La expulsión de Humberto Moreira como miembro del Partido Revolucionario Institucional la semana pasada, dio lugar a la sutileza expresada por Claudia Ruiz Massieu sobre el tema, en el sentido de que no se trata de una expulsión propiamente dicha, sino de una resolución declarativa que reconoce que el exgobernador de Coahuila ha dejado de ser miembro del PRI, por haberse postulado como candidato a diputado local por otro partido diverso.
La resolución fue emitida por la Comisión de Justicia del tricolor, y en su resultado no difiere de una expulsión con la que el PRI pretende pintar su raya frente a Moreira Humberto, con un pretexto tan irrelevante como lo es un cambio de camiseta partidista. Con lo anterior el PRI asume que puede eludir una investigación por corrupción y presuntos vínculos con el crimen organizado, en contra de quien fue el presidente de su Comité Ejecutivo Nacional.
El PRI como partido puede pensar y hacer lo que quiera al respecto, pero el Gobierno Federal está obligado a integrar las averiguaciones penales que existen y a llevar a Moreira a los tribunales. La falta de voluntad política en este tema, ha propiciado una campaña mediática en la que Humberto se proclama exonerado de toda culpa, lo cual desde luego es falso. Desde lo jurídico no es posible que Moreira haya sido exonerado de los delitos que se le imputan, por la simple y sencilla razón de que jamás ha sido enjuiciado.
La protección que brindan el PRI y el gobierno de Peña Nieto a Humberto Moreira se entiende, porque ante los precedentes de imputación judicial a los exgobernadores priistas de Veracruz, Chihuahua y Nuevo León, así como de otros estados de la República que lograron la alternancia el año pasado, ante la probabilidad de perder Coahuila los priistas hacen lo imposible por mantener a su expresidente nacional fuera del banquillo de los acusados.
La sutileza con la que el PRI se distancia de Humberto Moreira es una burla para los coahuilenses, porque nos pretende engañar lavándose las manos al tiempo que contribuye a mantener vivo el proyecto político del Moreirato, y la unidad en torno a su candidato Miguel Riquelme.
Se confirma que el pleito entre hermanos es una farsa a la que ahora se suma el PRI nacional para amortiguar los negativos que aporta Humberto a la campaña por la gubernatura de Coahuila, frente a la necesidad de que la participación del exgobernador fortalezca el voto duro que obtiene el Moreirato de estructuras clientelares que explotan el hambre de los electores más pobres. Humberto opera como elemento de cohesión de dicho voto duro priista, contrario a lo que ocurre con el electorado que vota en forma libre y razonada, que lo repudia por el enorme daño que ha causado a los coahuilenses.
La participación de Moreira Humberto tiene por objeto hacer un acopio exhaustivo de voto duro y pactar amarres con factores reales de poder del lado obscuro, lo que resulta evidente porque mientras Rubén Moreira y su candidato títere Miguel Riquelme insisten en mantener la prohibición de los casinos y otros giros negros, Humberto coquetea con aliados inconfesables y se hace promesas en sentido contrario, generando una paradoja con la que el Moreirato busca obtener apoyo de todos lados.
La estrategia mencionada sería de considerarse absurda si no conociéramos el estilo y los alcances del Moreirato, que en el pasado se ha valido con éxito de estrategias similares que parten de considerar ignorantes a los electores y apuestan al miedo que genera la postura ambigua del régimen en relación al crimen organizado.
Para que los corruptos sean llevados ante la justicia y para que nuestro Estado recupere el camino del desarrollo humano, institucional y económico que merecemos, los coahuilenses debemos vencer al Moreirato en las urnas el próximo cuatro de junio. Ya se palpa una voluntad creciente de cambio entre una sociedad que se dispone a echar fuera del poder al PRI de los Moreira, y sólo falta que recurriendo al voto útil, los electores nos unamos en apoyo a la alternativa de oposición que tenga más probabilidades de triunfo.
