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El sistema político mundial

Patricio de la Fuente

En la actualidad, las instituciones y relaciones internacionales, como todo el planeta, están sacudidas por el cambio.

La modernización acelerada producida por la revolución tecnológica e informática, las telecomunicaciones y la automatización, están incrementando la interdependencia de los países a nivel mundial, globalizando la economía, la sociedad, la cultura y el proceso político.

Una de las consecuencias del cambio fue la crisis del comunismo a principios de la década de los noventa, al resultar incapaz de adaptarse a las exigencias de flexibilidad y creatividad de la civilización actual. La crisis del comunismo transformó la situación del sistema político mundial, produciendo una nueva situación de multipolaridad con potencia hegemónica, que sustituyó el mundo bipolar y la política de bloques anterior.

Pero la potencia hegemónica, USA, es incapaz por sí sola de gobernar el sistema, por lo que ha necesitado recurrir a coaliciones de apoyo con otros países y a la activación y fortalecimiento de las Naciones Unidas. Lo que sucede es que la necesidad de asignar este nuevo papel a la ONU implica a su vez la exigencia de reformarla, para dotarla de nuevos objetivos, órganos y pautas de decisión. Por ejemplo, se hace preciso dar un papel más relevante a las nuevas potencias, como Alemania y Japón y reducir o eliminar la capacidad de veto en el Consejo de Seguridad, así como ampliar algo el número de sus componentes.

Por otra parte, el sistema político mundial se enfrenta a problemas antiguos y nuevos a los que la misma globalización exige una respuesta y tratamiento de nivel mundial:

Problemas como la creciente desigualdad internacional, el deterioro o estancamiento de África y diversos países subdesarrollados; el crecimiento descontrolado de la población mundial; los problemas medioambientales derivados del mal uso o destrucción de los recursos naturales (vegetación, especies animales terrestres y marinas) y del calentamiento del planeta; las migraciones masivas. Todos estos problemas ya no pueden ser resueltos a nivel de los estados, lo que exige la creación de nuevas federaciones “regionales” de ámbito continental y dotar a las Naciones Unidas de capacidad de intervención y decisión para resolverlos.

En fin, el sistema político mundial tiene que resolver también diversos conflictos antiguos y nuevos entre países, para mantener la seguridad internacional:

La expansión del fundamentalismo islámico, con sus implicaciones de rechazo a la modernización y a la libertad, así como el pudrimiento del conflicto árabe-israelí, que estimula el fundamentalismo y desestabiliza una zona clave del planeta.

La descomposición de la antigua Unión Soviética y la desestabilización de Rusia y su zona de influencia, que debe contrarrestarse integrándola en las instituciones internacionales, reduciendo el nacionalismo xenófobo y desarrollando la CEI o creando alguna federación regional más operativa, pacificando la ex Yugoslavia y ampliando la Unión Europea hacia el Este.

La potencialidad constructiva o explosiva de Asia, en donde se concentra la mayor parte de la población mundial, que experimenta un crecimiento acelerado y en donde se hace preciso definir espacios de influencia de las potencias regionales.

¿Y la OTAN?¿Podrá redefinirse con sentido integrador y positivo su composición y funciones? ¿Cómo transformarla, haciendo que pase de ser el instrumento militar del antiguo bloque occidental a una alianza amplia de intervención directa en los conflictos mundiales de algunas zonas del planeta?

Para terminar, quisiera hacer un comentario general sobre lo que, en mi opinión, constituye el problema básico del sistema político mundial en la actualidad. La globalización, el cambio acelerado y la crisis de los Estados exigen desarrollar las Naciones Unidas, para resolver los nuevos problemas del sistema político mundial. Hace falta urgentemente una reforma profunda de las Naciones Unidas, ampliando sus objetivos y modificando sus órganos y pautas de decisión. Es preciso que adquieran la capacidad necesaria para gobernar los problemas de diverso tipo mencionados líneas atrás, a fin de evitar el deterioro irreversible de la Humanidad y el medio ambiente.

Quizá este desarrollo de las Naciones Unidas en el sentido de su fortalecimiento sólo sea aceptable sin recelos por los países más atrasados si implica una especie de “Plan Marshall” de ámbito mundial, programado a largo plazo y con contribuciones especiales de los países más desarrollados, que debería comenzar urgentemente por África.

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