapaneca para entrevistar a Marcos o simplemente para tomarse la foto que después presumirían como si se tratara del nuevo Che Guevara o el Fidel Castro del siglo XXI.

Ahí estuvieron Julio Scherer, Gabriel García Márquez, Elena Poniatowska, Ricardo Rocha, Javier Solórzano, y muchos más buscando la exclusiva, la nota que diera una nueva luz del misterioso movimiento zapatista, cuyos logros son hoy todavía discutibles.

Pasamos por varios poblados a velocidad sostenida, algunos jornaleros recién levantados iniciaban su diario peregrinar. Otros permanecían a un lado del camino en espera de ser recogidos y trasladados a su lugar de trabajo.

Salvo lo espeso de la Selva Lacandona, los paisajes de las poblaciones no distan mucho de cualquier otra de los estados sureños de México. Sin embargo, aquí no hay gasolineras ni franquicias, tampoco advertimos alguna tienda de conveniencia, esas que han inundado al país.

La carretera es muy deficiente a pesar de los letreros que presumen de la restauración de caminos del gobierno federal.

Por fin al cruzar Ocosingo paramos en seco y detrás de una larga fila de vehículos. Seguro que son los zapatistas, pensamos mientras alistábamos la cámara para una buena foto. El conductor se bajó a investigar y nada, se trataba de un accidente aparatoso: un camión de redilas repleto de reses se fue al fondo del barranco.

De manera increíble decenas de pobladores rescataron el vehículo, pero de los animales y el chofer accidentado no supimos nada. Habían pasado por lo menos tres horas del percance y las patrullas de policía brillaban por su ausencia. Sólo una veríamos más tarde en el trayecto multando a un turista despistado.

Nos detuvimos en dos maravillas naturales: las cascadas de Agua Azul y de Misol-ha. Ambas impresionantes y dignas de disfrutarse ante el calor y la humedad imperantes. De ahí y luego de seis horas de camino y de una frugal comida, llegamos finalmente a la zona arqueológica de Palenque, la gran joya maya, que vale la pena recorrer durante varias horas.

Palenque nos hizo recordar a las ruinas mayas de Tikal en Guatemala, también enclavadas en medio de la selva, y donde la majestuosidad de la arquitectura indígena se combina con el encuentro de animales y vegetación pocas veces vistos.

La ciudad de Palenque ofrece varios hoteles cercanos a la selva con buenos servicios, la ciudad es más grande de los que imaginamos y nada tiene que ver con el sabor colonial de Cristóbal de las Casas. La recomendación es pasar sólo una noche en Palenque y seguir a Villahermosa, Campeche o Yucatán.

Chiapas es el otro México que muy poco conocemos y que en cuestión de años se convertirá en uno de los puntos turísticos más concurridos del país. Se requieren inversiones en carreteras y servicios para facilitar la llegada de los visitantes, sólo esperamos que no pierda su identidad y su encanto natural como ya ocurrió con Cancún y sus alrededores.

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