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Adictos a la mentira

Con/sinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

¿Nos habremos hecho adictos a la mentira? En la actualidad, contamos con evidencias contundentes de la presencia de medios que difunden noticias claramente falsas; sabemos que es posible alterar imágenes, audio e incluso video con relativa facilidad; estamos ciertos de la existencia de personas y grupos interesados de manera abierta en distorsionar la opinión pública y, pese a ello, seguimos consumiendo sus mentiras y contribuimos a su propagación.

Pero no sólo es en el ámbito de las redes sociales y las nuevas tecnologías que nos hemos aficionado a las falsedades; en prácticamente todos los espacios de la vida colectiva hemos permitido que los mentirosos se empoderen y extiendan su presencia e influencia, minando nuestras capacidades críticas y de análisis. Diera la impresión de que preferimos ignorar la verdad que enfrentarnos a ella, por el compromiso que esto último implica.

La charlatanería domina en casi todos los campos profesionales: médicos que se inventan diagnósticos para comercializar medicamentos; profesores que enseñan pseudo teorías que jamás han experimentado en carne propia; mecánicos que sabotean motores para procurarse trabajo futuro; ingenieros civiles que falsean cálculos para ampliar su margen de ganancia; en fin, toda una serie de malas prácticas que se basan en la mentira y de las que no podemos -o de plano no queremos- defendernos.

El caso de la educación, y de manera muy especial de la educación superior, es alarmante. Las instituciones cada vez más gastan sus energías en llenar la plana que les permite simular que todo ocurre según los "estándares de calidad", que en garantizar que verdaderamente haya aprendizajes profundos entre sus estudiantes. Peor todavía, prefieren conservar a un alumno del que están seguros es un pésimo estudiante, si se mantiene al corriente en el pago de sus colegiaturas. Y lo mismo pasa en las escuelas públicas que en las de financiamiento privado: siempre habrá un buen discurso que justifique la retención del alumno-cliente.

En este mundo de la simulación, se aparenta todo. Si una mentira dice lo que nos gusta escuchar, la asumimos como verdadera sin chistar. Somos como esos políticos que sólo consideran válidas las encuestas que los colocan como ganadores; o peor todavía, que sólo reconocen la validez de una elección cuando el voto los favorece. Sabemos que nos están mintiendo y preferimos quedarnos callados porque, como sucede con otras adicciones, las mentiras nos permiten evadirnos de una realidad que no podemos soportar.

Los locos de nuestros días son, ahora, los que a pesar de todos los pesares siguen defendiendo la verdad por la verdad misma, aunque ésta no concuerde con sus gustos o intereses; aunque les vaya la vida en ello.

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