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Socialismo sin lágrimas

FRANCISCO JAIME

Hablar de una mayor intervención del estado en la vida económica, es hablar de John Kenneth Galbraith, quien nació en 1908 en Ontario, Canadá y murió en 2006 en Cambridge, Estados Unidos. Su obra extensa en demasía, no puede resumirse satisfactoriamente en este espacio, por lo cual, nos orientaremos a examinar algunas de sus aportaciones relevantes. L. Silk, de quien tomamos prestado el título de este artículo, en su libro The Economists (1978) nos alerta sobre el problema de convertirse en una celebridad, ya que lo hace a uno parecerse a otras celebridades, muchas de las cuales son figuras de papel que se desvanecen en una estación o en dos. Hablando de Galbraith resume: Economista, embajador, autor de bestsellers, contralor de precios, político iconoclasta, quien pudo estar simultáneamente dentro y fuera de la clase dominante, comentarista estrella de televisión, Playboy, colaborador del New York Times, esquiador, ingenioso y bon vivant, sufrió el desprecio que rutinariamente le tienen los intelectuales a las celebridades y tarde o temprano, también la prensa.

Galbraith, no obstante, ha sido considerado como una de las figuras públicas más sobresalientes del medio académico norteamericano de las últimas décadas, y probablemente es el economista contemporáneo más leído. Fue profesor de Harvard durante muchos años, colaboró en las administraciones de Kennedy y Johnson, fue embajador en la India y presidente de la Asociación Americana de Economistas. Es además, el más conocido crítico de la economía de mercado, de la política económica neoliberal y de los valores asociados con ellas. Fue uno de los más renombrados líderes del grupo liberal en Norteamérica y un fuerte defensor de políticas públicas activistas diseñadas para promover la prosperidad, pero rechazó enfáticamente el considerar al crecimiento económico como objetivo supremo de la política económica, y al mercado como mecanismo efectivo para la asignación de recursos.

Las tres obras que sintetizan su principal argumento son The Affluent Society (1958), The New Industrial State (1967) y Economics and the Public Purpose (1973), las cuales, en conjunto, proporcionan un lúcido análisis del moderno capitalismo norteamericano. El primero ataca a todos aquellos que consideran al crecimiento económico y la consecuente mayor producción como un objetivo necesariamente deseable. En el segundo, establece las características más sobresalientes de una sociedad dominada por la gran empresa y la "tecnoestructura" que la dirige. En el tercero, argumenta sobre el dominio del bien social sobre la ganancia privada a través del socialismo democrático y la planeación económica.

Estos trabajos configuran una crítica de la sociedad moderna y sus valores, y hacen un llamado para realizar mayores cambios en los fines que debe buscar la actividad económica. En los últimos años, Galbraith continuó promoviendo el debate en temas de gran trascendencia tales como socialismo, libertad y poder. Para Silk, citado arriba, "el tema verdadero que mantuvo no fue cómo diseminar el poder sino, quién va a controlar ese poder concentrado, los barones corporativos o el público". Desde el siglo XVIII la doctrina económica clásica había proporcionado la mano invisible del mercado con el fin de garantizar la máxima eficiencia en la asignación de los recursos escasos de la sociedad, pero Galbraith sostuvo que esa mano invisible se había atrofiado, por tanto, el poder económico de las grandes corporaciones había suplantado irremediablemente al libre mercado en el moderno estado industrial.

Las aportaciones de Galbraith al análisis de los problemas económicos desde el punto de vista técnico son pocas, y fueron también muy pocas sus aportaciones a los refinamientos hechos posteriormente a la teoría económica. Fue siempre un promotor incansable de la transformación de la sociedad americana, en donde el poder debería revertirse de la élite industrial al pueblo y de ahí, a sus líderes ilustrados y presumiblemente responsables con la sociedad. También podemos decir que se convirtió, en el sumo sacerdote de un nuevo socialismo, un socialismo sin lágrimas, donde surja una sociedad sana y feliz a través de un cambio democrático. Sus libros fueron considerados como auténticos manifiestos, sin paralelo en la historia de las reformas políticas o en las revoluciones sociales.

A finales de los años ochenta la influencia de este gran pensador se fue perdiendo, debido en gran parte, al predominio de las economías de libre empresa. Sin embargo, cada vez que observemos fallas en los mercados: monopolios, crisis financieras, pobreza extrema, inflación galopante, desempleo generalizado, por citar algunas, el recuerdo de Galbraith estará presente. Por lo demás, la lectura de sus obras nos resulta erudita, amena y grata.

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