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Coahuila ¿por qué es importante detener este fraude?

JULIO FAESLER

Es importante anular el fraude perpetrado en los el pasado día 4 para elegir gobernador de Coahuila. Lo es por un buen número de razones todas las cuales tienen que ver con la salud actual y futura de la Nación.

¿Qué importancia tiene el fraude en Coahuila si al amparo de gobiernos corruptos de dudosa procedencia hemos visto a lo largo de nuestra historia cómo va prosperando el país?

En efecto, aunque el acostumbrado régimen puede presentar ejemplos de altos funcionarios que cumplieron con eficacia y decencia sus responsabilidades, estos ejemplos no quitan el que los gobiernos nacidos de continuos fraudes electorales desperdiciaron, por su apego al poder y ambición personal, un alto porcentaje del potencial productivo económico del país con lo que el progreso nacional se retrasó.

Es más, al terminar la fase violenta de la Revolución, una parte significativa de la energía popular fue destinada, no a aumentar su potencial, sino al interés personal de los que se adueñaron de todos los niveles del poder público.

Mucho tiempo se ha perdido. El haber reducido el desarrollo nacional a la tarea de asegurar gobernabilidad y hacer de este objetivo el primordial del gobierno marginó el avance equilibrado de la agricultura y su articulación con la industria.

Por sostenerse en el poder, objetivo primordial de los regímenes "revolucionarios", los sectores productivos del país, así secuestrados, se habituaron al fraude electoral viéndolo como algo natural.

Un hecho de interminable trascendencia que hirió profundamente el desarrollo nacional fue la cooptación del magisterio que fue desviado de su noble función educadora y formadora de la población cuyo número aumentaba exponencialmente. Ese sector acabó dentro de uno de los tres pilares insustituibles del arbitrario régimen. Durante décadas enteras se perdía la oportunidad de forjar un México justo y productivo.

Lo que más daño produjo, sin embargo, fue habituar al electorado, que tan valientemente había empeñado su vida en la apuesta revolucionaria, a una existencia desinteresada por lo político. La población todavía carece de memoria histórica personal del ejercicio democrático.

Por su parte, en la euforia del triunfo, los que ascendieron al poder como fruto de la desordenada gesta revolucionaria del 1910, dijeron que las carencias que habían deteriorado al régimen derrocado podrían atenderse sobre la marcha con fórmulas de atractivo popular, hasta de importación.

El pueblo, se vio totalmente dependiente de lo que disponían los que hicieron suya la Revolución, ya por las armas o por traición, invocándola durante tantos años para justificar, una y otra vez, las inflexiones que quisieron darle. Fueron ellos los responsables de la suerte de la República. Los sucesivos gobiernos atravesaron etapas de exagerada hacia cada nuevo presidente. El país pasó de caudillajes, a ensayos de socialismo ruso, al sindicalismo norteamericano y a los principios del libre mercado. Pasamos del dirigismo económico para luego aceptar la economía de capitalismo neoliberal. Siempre comprometido, con una imagen pseudodemocrática, ya con menos ingredientes del remoto pasado, se aseguraba el paso del bastón de mando de una generación a la siguiente dentro del mismo privilegiado grupo.

Pero hace ya más de 30 años que el sistema se debilita, no porque la ciudadanía esté tan interesada en que se realice el ideal democrático, sino porque el saldo neto del sistema ha sido amargo: baja en la calidad de vida, inequidad social, estragos mortales del narcotráfico, falta de educación y falta de oportunidades de trabajo.

El sistema percudido por una incontenida corrupción ha dejado de ofrecer las soluciones que se le reconocían en los años dorados de su invencible control. Se ha llegado a un nivel altamente destructivo de impune corrupción que nos condena al atraso y pobreza.

¿Por qué es importante, pues, no dejar pasar el fraude electoral en Coahuila?

Igual que en la campaña del doctor Salvador Nava en San Luis Potosí hace 30 años, Coahuila nos vuelve a presentar a una prueba del vigor cívico con que hay que rescatar el poder. Es hora de acabar con la cínica tradición del fraude electoral en todas sus formas, máxime que no tenemos tiempo que perder.

2018 está a la vuelta de la esquina.

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